Lo maravilloso y lo sobrenatural
Para dominar una ciencia se requiere tiempo y estudio.
Ahora bien, el espiritismo, al que incumben las más trascendentes cuestiones de la filosofía y todas las ramas del orden social, y que abarca tanto al hombre físico como al hombre moral, constituye de por sí una ciencia, una filosofía que no puede ser aprendida en unas pocas horas, como tampoco lo permite ninguna otra ciencia.
Habría tanta ingenuidad en pretender encontrar todo el espiritismo en una mesa giratoria, como toda la física en algunos juegos infantiles.
Quien no quiera quedarse en su superficie necesitará no sólo unas horas, sino meses y años para sondar todos sus secretos.
Así es posible apreciar el grado de saber y el valor de la opinión de los que se atribuyen el derecho de juzgar a la doctrina doctrina sólo porque han presenciado una o dos experiencias, la mayoría de las veces a modo de distracción o pasatiempo.
Alegarán, por cierto, que no disponen del tiempo necesario para esos estudios. Admitámoslo, pues nada los obliga a ello.
No obstante, en ese caso, quien no tiene tiempo para aprender una materia, no debe argumentar acerca de ella, y menos todavía emitir un juicio a su respecto, salvo que pretenda que lo acusen de imprudencia.
Ahora bien, cuanto más elevada sea la posición que se ocupe en la ciencia, tanto menos excusable será tratar superficialmente un tema que no se conoce.
Resumimos nuestra posición en las siguientes proposiciones:
1.º Todos los fenómenos espíritas tienen por principio la existencia del alma, su supervivencia al cuerpo y sus manifestaciones.
2.º Con base en una ley de la naturaleza, esos fenómenos nada tienen de maravilloso ni de sobrenatural, en el sentido vulgar que se atribuye a esas palabras.
3.º Muchos de los hechos se consideran sobrenaturales porque no se conoce su causa. Al atribuirles una causa, el espiritismo los restituye al dominio de los fenómenos naturales.
4.º Entre los hechos calificados de sobrenaturales, hay muchos cuya imposibilidad el espiritismo demuestra, y los incluye en la categoría de las creencias supersticiosas.
5.º Aunque el espiritismo reconoce un fondo de verdad en muchas de las creencias populares, no avala en modo alguno las historias fantásticas creadas por la imaginación.
6.º Juzgar al espiritismo por los hechos que no admite es dar prueba de ignorancia y quitar toda validez a la opinión del que critica.
7.º La explicación de los hechos que el espiritismo admite, así como la de sus causas y sus consecuencias morales, constituyen toda una ciencia y una filosofía, que requieren un estudio serio, perseverante y profundo.
8.º El espiritismo sólo puede considerar como un crítico serio a aquel que haya visto, estudiado y profundizado todos los fenómenos, con la paciencia y la perseverancia de un observador concienzudo; a aquel que tenga tanto conocimiento del tema como el más ilustrado de los adeptos; a aquel que, por consiguiente, haya absorbido sus conocimientos al margen de las novelas científicas; a aquel a quien no se pueda oponer ningún hecho que le resulte desconocido, ni argumento alguno sobre el cual no haya reflexionado; a aquel que elabore su refutación, no mediante negaciones, sino por medio de otros más concluyentes; a aquel que, en definitiva, pueda indicar, para los hechos comprobados, una causa más lógica que la citada por el espiritismo. Ese crítico todavía no apareció.
Allan Kardec
El Libro de los Médiums, Lo maravilloso y lo sobrenatural, Capítulo II.
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