Algo sobre la Erraticidad y las reencarnaciones del espíritu
Este texto de la Revista de Estudios Psicológicos (1894), Órgano de Propaganda y Eco del Movimiento General Espiritista y cuyo Fundador fue José María Fernández Colavida y como Director Vizconde de Torres-Solanot, Presidente de la Sociedad Espiritista Española, es un documento que está en custódia en los registros del Ayuntamiento de Madrid.
Fue el discurso leído en la Sociedad Espiritista de Zaragoza, en el día 31 de marzo en comemoración del XXV aniversario de la desencarnación de Allan Kardec y XLVI de la divulgación del Espiritismo en América.
Una explicación de Manuel Gorría, basada en sus estudios de la Doctrina Espírita donde aclara sobre la erraticidad, período en que el espíritu permanece en el mundo invisible entre las encarnaciones.
«Son dos principios de filosofía espiritista, indiscutibles entre los otros, la eterna existencia del espíritu humano y la realización de su infinito progreso, en virtud de uniones periódicas con la materia organizada en nuevos cuerpos que se presten a más completo desarrollo de las actividades espirituales.
Y es también principio universalmente admitido, que desde una desencarnación a la reencarnación siguiente media un periodo de tiempo llamado erraticidad.
Una vez admitidos los dos principios expresados, inmediatamente acuden a la mente, entre otras de menos importancia, las siguientes preguntas:
¿cuánto tiempo dura la erraticidad, la reencarnación es voluntaria o forzosa, sabe el espíritu cuándo reencarnará, sabe que va a renacer, escoge los padres, escoge las luchas que ha de sostener, vuelve con propósitos determinados y un plan preconcebido?
Problemas son estos muy secundarios, si se les compara con los fundamentales que resuelve la doctrina espiritista; mas no por esto son despreciables. Las verdades, aunque sean secundarias, siempre son dignas de que el hombre las investigue y las haga suyas.
Por esto y teniendo en cuenta además que el espiritismo aún está en el primer periodo de la propaganda, y por tanto no ha podido adquirir esa uniformidad doctrinal propia de las escuelas antiguas; y que las filas espiritistas se han nutrido con adeptos procedentes de distintas religiones y filosofías, los cuales aún guardan resabios de sus antiguos ideales, creemos conveniente invitar a todos los espiritistas al estudio de estas y otras idénticas materias, para que la verdad se abra camino y poco a poco vaya desapareciendo esa abigarrada variedad de criterios, existentes hoy, cuando se examinan problemas de segundo orden como son los que hemos enunciado y nos proponemos estudiar.
He de advertir de paso que, las opiniones me permitiré exponer, no son completamente desconocidas para muchos de vosotros, ni de mi exclusiva invención.
Yo me las asimilo; las hago mías; las enmascaro con mi romo estilo y mi ramplón lenguaje y os presento su caricatura para excitaros a que las admiréis en toda la plenitud de su belleza en las obras de nuestros filósofos, donde están expuestas con mucha elocuencia, poderosa lógica y sólida argumentación.
Para resolver con acierto todo cuanto con el espíritu se relacione, es necesario conocer primero la naturaleza y el modo de ser del espíritu mismo.
Sin esta base, toda argumentación será sofística y sus resultados serán falsos y contradictorios.
Es el espíritu humano un ser inteligente, esencialmente activo, germen potencial de las infinitas perfecciones de que es susceptible la sustancia universal de donde procede, y potencia que desenvuelve su inagotable actividad inteligente, ya transformado en ideas y pensamientos las sensaciones que el Universo percibe por medio de los sentidos corporales o ya cambiando los pensamiento y las ideas que ha concebido, en efectos de voluntad para manifestarse objetivamente y determinar su vida en la síntesis de todos los modos que en su desarrollo haya adquirido.
Esto en cuanto al ser sintético hombre; que si separamos al espíritu del cuerpo, encontraremos que aquel no pierde sus cualidades esenciales, por cuanto su pensamiento, su sensación y su voluntad son su ser.
Solo ha cambiado de forma de manifestación y la de sensación; pues el espíritu no está aislado del Universo, sino en el Universo; siendo influido por él, e influyendo sobre él del modo que su nuevo estado le permite: esto es, por medio de la misma sustancia universal que más afinidades tiene con él; y sirviéndole de instrumento su periespíritu que le pone en relación directa con los innumerables graduaciones o modalidades de la sustancia hasta llegar a la materia más densa.
No hay más diferencias entre unas y otras sensaciones y manifestaciones que la siguiente: unido al cuerpo, el espíritu percibe las sensaciones más intensas, más toscas, y se manifiesta del modo más intenso, más tosco, que su naturaleza le permite; separado de él, percibe y se manifiesta del modo más extenso, más fino, más sublimado, más radiante, si se me permite la palabra.
