Vicente de Paúl – Exponente del espiritismo
Vicente de Paúl es considerado precursor del Trabajo Social por su enorme labor durante su vida en pro de los menos favorecidos, con la cual prosiguió después de desencarnar. Un verdadero exponente del espiritismo como vemos en la historia de su vida.
Hay controversia a respecto de la fecha exacta de su nacimiento, los historiadores, biógrafos y autoridades eclesiásticas aceptan la fecha de 24 de abril de 1581.
Nació en Pouy, distrito de Tarbes, en Francia en una aldehuela muy pobre en medio de los pantanosos terrenos de las landas de Gascuña, no lejos de los Pirineos. Gran parte de esta llanura la ocupa el Bosque de las Landas, considerado el más grande de Europa Occidental.
Desde el siglo XIX este pueblecito cercano a Dax se llama Saint Vincent de Paúl en honor a nuestro protagonista, su hijo más ilustre.
El primer biógrafo español de Vicente de Paúl, Francisco Juan del Santísimo Sacramento, resaltó en 1701 que los apellidos de sus padres Juan de Paúl y Beltrana de Moras, suenan más españoles que franceses, y apuntó hacia un posible origen español de la familia, afirmando:
“…apellido que no corresponde a la lengua francesa y que parece propio español; lo que fácilmente se puede creer, por ser la aldea donde vivían estos dichosos casados muy vecina a la raya de Cataluña.”
Infancia
Vicente fue el tercer de seis hijos y su condición socioeconómica había sido siempre precaria, su familia estaba compuesta por humildes labriegos y ocupaba los escalones más bajos de la sociedad estamental rígidamente jerarquizada de su época.
Tuvo que empezar muy pronto a aportar su propio esfuerzo físico, en trabajos de pastoreo y pasó su infancia cuidando ovejas, vacas y cerdos.
Desde temprana edad refleja mucha piedad y como ejemplo nos explican sus biógrafos que cuando iba hacia un molino cercano, cogía harina para él y un poco más para poder repartir algunos puñados a los pobres que encontraba por el camino de vuelta. Otras veces les daba parte de su comida, que nada más era que pan de pastor, y en una ocasión, después de ahorrar hasta treinta sueldos, se los entregó íntegros a un mendigo necesitado. Lleno de espíritu solidario, en cualquier persona que sufriera veía el rostro del Señor.
Muchos han visto en estos relatos señales inequívocas de una solidaridad precoz que presagiaba los altos destinos del futuro apóstol de la caridad.
Siempre destacó entre sus hermanos y compañeros por tener un espíritu despierto y vivo. En esta época el estudio estaba direccionado hacia el clero, era el único camino hacia la promoción social. Su padre decidió que debía estudiar.
A los 14 años fue enviado a la escuela de la orden franciscana en Dax, donde recibe el impacto de la vida urbana y comienza a avergonzarse de sus orígenes y de su padre, como él mismo confesó más tarde.
“Siendo un muchacho, cuando mi padre me llevaba a la ciudad, me daba vergüenza ir con él y reconocerle como padre, porque iba mal trajeado y era un poco cojo». «Recuerdo que, en una ocasión, en el colegio donde estudiaba me avisaron que había venido a verme mi padre, que era un pobre campesino. Yo me negué a salir a verle.”
Inicia en 1596 sus estudios teológicos primero en la universidad de Tolosa (Francia) y después en la de Zaragoza, como atestigua el biógrafo Abelly.
Con énfasis en los estudios, busca asegurar una carrera eclesiástica próspera y comienza a estudiar Teología.
Sacerdocio
A los 19 años, el 20 de septiembre de 1600, en Chateau l’Eveque, es ordenado sacerdote por el obispo de Périgueux, algo que llegó a reprobar. Tiempo después escribió:
“Si yo hubiera sabido, como lo he sabido después, lo que era el sacerdocio cuando cometí la temeridad de aceptarlo, habría preferido dedicarme a trabajar la tierra antes que ingresar en un estado tan temible.”
Su primera misa la ofició en una capilla de la Virgen, cerca de Bucet, sin la presencia de su padre, que había fallecido hacía dos años. Allí y en Tolosa además regentaba una pensión para estudiantes que le serviría de apoyo para pagar sus estudios.
El obispo de Dax le ofrece una parroquia, pero hay otro candidato, por lo que Vicente renuncia, prefiriendo proseguir con sus estudios con el fin de ser obispo. En 1604 obtuvo un doctorado en teología con 23 años.
En un viaje de Marsella a Narbona es capturado por piratas y vendido como esclavo en Túnez. Tras lograr su libertad, regresó a París en 1608. Allí, el amigo que lo acoge lo acusa más tarde de ser un ladrón, una acusación de la que no se defiende.
Trabajó en 1613 como párroco en Clichy la Garenne y su mentor Bérulle, lo nombró preceptor de los niños y director espiritual de la madre de la importante familia de Philip Gondi, sobrino del arzobispo de París.
Comienza una vida palaciega entre cuatro cuidades: Montmirail, Joigny, Folleville y París.
