Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios
Decía Seneca que «la gran parte de la bondad que hay en el mundo es el resultado del esfuerzo diario por hacer el bien.”
La bondad es activa, por ello las personas de buen corazón no se cansan de dar lo mejor de sí mismas en todo momento, circunstancia y a cualquier persona.
Actúan con una voluntad perseverante en el bien porque su desarrollo moral les lleva a discernir y tener claras sus prioridades de la vida siguiendo un camino recto de valores y principios focalizados en una actitud de servicio desinteresado y auténtico, por ello son los acompañan a aquellos que pasan por un mal momento; los que intentan cubrir las necesidades del otro; los que dan consuelo; los que levantan la voz ante una injusticia, ofrecen su mejor lado sin aparentar el cansancio ni queja, no son los que se limitan a ver pasar la vida desde su butaca como mero espectador de ella, por el contrario son aquellos que levantan la voz ante las injusticias, evitan el egoísmo y actúan con humildad.
Prefieren la empatía, la cooperación, renunciando a si mismos y en beneficio de los demás, todo ello lo realizan de manera contundente y con gran fortaleza porque su instinto se mueve por la nobleza de su corazón.
En la vida nos vamos a encontrar corazones limpios y también corazones sucios, Jesús con esta bienaventuranza nos indica claramente que “ver a Dios” implica pureza de alma.
No hay otra manera de purificar el alma que seguir el sendero de Jesús, los espíritus superiores nos dicen en El libro de los Espíritus en la pregunta 625:
“¿Cuál es el ejemplo más perfecto que Dios ha ofrecido al hombre para que le sirva de guía y modelo?, Ved a Jesús”.
Jesús puede presentarse así como el limpio por excelencia, desde la perspectiva del corazón que es feliz haciendo felices a los otros.
Para ello debemos iniciar un proceso de higiene espiritual que supone un cambio y una transformación moral en nuestra vida. Renunciando al mal para abrazar el bien.
Dejando de ser “sepulcros blanqueados” y para comenzar ese proceso la mirada debe de estar dirigida a nuestro corazón ( ¡no el del vecino!) poniendo en valor el autoconocimiento “Conócete a ti mismo” como dicen los espíritus superiores en la pregunta 919 de El libro de los Espíritus.
Frente a una limpieza que puede acabar siendo “exterior”, Jesús ha puesto de relieve la bienaventuranza de la limpieza del corazón, ha destacado el Maestro la felicidad del corazón que se abre en forma solidaria a todos y que resulta de la conciencia tranquila por el cumplimiento del deber. Jesús siempre busca tratar con nuestra naturaleza interna, nuestro espíritu y nuestras acciones.
Necesitamos en este trabajo de depuración saber quiénes somos, conocer nuestras faltas y defectos, conocer nuestras debilidades, y descubrir nuestros deberes, interrogando continuamente a nuestra conciencia por si ocasionamos algún mal a alguien o dejamos pasar la posibilidad de hacer un bien.
Limpiar el corazón es decir SI AL AMOR y NO AL ORGULLO Y AL EGOISMO y toda la maledicencia que conlleva en forma de celos, venganza, envidia, critica, etc.
Cada cual debe ir descubriendo su realidad, y aquello que lo contamina y ensucia su corazón, contribuyendo activamente para su propio proceso evolutivo, todo ello se consigue con esfuerzo, voluntad y perseverancia.
Sugerencia leer publicación de SEDE: ¿Cómo saber si eres una persona orgullosa?
Esta transformación moral, va purificando nuestra alma permitiendo ver lo que no se veía antes, es el despertar de la conciencia, y por tanto un inicio al conocimiento de Dios y de Su Ley.
Uno de los sentidos de la vida, es tener una relación saludable con las Leyes de Dios y llevarlas a la práctica con generosidad y constancia.
En definitiva es “aprender a AMAR”.
El amor verdadero es aquel que Jesús nos mostró en el paso de su vida llena de tribulaciones y aun así llevo el amor a su máxima expresión.
Hemos ido a lo largo de las distintas reencarnaciones adquiriendo hábitos, vicios y egos, que nos han ido alejando de esa sencillez de la que fuimos creados por Dios, y que sin duda han ido enturbiando nuestro corazón, pero la Ley Natural de Progreso nos pone cara a nuestro verdadero destino como espíritus, llegar a ser espíritus perfectos.
El Libro de los Espíritus en su pregunta 895:
Además de los defectos y los vicios acerca de los cuales nadie podría equivocarse, ¿cuál es el signo más característico de la imperfección?
El interés personal.