Siendo hombre, solo percibe de los seres espirituales vagas sensaciones intuitivas; en libertad, son estas potentísimas y débiles las que de la materia recibe.
Resulta, pues, que, el espíritu, para desenvolver en su vida eterna su esencial actividad, necesita estar en contacto directo con la materia orgánica para percibir las impresiones más intensas que han de determinar su sensación, y que necesita estar también, separado de ella, para percibir las sensaciones más sutiles de las manifestaciones superiores del Universo y sintetizar los pensamientos e ideas concebidas en ambos estados, transformándolos en conocimientos más perfectos.
Sentados los anteriores preliminares, empecemos el estudio de la erraticidad tomando al espíritu en el momento de la muerte del hombre, cuya causa primordial habrá sido la falta de afinidad entre el espíritu y el cuerpo, o sea la necesidad en la entidad inteligente de percibir impresiones nuevas y nuevas sensaciones, o la ruptura violenta de los lazos que ligan a ambas entidades espíritu y cuerpo, si la muerte no fue natural o por causa de enfermedad; y aun en este último caso, el hecho resultante no se separa de la ley general.
¿Cuánto tiempo vivirá como espíritu libre?
Imposible es precisarlo pero es indudable que las necesidades de su progreso han de determinarlo; y como no hay dos seres que hayan realizado su vida en igual número de actos voluntarios y hayan sido modificados con igual intensidad y por igual número de sensaciones experimentadas, no es aventurado decir que el periodo de erraticidad será de distinta duración para cada ser. A mayor variedad de sensaciones intensas experimentadas por el hombre, corresponde mayor número de sensaciones externas percibidas por el espíritu en libertad; y por tanto, mayor será el número de ideas concebidas y que habrá de sintetizar para asimilárselas y aumentar el caudal de verdades que constituyen su pensamiento, su sensación, su voluntad, su actividad, su potencia, su vida, su ser.
La criatura que haya pensado poco, sentido poco y querido o deseado poco, nada tendrá que sintetizar en la vida libre, y será como una escoria que el mundo espiritual escupirá de su seno y arrojará de nuevo a la vida orgánica, para que el fuego de las sensaciones corporales la caldee, agotándola en el hastío de las pasiones, la purifique con los dolores y la inflame con las aspiraciones de algo más noble, más grande, más bello.
Tomemos por puntos de comparación los dos polos sobre los que hoy gira la Humanidad. Las pasiones más groseras y los sentimientos más nobles; podemos personificarlos en un Heliogábalo y un Víctor Hugo.
El primero solo ha vivido la vida de la carne; no ha tenido más pensamientos que la gula y la lujuria; su pasión más noble, una ridícula vanidad. Este hombre muere; su espíritu, aquella inteligencia que sólo vivió con la carne y para la carne, ¿podrá vivir, es decir, podrá pensar, sentir y querer, determinar su potencia y su actividad de otro modo que no sean las modalidades a que la carne se presta? Es imposible: cada ser se manifiesta como es, y aquel hombre, aquel espíritu, es una bestia con traza humana y la bestialidad le espera y lo atrae; la carne le llama, lo seduce, lo agarra, lo arrastra, lo encauza, lo liga a ella con ligaduras inextricables, porque son la misma condición del espíritu, y este renace de nuevo unido a la materia donde podrá vivir en toda la plenitud de su actividad, manifestándose y realizándose en la gula, la lujuria, el orgullo, la vanidad, etc., etc.
¿Cuánto ha durado la erraticidad de ese espíritu?
Ni un segundo siquiera: no hubiera tenido objeto; y en la naturaleza, lo que tiene objeto no existe, o no se realiza.
Por esto dice El Libro de los Espíritus que el alma de los animales reencarna inmediatamente después de la muerte.*
Esto explica también por qué en las razas inferiores son más numerosos los nacimientos y los casos de longevidad: porque en ellas la vida está limitada a un corto número de sensaciones; tiene el espíritu más afinidades con la materia y el progreso es más lento que las razas superiores.
Pero un Víctor Hugo o un Giordano Bruno, que han tenido una lágrima para todos los dolores y un consuelo para todos los infortunios; que han sufrido y han gozado con las tristezas y las alegrías ajenas; que han hecho suya la causa de todos los hombres; que se han despojado con la Humanidad entera; que han sentido todo lo grande, todo lo bello; que han grabado en su corazón y en su pensamiento las palabras JUSTICIA, INFINITO; que han sentido plétora de infinito y han sembrado justicia; que para lo justo y lo eterno han vivido: esos espíritus son atraídos a vivir en lo justo, en lo bello, en lo eterno, en lo infinito, para sintetizar sus conceptos y sus experiencias con las impresiones y sensaciones que reciban de lo infinitamente justo, de lo infinitamente bello, de la absoluta verdad, de lo INFINITO ABSOLUTO.