En uno de los viajes a las extensas tierras de la familia, ejerce su ministerio con los pobres campesinos y conoce la precaria situación de los campesinos y sacerdotes que vivían ahí.
En ese momento hace el juramento de dedicar toda su vida a socorrer a los desfavorecidos, y desde ese día en adelante no pensará sino en subsanar el sufrimiento y necesidades de los pobres.
Este voto de servir a los pobres es la clave y el hito de toda su vida y fuente precursora de sus numerosas obras de caridad. Para mejorar su actitud se propuso un cambio radical en su forma de expresar y relacionarse.
Dijo:
“Me di cuenta de que yo tenía un temperamento bilioso y amargo y me convencí de que con un modo de ser áspero y duro se hace más mal que bien en el trabajo de las almas. Y entonces me propuse pedir a Dios que me cambiara mi modo agrio de comportarme, en un modo amable y bondadoso y me propuse trabajar día tras día por transformar mi carácter áspero en un modo de ser agradable.”
Muchos años después, uno de los más célebres predicadores del siglo XVII, Jacques-Bénigne Lignel Bossuet, se refirió a Vicente de Paúl en estos términos:
“Oh Dios mío, si el Padre Vicente de Paúl es tan amable, ¿Cómo lo serás Tú?». «¡Qué bueno debe ser Dios, exclamaba Bossuet, cuando ha hecho tan bueno a Vicente de Paúl!”
Esa bondad tan grande era fruto de su amor a Dios y de una humildad que se manifestaba hasta cuando era rodeado de los mayores honores.
Aclaró nuestro protagonista que fue sólo por su intensa vida de oración y de profunda entrega a su fe, la manera de poder superar sus malas tendencias a la hosquedad y la cólera. Solía decir, por experiencia propia, a los impacientes:
“Tres veces hablé cuando estaba de mal genio y con ira, y las tres veces dije barbaridades.”
Este es el motivo por el cual cuando le ofendían permanecía siempre callado, en silencio, como Jesús.
Además, por una coincidencia de la vida se encuentra con un anciano moribundo en Gannes, en el distrito del Oise, cerca del palacio de los Gondi, un encuentro que cambiaría toda su vida.
Éste tenía fama de ser un hombre de bien, sin embargo reveló a Vicente que por vergüenza y orgullo nunca había relatado a nadie sus verdaderos actos en confesión. El moribundo en sus estertores se encontraba en extrema soledad, decide confesarse y cuenta sus terribles actos a Vicente, suplicando el perdón de Dios. Descubrió de este modo la máscara que había llevado toda su vida, siendo considerado un ejemplo de bondad, cuando en realidad sus actos distaban mucho de la virtud.
Aquella disertación tocó el corazón de Vicente de Paúl y empieza a fijarse en todos los que cometen errores, se sienten perdidos, los que esperan el arrepentimiento y la aceptación de Dios.
A partir de este encuentro, Vicente desea divulgar a los más remotos lugares la ternura de Dios, que perdona y da nuevas oportunidades de resarcimiento de los errores.
Destinado a grandes misiones
Tras quedar impresionado por esas falsas apariencias, el 25 de enero de 1625, predicó en Folleville, cerca de Amiens, propuso a todos los fieles congregados allí, la idea de que fuesen a confesar su vida y empezar de esta manera una nueva vida, sin esta carga de los errores cometidos.
Este sermón fue tan impresionante que dio origen a una nueva congregación, creada para trabajar en la formación del clero de Francia y en otros países. La Congregación de la Misión fue financiada por la familia Gondi.
La actividad principal se resumía en jornadas intensivas de predicación y otros ejercicios destinados a reavivar la fe y regenerar las costumbres de las parroquias en que predicaban.
Pensaba Vicente que confesando los errores el fiel se liberaba de la vida anterior y podría recomenzar. La preparación para la confesión iba sin embargo, precedida de una intensa labor evangélica, en que se inculcaban a los fieles las verdades esenciales de la doctrina cristiana.
“Íbamos, ingenua y simplemente, enviados por los señores obispos, a evangelizar a los pobres como Nuestro Señor lo había hecho: he ahí lo que hacíamos. Y Dios hacía, por su lado, lo que había previsto desde toda la eternidad. Él daba algunas bendiciones a nuestros trabajos. Lo que, siendo visto, otros buenos eclesiásticos se unieron a nosotros y nos pidieron ser de los nuestros”. Considerando después la gran expansión de sus sacerdotes, el santo exclama: “¡Oh Salvador! ¿Quién pensó jamás que esto llegase al estado en que está ahora? A quien me lo dijera entonces, yo juzgaría que se estaba burlando de mí.”
Otros sacerdotes se unieron a él para instruir y predicar, lo que promovió la extensión de la evangelización a otras localidades, propiciando el inicio de otra congregación. La Congregación de los Sacerdotes de la Misión (Paúles), fundada oficialmente en abril de 1625.
A los sacerdotes y hermanos de esta comunidad religiosa se les conoce en Francia como Lazaristas, pues su sede es el Leprosario de Saint Lazare. No obstante, en Roma se le niega por dos veces la aprobación para instalarse.