Las cualidades morales suelen ser como el dorado que se aplica sobre un objeto de cobre y que no resiste la piedra de toque. Un hombre puede poseer cualidades reales que hagan que el mundo lo considere un hombre de bien.
No obstante, aunque esas cualidades sean un indicio de progreso, no siempre soportan determinadas pruebas, y a veces basta pulsar la cuerda del interés personal para que el fondo quede al descubierto.
El verdadero desinterés es algo tan raro en la Tierra que cuando se hace presente se lo admira como a un fenómeno.
”El apego a las cosas materiales es un notorio signo de inferioridad, porque cuanto más se aferra el hombre a los bienes del mundo, tanto menos comprende su destino. Mediante el desinterés, en cambio, prueba que contempla el porvenir desde un punto de vista más elevado.”
Cuestión 244 del mismo libro:
Los Espíritus, ¿ven a Dios?
“Sólo los Espíritus superiores lo ven y lo comprenden. Los Espíritus inferiores lo sienten y lo adivinan.”
En El Evangelio según el Espiritismo, Cap VII, nos explica el significado de esta bienaventuranza, en distintos aspectos, Jesús Maestro de maestros, trazaba mediante esta hermosa bienaventuranza, la relación perfecta que debíamos tener con nuestro padre, “ Dios inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas”, que sabiendo de nuestras imperfecciones, nos invita a esta relación a través de un trabajo de depuración de nuestros sentimientos y pensamientos egoístas y orgullosos.
En la actualidad podemos decir que hemos crecido en el desarrollo intelectual, sin embargo, también está creciendo a un ritmo vertiginoso la indiferencia moral.
Si somos conscientes de ello, y entendemos que la felicidad solo llegará a nosotros cuando despertamos el deseo y “la SED” del bien, ya estaremos dispuestos al aprendizaje del “amar”.
Este es un camino de liberación que nos despoja de todos esos tóxicos que nos obnubilan la mente y empañan el corazón.
Allan Kardec, el codificador de la doctrina espírita en El Evangelio según el Espiritismo, hace un análisis bastante profundo de esta bienaventuranza:
«Dejad que los niños vengan a mí.»
¿Cómo puede ser posible que el reino de los cielos sea para aquellos que se le parezcan a los niños?
La doctrina espírita en El libro de los Espíritus, nos lleva al análisis de la reencarnaciónen, la pregunta 166 y siguientes como respuesta inequívoca a esta cuestión, «la expiación y el mejoramiento progresivo de la humanidad es el propósito de la reencarnación.»
Sin eso, ¿Dónde estaría la justicia?
Los niños aunque no lo parezca, son espíritus que la mayoría son muy viejos en edad espiritual porque han tenido ya el bagaje de muchas existencias.
Pero aparentemente su biología no lo expresa así, y gracias “a la ley del olvido” de nuestras existencias pasadas, ignoramos todas aquellas experiencias que vivimos en el ayer y las deudas de amor que hemos dejado contraídas en nuestras diversas existencias, saldándolas ahora y sin saber que posiblemente, el más próximo a nosotros fue el mayor enemigo del pasado. La oportunidad de una nueva vida permite empezar de cero, proporcionando al ser una nueva ocasión de reiniciar las relaciones, desde una nueva educación y experiencias.
Cuando nacemos estamos en una fase muy prematura, carente de todo pensamiento de egoísmo y orgullo, porque lo que hay en un niño es un estado de sencillez y naturalidad pendiente de desarrollo intelectual y moral.
Por ello un niño muestra con su nobleza el estado de “pureza del corazón”. Por eso Jesús toma la infancia como emblema de esa pureza.
Pecado de pensamiento. Adulterio
La palabra adulterio no debe entenderse aquí en el sentido exclusivo de la acepción que le es propia, sino en un sentido más amplio. Jesús la empleó a menudo por extensión, para designar el mal en cualquier forma, específicamente el de pensamiento, enseñando que la verdadera pureza no reside solamente en los actos; sino también en el pensamiento, porque quien tiene el corazón puro ni siquiera piensa en el mal. Eso es lo que quiso decir Jesús, Él condena el mal de pensamiento, porque constituye una señal de impureza.
Por ello es necesario analizarlos y someterlos a juicio sobre la validez moral que presentan, pues son los que determinan nuestro equilibrio espiritual en la medida de que estos nos impulsan y condicionan al modo de relacionarnos con las personas y las experiencias de la vida.
Por ello Jesús decía “vigilar vuestros pensamientos.”
Verdadera pureza. Manos no lavadas
No basta, pues, tener la apariencia de la pureza; ante todo es preciso tener la pureza del corazón.