¿Cuánto durará la erraticidad de los espíritus de esas cualidades? ¿Cien años? ¿Mil años?… ¡Quién sabe!
Puede ser que jamás vuelvan a la Tierra, porque en nuestra carne, poco o nada podrán aprender. Otra materia más sublimada puede ser que les convenga; la nuestra es dudosa.
Los jalones que por vía de ensayo hemos colocado, marcan el camino que la Humanidad terrestre recorre: casi ninguno ha llegado a la meta; muchos, muchísimos están a pocos pasos del punto de partida. Forzosamente ha de ser muy breve la erraticidad.
Algunos datos que hemos recogido sobre el asunto, aunque incompletos, nos permiten calcular que, un cincuenta por ciento de los habitantes de la Tierra, reencarnan en un plazo no mayor de un año; un veinticinco antes de los diez; veinte hasta los veinticinco y los cinco restante, salvo rarísimas y tardías excepciones, no pasan de los cincuenta años.
Aunque nuestros cálculos no sean muy certeros, de ser verdad las teorías expuestas, resultará que la reencarnación es mucho más frecuente de lo que generalmente se cree.
Sin embargo; por las comunicaciones de algunos espíritus han creído muchos espiritistas que la última encarnación de los comunicantes tuvo lugar buen número de años y aun siglos atrás. Estos hechos parecen contradecir las teorías expuestas; pero, aunque son ciertos, carecen de valor, porque no se ha hecho de ellos un estudio detenido y concienzudo: de haber sido bien estudiados, ellos probarían plenamente lo que aquí sostenemos. También se nos dice haberse obtenido en Inglaterra especialmente multitud de comunicaciones negando la reencarnación y, sin embargo, la reencarnación es una ley a la que están sujetos los mismos que la niegan.
El mismo Allan Kardec nos dice que algunos espíritus se comunicaron en su tiempo afirmando que se hallaban en el infierno y padecían todos los tormentos imaginados por las religiones; y ya se comprende que el infierno lo llevaban consigo; el efecto de una sugestión continua que recibieron en la vida de encarnados, y llegó a formar en ello como una conciencia artificial.
Estos hechos obedecen a una misma causa y tienen una explicación sencillísima.
La primera rareza que se observa en estas comunicaciones, es que los espíritus que las dan, hablan como si viviéramos en sus tiempos. ¿Quién es el engañado, el que cree vivir en el siglo XVI, por ejemplo, o los que entendemos vivir en el siglo XIX? Indudablemente los primeros.
Esos espíritus dicen lo que saben y no pueden decir más. Ellos ignoran que el tiempo ha transcurrido y hablan del tiempo y en el tiempo que conocen; ignoran que han vivido antes del tiempo que conocen, y no hablan de sus encarnaciones anteriores; ignoran que hayan reencarnado después de la fecha en que se creen vivir, y no hablan de sus posteriores existencias; ignoran que se reencarnan e ignoran la reencarnación.
¿Y no es lógico suponer que el que ignora el tiempo en que vive y ha olvidado sus anteriores existencias, ignore y haya olvidado las posteriores? ¿Y puede ser garantía de verdad contra la reencarnación y sus consecuencias el dicho de semejantes espíritus?
De ningún modo: mas la falta no está en ellos, sino en los que recogen comunicaciones sin parar mientes en las enseñanzas que encierran. Precisamente esos espíritus, por su misma rudeza, por sus groseras pasiones, son los que nada pueden aprender en libertad, y por tanto, reencarnan incesantemente. Casi siempre cuando se comunican suelen estar ya unidos al feto que han de animar y pronto ha de nacer. Interrogándoseles con arte y ellos mismos confesarán luego cuando dejamos dicho, si antes se procura descorrer el velo que les cubre lo pasado.
Explicar cómo y por qué ciertos espíritus olvidan algunas encarnaciones, nos apartaría de nuestro objeto y lo dejamos para ocasión más propicia. Sin embargo, intentaremos dar una ligera idea en breves palabra.
El hombre no recuerda todos los actos que realiza si estos no influyen poderosamente en su modo de ser. No hacen al hombre los vasos de agua que ha bebido, ni los saludos que ha dirigido a sus compañeros de viaje, ni sus desvíos infantiles, ni sus amoríos venales.
Todo lo nimio, todo lo trivial, lo olvida, porque ninguna trascendencia tiene en su vida; pero el beso de la mujer bien amada; una humillación; una afrenta; una traición; un acto heroico; un sacrificio inmenso, todo esto lo conservará presente por mucho tiempo porque es lo que más le ha emocionado; lo que más profundamente le ha conmovido; lo que ha abierto nuevos horizontes a su vida; lo que más le ha hecho vivir hiriendo sus pasiones y sus sentimientos.