Afirmó:
“Somos elegidos por Dios como instrumentos de su inmensa y paternal caridad, que quiere establecerse y dilatarse en las almas. (…) Por tanto, nuestra vocación no consiste en ir a una parroquia ni a un solo obispado, sino a toda la Tierra; y ¿para qué? Para inflamar el corazón de los hombres, para hacer lo que hizo el Hijo de Dios, que vino para prender fuego en el mundo, a fin de inflamarlo con su amor. Por tanto, es verdad que soy enviado, no sólo para amar a Dios, sino también para hacer que los demás lo amen. No me basta amar a Dios si mi prójimo no lo ama.”
Se traslada el 1 de agosto de 1617 a una pequeña parroquia entre Lyon y Ginebra, en la región de Bresse: la parroquia de Chantillon-des-Dombes, en la frontera de Saboya, donde ejerce como párroco. Restaura espiritualmente la parroquia que estaba deshecha por la herejía y el abandono.
Es allí donde Vicente se encuentra con la miseria material de los campesinos y reclama libertad de acción para los 8.000 colonos de la zona.
Percibiendo la necesidad de una mayor organización de la ayuda a los pobres, creó la fraternidad de la Caridad este mismo año, integrada por grupos tanto de hombres como de mujeres. Ellos trabajaban por separado, el objetivo era una vez más la evangelización de los campesinos, que se extendió rápidamente desde las áreas rurales hasta llegar a París.
Se observa la dimensión universalista de la visión del amor del sacerdote.
Sin embargo, el contacto constante con la miseria material de los campesinos le causa una continua inquietud con tal impacto que intentó formar continuamente instituciones y sistemas sociales para ayuda a los desafortunados.
Reflexiona y cree que no cumple su voto de servir a los pobres. Es entonces cuando se siente excesivamente incómodo en los palacios y decide dar un giro radical, deseoso de una vida más sencilla, abandonando las excelentes condiciones que le proporcionaba la familia Gondi.
Paúl relata estos hechos:
“Mientras me revestía para celebrar la Santa Misa, vinieron a decirme… que en una casa apartada de todas las demás, como a un cuarto de legua, estaban todos enfermos, hasta el punto de que no había una sola persona que pudiera atender a las demás, las cuales se hallaban en un estado de necesidad indescriptible. Esto me ocasionó una tremenda impresión.”
A la llamada de Vicente acuden todos los feligreses en ayuda de esa familia. Pero, para el, este movimiento espontáneo no es lo que se necesita, porque corre el peligro de no tener continuidad:
“Una enorme caridad, sí; pero mal organizada.”
Tres historias, tres vocaciones
Ante este caso de miseria familiar, Vicente pone manos a la obra para conseguir una ayuda duradera, más constante en el tiempo, lo que le impulsó a reunir a señoras de la burguesía local.
Luisa de Marillac siempre fue sensible a las dificultades de su entorno, estaba acostumbrada a visitar a los pobres y asistirles en sus problemas. Atenta a las necesidades de los más humildes, a petición de Vicente de Paúl fue a conocer a las primeras cofradías de la caridad.
Esta señora, viuda de noble nacimiento, demostró una mayor nobleza de alma, cuando abrazó junto a Vicente de Paúl la fundación de las Hijas de la Caridad, a la par que la dirección de las Damas de la Caridad, cuyo único objetivo era brindar ayuda a los pobres y enfermos. Ella fue la mano derecha del sacerdote, demostrando con el propio ejemplo y abnegación su dedicación a la obra.
Vicente y Luisa atestiguan que el servicio directo a los pobres no es fácil para las señoras de la nobleza o de la burguesía, por las diferencias de las clases sociales. Estas señoras voluntarias iban a llevar comida, ropa, cuidados y consuelo a pocilgas infectas. El choque de clases no favorecía la aceptación de la obra solidaria en el entorno familiar de las nobles voluntarias.
Margarita Naseau, una joven campesina de Suresnes, había aprendido a leer por sus propios medios, preguntando a las personas que consideraba instruidas que se cruzaban en su camino.
Su carácter autodictata demostraba el valor de esta mujer. Ella abrió en su aldea, con otras jóvenes campesinas, el aprendizaje de lectura para los niños, cuya única intención era servir a Dios. Se encontró a los 34 años con Vicente de Paúl durante una de las misiones de evangelización de los Paúles. Ella insufló en otras campesinas la llama del servicio.
En 1630, se unió a Vicente y a Luisa, en París, que le proponen ayudar a las señoras de las cofradías.
Vicente es feliz cuando percibe que las campesinas pueden ayudar a los pobres. Pero el hecho de crear dos grupos de pertenencia social diferente, uno distinguido, las señoras, y otro con las humildes jóvenes de los campos, no le parece aceptable. Después de tres años de reflexión, sus pensamientos se unen.
Tres historias, tres vocaciones, se cruzan y se unen para el servicio de los pobres. Las dificultades de las cofradías, abren por fin el camino a una nueva creación. En su lucha por mejores condiciones de vida para los más necesitados, instauró otra institución la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, Siervas de los Pobres, que nació el 29 de noviembre de 1633, que fundó con Doña Louise de Marillac y Margarita Naseau como colaboradora.