La vida nos lleva ante situaciones, que nos ponen a prueba para ver qué es lo que nos sale del interior, sin duda eso es lo que tenemos y no lo que aparentamos tener o ser.
En ese proceso de desintoxicación o pureza del corazón debemos quitarnos las máscaras que vestimos del personaje que no somos porque la vida no es un teatro es una dadiva de Dios en una oportunidad de entender, aprender, y trabajar sobre “lo que le falta y lo que le sobra a nuestro espíritu».
La falta del autoconocimiento impide la transformación moral, quedando a merced de los impulsos del ego, y que el orgullo sabe muy bien manejar para llevarnos a una ruina moral y espiritual.
Por ello es tan importante poner en valor en nuestro trabajo personal la moral vivida con naturalidad y sinceridad sin ocultarnos o esquivar nada en nosotros que pueda suponer una oscuridad o defecto, apartando los actos de ostentación o de hipocresía colocándonos máscaras para aparentar lo que no somos, incentivados por el orgullo y egoísmo de querer ser «MAS” que los demás.
Hagamos uso de la humildad y seamos transparentes. No tengamos miedo a trabajar a la plenitud de la luz del corazón porque, ¡A Amar, se aprende amando!
Y así nos vamos acercando poco a poco a un estado de dicha o de buenaventura. Sin duda la felicidad es un atributo de la pureza del corazón del que ya gozan muchos espíritus.
Escándalos. «Si vuestra mano es motivo de escándalo, cortadla.»
Este Evangelio es de los más complejos y menos entendidos generando bastante polémica.
Se entiende por escándalo toda acción amoral y especialmente por la repercusión del mal que tiene en los demás. Los espíritus superiores nos explican que esta enseñanza de Jesús , significa que es posible que de un “mal” en cualquiera de sus formas, y que no está bien desde el punto de vista espiritual, puede surgir “un bien”.
El mundo está lleno de conflictos en forma de guerras, desigualdades sociales. Esto es “el escándalo”, pero sabemos que la ley de causa y efecto es un instrumento de la divinidad para poder rescatar deudas del pasado, y es en estas circunstancias de escándalo es cuando más posible se hace evidente la caridad y el amor al prójimo, en una actitud de servicio altruista y por amor, así pues las almas pueden progresan en su capacidad intelectual y moral.
Pero también dice Jesús ¡ ay de aquel por quien el escándalo viene! y es necesario que se dé ese mal, pero no seas tú el que lo provoque.
Por ello, la doctrina espírita nos invita a nuestra “transformación moral”, Jesús nos está explicando que todo motivo de escándalo en nuestro interior que genere mal, debe ser retirado desde nuestro interior. Cuando dijo: «bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios», estaba diciendo trabaja por ser humilde y simple de corazón, y tu meta final será entrar en una relación feliz con Dios, esto solo sucede cuando nos comprometemos con EL BIEN.
Reflexiones
1.-¿Cuáles son mis prioridades en la vida?
2.- ¿Dónde está mi corazón?
3.- ¿Qué me falta y me sobra para tener un corazón limpio?
4.- ¿Cómo son mis pensamientos y mis sentimientos?
¡Dios no mira las apariencias sino que mira al corazón!
Por ello, trabajemos nuestro corazón en la medida que nos sea posible, eliminando todas las toxicidades e impurezas de pensamientos, palabras, acciones u omisiones que oscurecen nuestro corazón y nos impiden ser cada día un poco mejores.
Como vemos en el Sermón de la montaña, el Mesías trató de impulsarnos a limpiar nuestras actitudes por medio de la rectitud de acciones con el fin de que por fin podamos ascender espiritualmente y poder comprender Dios en su magnificencia.
Si tuviésemos que hacer “un carnet de identidad” de un corazón limpio entre sus datos no faltaría:
Persona activa “en y para el Bien”.
Trabajan constantemente en sí mismos para su autoconocimiento en vista a su transformación moral.
Le gusta practicar la caridad, dan y se dan así mismos sin queja ni cansancio sin reconocimiento y mérito alguno por ello.
Son congruentes en su modo de comportarse en la vida y con los demás poniendo en valor “la moral de Jesús”.
Tienen un alto sentido de la justicia intentando hacer siempre lo correcto.
Son de carácter conciliador a fin de superar cualquier conflicto o disputa, siempre pregunta al amor, qué es lo correcto en esta o aquella circunstancia.
Su meta es un fin transcendental para conquistar la pureza de su espíritu.
Con estas credenciales el ser espiritual demuestra que su corazón es limpio y se merece que le sea franqueada la comprensión amplia de Dios.
Ana García y Cláudia Bernardes de Carvalho
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