Y al reproducir en su mente alguno de aquellos hechos, vive en el momento de la humillación, sufriendo con ella, o en el instante del sacrificio, siendo dichoso y grande con la grandeza de sus actos pasados. En esas ocasiones, el hombre olvida todo, menos los engendros de su imaginación.
De igual manera el espíritu olvida algunas existencias que, aunque necesarias, son las nimiedades, las trivialidades de la vida infinita del ser, si es que en ellas no ha recibido impresiones profundísimas que le hayan conmovido y transtornado íntimamente, porque el espíritu es la resultante, la síntesis, de todas las afrentas, de todas las humillaciones, de todos los dolores, de todas las alegrías, de todos los sacrificios, de todas las abnegaciones, de todas las sensaciones que haya experimentado, y de todas las ideas que haya concebido en todas sus existencias corporales y espirituales. Y así también, el espíritu, al dejarla la carne después de una de esas encarnaciones insignificantes, vuelve a ser el cristiano o el musulmán; el potentado o el pordiosero, el guerrero, el clérigo o el verdugo que antes fue, según sea la pasión en él predominante y los recuerdos y preocupaciones que las pasiones despiertan.
En aquel tiempo y de aquel modo vivirás, sin que le quede de su última existencia más recuerdo que vagas reminiscencias como de algo que hubiere soñado. Todo lo demás lo olvida mientras que otra impresión más profunda no cambie el curso de sus sentimientos y sus pensamientos.
Esas existencias triviales, son encarnaciones complementarias, cabos sueltos de sus modalidades pasadas, que el espíritu recoge antes de lanzarse en otra dirección, en un nuevo orden de experiencias.»
Excelentes y claras conclusiones se pueden obtener de dicho discurso.
Qué maravillas nos trae la doctrina espírita bien estudiada y respetada. Tenemos hoy día tantas personas que dan un vistazo a la codificación espírita y ya salen diciendo que son espíritas, además absorben otras ramas filosóficas buscando unificar con el espiritismo varias líneas holísticas.
Teniendo en cuenta que todo el conocimiento que los buenos espíritus nos han proporcionado aún no se pone en práctica de forma general por los hombres, todo aquel que se dispone a seguir la verdad del mundo espiritual, sus leyes, reformándose a sí mismo, debe centrarse en cumplir o buscar ser lo más fiel posible a los conocimientos nobles fornecidos por el Mundo Mayor.
¿Cuántas personas conoces en tu día a día que encajan en el pefil de conducta recta que los buenos espíritus nos describen?
Vemos algun atisbo de bondad o de simpatía en algunas personas, en otras observamos su gran desarrollo ético, en otras una inteligencia prodigiosa en deteminada área, sin embargo, cuántas virtudes aún hay que desarrollar para alcanzar el mínimo grado para aprobar la encarnación. Aquellas que son buenas, por ejemplo, aún cotillean, las que son simpáticas aún son egoístas, las mentes más desarrolladas en el campo a que se dedican son aún materialistas y así sucesivamente. Muy pocas almas cumplen con los estándares necesarios para una ascención de nivel planatario, pero esto no debe generar un desanimo, por el contrario, debe ser un estímulo para mejorar y ejercitar las cualidades nobles del ser.
En la erraticidad los espíritus se agrupan como en la Tierra por el afecto o semejanza de inclinaciones y sabemos por medio del estudio del espiritismo que cuanto más el espíritu esté desarrollado más tiempo permanece en la erraticidad, llegando el momento en ya no necesite la encarnación en mundos densos, de materia densa como el nuestro.
* Según El Libro de los Médiums, cuestión 283:
“Después de la muerte del animal, el principio inteligente que residía en él permanece en estado latente, y es utilizado de inmediato por ciertos Espíritus encargados de la tarea de animar a nuevos seres, en los cuales ese principio inteligente continúa el proceso de su elaboración. Así pues, en el mundo de los Espíritus no existen Espíritus errantes de animales, sino tan sólo Espíritus humanos.”
Lo importante de todo lo dicho es la grandesa y bondad de nuestro Creador, que porporciona incesantemente oportunidades para que nos desarrollemos, permitiendo que en la vida nos relacionemos y pongamos en práctica nuestras virtudes y habilidades. Cada espíritu reencarna donde le sea más adecuado y favorable, con todas las posibilidades que mejor le vengan para su adelanto ético-moral, intelectual y social.
Además, todo aquél que llegó a toparse con el conocimiento espírita tiene la capacidad de entenderlo, su espíritu está maduro para absorber los conocimientos elevados, cabe a cada cual elegir su postura y vigilar sus pensamientos y acciones para así ascender en la escala espírita.
Cláudia Bernardes de Carvalho
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