Difieren de otras Congregaciones religiosas de la época, porque tienen que ir al encuentro de los pobres, visitarlos en sus casas y, por ello, debían mantener la movilidad y la disponibilidad necesarias y vivir en medio de las personas marginadas a las que sirven. Las Cofradías se multiplicaron; hoy en algunos países se les llama equipos de San Vicente.
Para él, la caridad es sinónimo de amor efectivo.
Después de obstinadas súplicas para que regrese como preceptor de los Gondi, vuelve a estar vinculado aunque de otra manera, usando su posición como una base de influencia para la acción organizada para los menos favorecidos.
Emprende una marcha que tiene como objetivo una espiritualidad centrada en la solidaridad.
“Los pobres son nuestros amos y señores. Los pobres nos juzgarán.”
Consideraba que se debe dar una nueva dirección al sacerdocio: calcula que existen diez mil sacerdotes en la cuidad de París, mientras que en el campo los pobres sufren en medio de una aterradora ignorancia espiritual y material.
Repudio a la pasividad
No es lícito perderse en las teorías mientras muy cerca haya niños que necesitan un vaso de leche para subsistir.
Francisco de Sales, un contemporáneo suyo, lo consideraba:
“El sacerdote más santo del siglo.”
Comenzó en 1618 la Guerra de los Treinta Años y la devastación azotó Europa.
En 1619 fue nombrado capellán general de galeras. Vicente de Paúl está horrorizado por la calamitosa situación de los galeotes, maltratados y explotados.
Él los visita y los atiende personalmente de incógnito y obtiene de la familia Gondi un trato más humano hacia los galeones.
Vicente de Paúl decidió organizar la atención de los mutilados por la guerra.
Después de décadas de esfuerzos, en 1640 se dirigió personalmente al cardenal y primer ministro Richelieu, hombre que dominaba la política francesa, exigiéndole el fin de la guerra.
Las mujeres que atendían a los mutilados de guerra debían aprender sobre el cuidado de los enfermos, acoger y apoyar a los niños abandonados, cuidar a los prisioneros con el mejor trato posible y aprender a administrarse.
Ellas no tendrían hábito, ni velo, ni votos solemnes, pues estos son anclajes exteriores que no tienen ninguna importancia frente a la verdadera caridad que refleja la grandeza del alma. Estas desvinculaciones creó un enfrentamiento con la jerarquía eclesiástica.
Afirmaba:
“Al servir a los pobres, se sirve a Jesucristo. Hijas mías, ¡cuánta verdad es esto! Servís a Jesucristo en la persona de los pobres. Y esto es tan verdad como que estamos aquí. Una hermana irá diez veces cada día a ver a los enfermos, y diez veces cada día encontrará en ellos a Dios.”
Debido a su convicción, Vicente de Paúl expresó:
“Que tendrían para el monasterio las casas de los pacientes, para la celda, una habitación alquilada, para la capilla, la iglesia parroquial, el claustro, las calles de la ciudad.”
En 1633, la aprobación de Roma finalmente llegó a la Congregación de la Misión.
Fue nombrado limosnero real por Luis XIII, función en la cual luchó por mejoras en las condiciones de los aldeanos y campesinos.
Año 1643, el rey Luis XIII, viéndose a las puertas de la muerte, quiso ser asistido por Vicente de Paúl. Éste quedó siempre a su lado para ayudarlo a elevar su espíritu y su corazón a Dios, y a formar interiormente actos de religión y de conformidad con la muerte.
El rey murió en sus brazos y la viuda, Ana de Austria, que quedó como regente durante la minoridad de Luis XIV, nombró a Vicente para unirse al Consejo de Conciencia. En él, nuestro protagonista se esforzó para llevar a las más altas esferas la renovación religiosa, por medio del nombramiento de buenos obispos.
Ya en el año 1648 intentó junto a la reina Ana de Austria y el cardenal Giulio Raimondo Mazarini promover la paz.
Entre 1648 y 1653 realizó una notable labor caritativa en la guerra de Fronda que había incrementado en el país galo el número de menesterosos.
Afirmaba:
“Los pobres son nuestros señores y maestros. Maestros de la vida y del pensamiento. Junto a ellos la inteligencia se esclarece, el pensamiento se rectifica, la acción se ajusta, la vida se modela desde el interior.”
Sus misiones de evangelización se extienden a tierras africanas, resto de Europa y Madagascar. Le preocupaban los efectos nocivos de las misiones, lo que le lleva a escribir sobre la humildad como la primera característica y cualidad del sacerdote en las Misiones.
Decía:
“Estamos convencidos de que en todo y por todo somos un desecho y de lo más apremiante, a causa de la oposición que ofrecemos de nuestra parte a la santidad y perfecciones de Dios.”
Desencarnó a los ochenta años de edad, en el día 27 de septiembre de 1660, después de permanecer postrado por tener las piernas con llagas lo que le inmovilizaba por completo, y fue sepultado en la capilla madre de la Iglesia de San Lázaro en París.
Canonización
Fue beatificado 69 años después de su desencarnación, el 13 de agosto de 1729 y canonizado por el papa Clemente XII en el día 16 de junio de 1737, siendo declarado por León XIII patrono de todas las asociaciones de caridad en 1618, por la Iglesia Católica.
Cartas de Vicente de Paúl
Recientemente fueron encontradas más de 3.000 cartas que reflejaban su esfuerzo, trabajo y dedicación, dejándonos ejemplo de conducta evangélica.
Actualmente
Las Hijas de la Caridad están diseminadas por todo el mundo, sumando un total de 30.000 congregadas.
Esta congregación ha recibido muchos reconocimientos, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias 2005.
La congregación recibió además a lo largo de su historia, el nombramiento en España de Hijo predilecto de la provincia de Cádiz en 2016.
Espiritismo
En el Libro El Evangelio según el Espiritismo, dentro del capítulo XIII, No sepa tu mano izquierda lo que da tu mano derecha, El espíritu de Vicente de Paúl, La beneficencia, punto 12, explica:
“Sed buenos y caritativos, porque esa es la llave de los Cielos, llave que está en vuestras manos. La felicidad eterna se encuentra contenida en este precepto: “Amaos los unos a los otros”. El alma no puede elevarse en las regiones espirituales si no es a través de su consagración al prójimo, y sólo encuentra dicha y consuelo en los impulsos de la caridad.
Sed buenos, amparad a vuestros hermanos, dejad a un lado la horrible llaga del egoísmo.
Si cumplís con ese deber se os abrirá el camino de la felicidad eterna. Por otra parte, ¿quién de vosotros no ha sentido que su corazón late de júbilo, de íntima alegría, ante la narración de un hecho de generosa entrega, de una obra realmente caritativa? Si solamente buscarais el placer que una buena acción proporciona, permaneceríais siempre en el camino del progreso espiritual. No os faltan los ejemplos; la buena voluntad es la que escasea.
Considerad la infinidad de hombres de bien cuya veneración registra la historia. ¿No os dijo Cristo todo lo relativo a las virtudes de la caridad y el amor? ¿Por qué dejar a un lado sus divinas enseñanzas? ¿Por qué cerrar los oídos a sus sublimes palabras, y el corazón a sus dulces máximas?
Quisiera que los hombres dispensaran más interés, más fe, a las lecturas evangélicas. No obstante, desprecian ese libro, pues lo consideran un depósito de palabras vanas, una carta cerrada.
Dejan en el olvido ese código admirable. Vuestros males provienen, de hecho, del abandono voluntario al que relegáis ese compendio de las leyes divinas.
Así pues, leed esas páginas que irradian la abnegación de Jesús, y meditad acerca de ellas. Hombres fuertes, ceñid vuestras armas. Hombres débiles, convertid en armas la benevolencia y la fe que os caracterizan.
Sed más persuasivos, tened más constancia en la propagación de vuestra nueva doctrina. Sólo para estimular vuestra vigilancia y vuestras virtudes es que Dios permite que nos manifestemos entre vosotros. No obstante, si lo quisierais, os bastaría la ayuda de Dios y la de vuestra propia voluntad, pues las manifestaciones espíritas solamente están destinadas a los que tienen los ojos cerrados y el corazón rebelde.
La caridad es la virtud fundamental que debe sustentar el edificio de las virtudes terrenales. Sin ella, las demás no existen.
Si falta la caridad no existe la esperanza de un destino mejor, no hay interés moral que nos guíe. Si falta la caridad no existe la fe, porque la fe no es más que un rayo de gran pureza que confiere brillo al alma caritativa. La caridad es, en todos los mundos, el ancla eterna de la salvación; es la más pura emanación del Creador; es su propia virtud, que Él ha legado a la criatura.
¿Cómo despreciar esa suprema bondad? ¿Qué corazón compenetrado con ella sería tan perverso para reprimir y expulsar ese sentimiento absolutamente divino? ¿Qué hijo sería tan maligno para revelarse contra esa tierna caricia, la caridad?
No pretendo hablar de lo que hice, porque los Espíritus también tenemos pudor por nuestras obras. Con todo, considero a la que comencé como una de las que más habrán de contribuir al alivio de vuestros semejantes. Veo a menudo que los Espíritus solicitan que se les conceda la misión de continuar mi tarea.
Veo a mis bondadosas y queridas hermanas, en su piadoso y divino ministerio. Las veo mientras practican la virtud que os recomiendo, con toda la alegría propia de esa existencia de dedicación y sacrificios. Para mí constituye una inmensa felicidad observar cómo esa obra les ennoblece el carácter, y cuánto aprecian y resguardan la misión que desempeñan.
Hombres de bien, de buena y firme voluntad, uníos para continuar ampliamente la obra de propagación de la caridad.
Hallaréis la recompensa de esa virtud en su propia práctica. No hay alegría espiritual que la caridad no proporcione desde la vida presente. Sed unidos. Amaos los unos a los otros, según los preceptos de Cristo. Así sea.”
En el capítulo XVII, La Virtud, el espíritu de François-Nicolas-Madeleine- Morlot, arzobispo de París en París, meses después de su desencarnación 1863, le cita como ejemplo de virtud en un mensaje mediúmnico para la codificación espírita:
“La virtud, en su más alto grado, comprende el conjunto de las cualidades esenciales que constituyen el hombre de bien. Ser bueno, caritativo, laborioso, sobrio y modesto, son cualidades del hombre virtuoso.
Lamentablemente, esas cualidades muchas veces están acompañadas de pequeñas enfermedades morales, que les quitan el encanto y las empalidecen. Aquel que hace ostentación de su virtud no es virtuoso, puesto que le falta la cualidad principal: la modestia, y tiene el vicio que se le opone: el orgullo. A la virtud verdaderamente digna de ese nombre no le gusta exhibirse. Hay que adivinar su presencia, pues se oculta en la oscuridad, y huye de la admiración de las multitudes. San Vicente de Paúl era virtuoso, como eran virtuosos el digno cura de Ars y muchos otros a quienes el mundo prácticamente ignora, pero a quienes Dios conoce.
Todos esos hombres de bien no pensaban que fuesen virtuosos: se dejaban llevar por el impulso de sus sagradas inspiraciones, y practicaban el bien con desinterés absoluto y pleno olvido de sí mismos.
A esa virtud, comprendida y practicada de ese modo, os invito, hijos míos. A esa virtud, en verdad cristiana y espírita, os exhorto a que os consagréis. No obstante, apartad de vuestros corazones la idea del orgullo, de la vanidad y del amor propio, que ineludiblemente quitan el encanto de las más hermosas cualidades.
No imitéis a ese hombre que se presenta como modelo, y hace alarde de sus propias cualidades a los oídos complacientes. La virtud que se ostenta esconde a menudo una infinidad de pequeñas torpezas y de detestables cobardías.
En principio, el hombre que se enaltece a sí mismo, que erige una estatua a su propia virtud, anula por ese simple hecho todo el mérito efectivo que puede tener. Pero ¿qué diré de aquel cuyo único valor consiste en aparentar lo que no es?
Admito que el hombre que practica el bien experimenta una satisfacción íntima en el corazón, pero a partir del momento en que esa satisfacción se exterioriza en busca de recibir elogios, degenera en amor propio. ¡Oh, todos vosotros, a quienes la fe espírita ha dado abrigo con sus rayos, y que sabéis cuán lejos está el hombre de la perfección, jamás tropecéis con semejante escollo! La virtud es una gracia que deseo para todos los espíritas sinceros.
Con todo, os diré: Más vale poca virtud con modestia, que mucha con orgullo. Por el orgullo las generaciones sucesivas se han perdido; por la humildad habrán de redimirse un día.”
En el Libro de los Espíritus, nos afirma que:
Los espíritus anuncian que son llegados los tiempos que la Providencia señaló para que se produjera una manifestación universal, y siendo ellos los ministros de Dios y agentes de su voluntad, su misión consiste en instruir e iluminar a los hombres, inaugurando una nueva era para la regeneración del género humano.
Este libro es la recopilación de sus enseñanzas. Ha sido escrito por orden y bajo el dictado de Espíritus superiores, para asentar los cimientos de una filosofía racional, libre de los prejuicios del sectarismo. No contiene nada que no sea la expresión de su pensamiento y que no haya sido controlado por ellos.
Entre los Espíritus que cooperaron a la realización de esta obra, muchos vivieron en la Tierra, en diversas épocas, predicando y practicando la virtud y la sabiduría. Otros no corresponden, por sus nombres, a ningún personaje cuyo recuerdo haya perpetuado la historia, pero su elevación es atestiguada por la pureza de su doctrina y su unión con aquellos que llevan nombres venerables.
He aquí los términos en que han dado ellos por escrito, y sirviéndose de diversos médiums, la misión de organizar este libro: San Vicente de Paúl fue uno de ellos.
En el Libro de los Espíritus, Libro Tercero capítulo XI, Ley de Justicia, Amor y Caridad, ítem Caridad y amor al prójimo:
En la cuestión 886. ¿Cuál es el verdadero sentido de la palabra caridad, tal como Jesús la entendía?
Benevolencia para con todos, indulgencia hacia las imperfecciones de los demás, perdón de las ofensas.
Amor y caridad son complementos de la ley de justicia, porque amar al prójimo es hacerle todo el bien que nos sea posible y que querríamos que se nos hiciese a nosotros mismos.
Tal es el sentido de las palabras de Jesús:
“Amaos los unos a los otros como hermanos.”
Según Jesús, la caridad no se limita a la limosna. Abarca todas las relaciones que con nuestros semejantes tenemos, ya sean ellos inferiores a nosotros, nuestros iguales o superiores. La caridad nos ordena ser indulgentes, porque también nosotros necesitamos la indulgencia de los demás. Nos prohíbe humillar a las víctimas del infortunio, contrariamente a lo que con sobrada frecuencia se hace.
Preséntesenos una persona acaudalada y le dispensaremos mil consideraciones y atenciones.
Si es pobre, en cambio, no parece que tengamos necesidad de incomodarnos por ella. Por el contrario, cuanto más deplorable sea la situación de una persona, tanto más debemos cuidar de no agregar la humillación a su desgracia.
El hombre bueno de veras trata de elevar al inferior a sus propios ojos, acortando la distancia existente entre ambos.
También ha dicho Jesús:
“Amad a vuestros enemigos.”
Claro está que no podemos profesar a nuestros enemigos un amor tierno y apasionado. No es lo que Él quiso decir, Amar a nuestros enemigos , significa perdonarlos y devolverles bien por mal.
De esta manera nos hacemos superiores a ellos. En cambio, con la venganza nos colocaríamos por debajo de su nivel. Ahora bien, el amor a nuestros enemigos ¿no contraría nuestras naturales tendencias, y la enemistad no proviene acaso de la falta de simpatía entre los Espíritus?
En la cuestión 888, encontramos: ¿Qué pensar de la limosna?
El hombre reducido a mendigar limosna se degrada en lo moral tanto como en lo físico. Se embrutece. En una sociedad basada en la ley de Dios y en la justicia se debe proveer a la vida del débil sin que ello comporte humillación para él.
Esa sociedad tiene que asegurar la subsistencia de aquellos que no pueden trabajar, sin dejar su vida a merced de las circunstancias y de la buena voluntad de los demás
Cuestión 888 a: Entonces, ¿reprobáis la limosna?
No, lo vituperable no es la limosna en sí, sino con frecuencia la forma de darla. Porque el hombre de bien, que entiende la caridad de acuerdo con Jesús, se llega hasta el desdichado, sin esperar que éste le tienda la mano.
La auténtica caridad es siempre buena y benevolente. Consiste tanto en la acción misma como en el modo de llevarla a cabo. Un servicio que se preste con delicadeza valdrá el doble. Si se le hace con altanería, puede que la necesidad fuerce a su aceptación, pero el corazón del favorecido no quedará impresionado.
Acordaos también de que la ostentación resta a los ojos de Dios, el mérito del beneficio realizado. Dijo Jesús: “No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha”. Con ello os enseña a no deslucir la caridad por causa del orgullo.
Es menester que distingamos entre la limosna, propiamente dicha, y la benevolencia. No siempre el más necesitado es el que pide.
El temor de una humillación hace retroceder al que de veras es pobre, y con frecuencia sufre su miseria sin quejarse. A éste es a quien el hombre realmente humanitario sabe ir a buscar para socorrerlo sin ostentación.
Amos los unos a los otros: esta es toda la ley. Ley divina con que gobierna Dios los mundos. El amor es la ley de atracción para los seres vivientes y organizados. Y la atracción es la ley del amor para la materia inorgánica.
Nunca echéis al olvido que el Espíritu, sean cuales fueren su grado de adelanto y su situación de reencarnado o en la erraticidad, está siempre colocado entre un superior que le guía y perfecciona y un inferior hacia el cual tiene las mismas obligaciones. En consecuencia, sed caritativos, no sólo con esa caridad que os lleva a sacar del bolsillo el óbolo que fríamente dais a aquel que se atreve a pedíroslo, sino adelantaos a las miserias escondidas. Sed indulgentes para con las ridiculeces de vuestros semejantes. En vez de despreciar la ignorancia y el vicio, instruidlos y moralizadlos. Sed dulces y benévolos con todo lo que os sea inferior. Proceded igual con los seres más ínfimos de la Creación, y habréis obedecido a la ley de Dios.
Todo esto nos esclarece el espíritu de Vicente de Paúl. ¡Qué maravilla! Cuantas enseñanzas, cuanta verdad en sus palabras. Si nos preocupásemos en realizarlas en vez de perdernos en futilidades de la vida, daríamos saltos en vez de pasos rumbo a la espiritualidad superior.
En El Libro de los Médiums, capítulo XXXI, Sobre las Sociedades Espíritas, ítem XX, Vicente de Paúl, afirmó :
“La unión hace la fuerza. Permaneced unidos para ser fuertes. El espiritismo ha germinado, y echó raíces profundas. Habrá de extender sobre la Tierra su ramaje bienhechor. Es preciso que os volváis invulnerables a los dardos envenenados de la calumnia y de la oscura falange de los Espíritus ignorantes, egoístas e hipócritas. Para lograrlo, es necesario que una indulgencia y una benevolencia recíprocas rijan vuestras relaciones; que vuestros defectos pasen desapercibidos; que sólo se vean vuestras cualidades; que la antorcha de la amistad sagrada os congregue, ilumine y dé calor a vuestros corazones. Sólo así resistiréis los ataques impotentes del mal, como el peñasco inamovible ante el oleaje furioso.”
Dentro del Capítulo XXXI, ítem XXVI, podemos leer sus palabras:
«El espiritismo debería ser un escudo contra el espíritu de discordia y de disensión. Pero ese espíritu, a lo largo del tiempo, ha venido blandiendo su antorcha sobre los humanos, porque envidia la felicidad que la paz y la unión proporcionan. ¡Espíritas! Él puede penetrar en vuestras reuniones, y no os quepa duda de que tratará de sembrar en ellas la enemistad. No obstante, será impotente contra aquellos que estén animados por la verdadera caridad.
Así pues, sed cautelosos, y estad vigilantes sin cesar en la puerta de vuestro corazón, así como en la de vuestras reuniones, para que el enemigo no ingrese. Si vuestros esfuerzos para que no invada a los demás resultaran inútiles, siempre dependerá de vosotros impedirle el acceso a vuestra propia alma. Si hubiera disensiones entre vosotros, sólo los Espíritus malos habrían podido suscitarlas. Por consiguiente, aquellos que se encuentren compenetrados, en el más alto grado, del sentimiento de los deberes que tanto la urbanidad como el verdadero espiritismo les imponen, deben mostrarse más pacientes, más dignos y más conciliadores. En ocasiones, los Espíritus buenos permiten esas luchas, en las que tanto los buenos como los malos sentimientos se exteriorizan, a fin de que se separe el trigo de la cizaña. No obstante, ellos estarán siempre del lado donde haya más humildad y verdadera caridad.»
En el Ítem XXX, del mismo capítulo, Comunicaciones apócrifas, con maestría Vicente de Paúl nos enseña:
“Hijos míos, nuestro mundo material y el mundo espiritual, que muy pocos conocen aún, son como dos platillos de la balanza perpetua. Hasta ahora nuestras religiones, nuestras leyes, nuestras costumbres y nuestras pasiones han hecho de tal modo descender el platillo del mal y ascender el del bien, que se ha visto al mal reinando soberano en la Tierra. Hace siglos que siempre sale la misma queja de la boca del hombre, y la conclusión fatal es la injusticia de Dios.
Algunos incluso llegan a la negación de la existencia de Dios. Veis todo aquí y nada allá. Veis lo superfluo que ofende a la necesidad, el oro que reluce junto al lodo, y todos los más provocativos contrastes, que deberían probaros vuestra doble naturaleza. ¿A qué se debe esto?
¿Quién tiene la culpa?
Eso es lo que hace falta investigar con calma e imparcialidad. Cuando sinceramente se desea hallar un buen remedio, se lo encuentra.
Pues bien, a pesar de ese dominio del mal sobre el bien, por vuestra culpa, ¿por qué no veis cómo lo demás va directo por la línea que Dios ha trazado? ¿Veis a las estaciones desconcertarse? ¿Los calores y los fríos se oponen sin consideración? ¿La luz del Sol se olvida de iluminar a la Tierra? ¿Olvida la Tierra, en su seno, las semillas que el hombre ha depositado en ella?
¿Veis la cesación de los miles de milagros perpetuos que se producen ante nuestros ojos, desde que brota una brizna de hierba hasta el nacimiento de un niño, que es el hombre futuro? No obstante, pese a que todo marcha bien del lado de Dios, todo marcha mal del lado del hombre. ¿Cuál es el remedio para esto?
Muy sencillo: aproximarse a Dios, amarse, unirse, comprenderse y seguir tranquilamente la ruta cuyos mojones se ven con los ojos de la fe y de la conciencia.”
Un carisma multifacético
Un verdadero padre de los pobres, Vicente de Paúl, realizó una gran labor caritativa, luchando hasta su muerte y después de desencarnado en la educación del ser humano, dejando un ejemplo de conducta recta.
Amigo de los pobres y de reyes es una figura emblemática en su dedicación y entrega a la labor solidaria.
Dotado de grandes virtudes, se transformó de pastor de ovejas en pastor de hombres, construyendo congregaciones que perpetuasen las enseñanzas evangélicas y sufragasen las necesidades de los pobres.
Las congregaciones nacieron de forma imperceptible, como las cosas de Dios, sin embargo actualmente la Compañía está presente en 93 países, en los cinco continentes.
Su visión, al principio restringida a su pequeño ámbito de acción en el poblado en que vivía se fue ampliando progresivamente hasta incluir condenados a galeras, enfermos, pobres, niños abandonados, soldados heridos, esclavos, ancianos desamparados, mendigos, refugiados de guerra o nativos paganos de Madagascar.
Ya en el mundo espiritual sigue colaborando en la tarea de evangelización por medio de sus comunicaciones psicografiadas por los médiums que trabajaron en la confección de la Codificación Espírita. Sus cartas mediúmnicas siguen trayendo consuelo y consejos.
Supo doblegar su carácter en vida, asistió a los pobres en sus necesidades materiales y espirituales y sigue asistiendo desde el mundo espiritual los pobres de espíritu, en sus carencias morales, mostrándolos el camino para alcanzar la felicidad. Por todo ello le rendimos un sincero, afectuoso y merecido homenaje como exponente del espiritismo.
Cláudia Bernardes de Carvalho
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Bibliografía
Kardec, A., El Libro de los Espíritus
Kardec, A., El Libro de los Médiums
Kardec, A., El Evangelio según el Espiritismo
Sacramento, Juan del Santísimo, Vida del Venerable Siervo de Dios Vicente de Paúl, p. 2, Nápoles 1701.
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