Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos
Gandhi afirmó que el Sermón de la Montaña revolucionó su vida y fundamentó las bases de su doctrina a la no violencia, si esto lo llevásemos a la práctica el mundo sería mucho mejor.
“Las bienaventuranzas” son como el carnet de identidad de Jesús, dibujan su rostro y nos marcan su rastro.
El que decide seguir el “sendero de Jesús” da vivencia experimental a las Bienaventuranzas conquistando tramos de auténtica felicidad. Sin duda, todas ellas son un programa moral para la vida terrenal.
La Bienaventuranza primera nos dice así:
“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.”
Con ella se nos invita a purificar nuestro corazón de sus imperfecciones y al amor de Dios por encima de todo.
Centrados en las enseñanzas que nos cede el espiritismo, especialmente en El Evangelio según el Espiritismo, cap. VII:
¿QUE SIGNIFICA POBRES DE ESPIRITU?, no es lo mismo ser pobre de espíritu que un espíritu pobre.
Ser pobre de espíritu es ser humilde frente a Dios, obedecer sus leyes que engloban el amar a nuestro semejante y a Él sobre todas las cosas materiales, emocionales y psicológicas.
Ser pobre de espíritu es comprender que todos somos iguales, es no alimentar ninguna pretensión de superioridad o infalibilidad frente a cualquier otro ser.
Sabemos que todos sin excepción tendremos que entrar en el mundo invisible, por medio de la muerte, por lo tanto, aquel que desea recibir las ventajas del Mundo Mayor, que desea ser bien considerado en el Más Allá, debe primero servir con humildad.
Todos los espíritus son de la misma esencia y todos los cuerpos son modelados con los mismos elementos, o sea, todos somos espíritus imperfectos buscando por medio de las diferentes experiencias de la vida ser mejores.
Por eso, todo el que se eleve, será rebajado; y todo el que se rebaje, será elevado, dijo Jesús.
A los pobres y oprimidos que confían en Él, que saben confiar en los designios de Dios, les será concedido el Reino de los Cielos.
La propia palabra “pobreza” tiene una connotación de carencia, necesidad, miseria, frecuentemente entendemos por pobreza la falta de pan o sustento para lo imprescindible, y ésta es una realidad que hoy por hoy el hombre no ha sabido manejar, pero también hay otra pobreza de mayor intensidad y que está mucho más extendida en el mundo, ocasionando mucho dolor que es “la falta de amor”, el mundo hoy por hoy es pobre de amor.
Además, podemos seguir abundando en ese concepto sin desdecir lo anterior, en un sentido y con fundamento en la doctrina espírita, y en su contexto.
Comprendiendo que siendo inmaterial el espíritu, la mirada de nuestro análisis va dirigido esencialmente a nuestros pensamientos; sentimientos; acciones y por supuesto aptitudes.
Los de mayor peso son los arraigados al orgullo y egoísmo porque de manera incesante están llenando al espíritu más de sí mismo, haciéndolo “rico”, y, sin embargo, aquellos otros que más elevados son ligeros y hacen “pobre al espíritu” porque no tienen nada de sí mismo.
Cuando el espíritu está lleno de orgullo y egoísmo evidentemente hay una gran indigencia de amor. El ego se potencia y se llena más de sí mismo “llenando” de tóxicos al espíritu.
Origen de todos nuestros males cuya destrucción es tarea personal tratando de ajustarnos lo máximo posible a la Ley de Dios y que Jesús dejó manifiesta en “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.”
«Aquellos hombres sabios y experimentados, según el mundo, por lo general tienen tan alta opinión de sí mismos y de su superioridad, que consideran que las cosas divinas son indignas de su atención, como concentran la mirada en su propia persona, no pueden elevarla hasta Dios.”, “esta tendencia a creerse por encima de todo, con frecuencia solo los conduce a negar aquello que, por no estar a su alcance podría rebajarlos.”
El espiritismo enseña que: los que son considerados como grandes en el mundo de los espíritus, los apreciados y victoriosos son los que fueron discretos, pequeños y humildes en la Tierra, pues llevarán en su bagaje al Más Allá sus virtudes nobles que son las verdaderas grandezas del alma.
Además, la doctrina espírita explica que a menudo los considerados muy pequeños en el mundo de los espíritus son los que en la Tierra eran los más grandes y poderosos, que centraron su atención en adquirir riquezas, títulos, gloria y reconocimiento, estos son los espíritus pobres.
Algunas personas no les importa la forma como consiguen sus objetivos, no tienen miramientos por humillar, despreciar, engañar o manipular las situaciones o personas con el fin de lograr sus metas.
Estas acciones y procederes engrandecen el orgullo, que es una de las principales barreras que el hombre debe sobrepasar. No podemos ser felices si falta la mutua benevolencia, ¿cómo puede la benevolencia coexistir con el orgullo?, ¡es imposible!
Como estos tesoros no son realmente importantes para el espíritu, se ven el mundo espiritual desprovisto de buenos bienes.
Reflexión
¿Qué repercusión tiene está bienaventuranza en nuestras vidas?
Hagamos una retrospección, una miradita hacia adentro cada uno y lleguemos a alguna conclusión.
Porque “pobre de espíritu” es más una cuestión de ser que de tener.
El mensaje de Jesús es totalmente consolador, es una motivación a la verdadera felicidad, a la dicha.
¿Qué nos impide ser pobres de espíritu?
1.- ¿Quiero serlo?
Eso supone un estado de conciencia que nos lleve a la necesidad de despojarnos y vaciarnos de “a nosotros mismos” (orgullo y egoísmo), edificando un corazón en silencio para llenarlo del amor de Dios y volcarlo en servicio a los demás.
2.- ¿Me conozco o me supongo?
El conocimiento de uno mismo es necesario y fundamental para comenzar a operar en nuestra renovación interior; la doctrina espirita lo deja bien explícito en El Libro de los Espíritus (pregunta 919), ¿cuál es el medio práctico más eficaz para mejorar en esta vida y resistir a la tentación del mal? Un sabio de la antigüedad lo ha dicho “conócete a ti mismo.”
Sin duda, todos tenemos distintas visiones sobre uno mismo: una es la que tenemos de nosotros mismos; otra la que tienen los demás de nosotros; y otra la que en verdad tenemos.
Bucear en nuestra alma es observar, analizar, aceptar y comprender nuestros defectos y carencias y que solo con nuestro esfuerzo y trabajo podremos ir sustituyéndolas en virtud, aceptando que tenemos que cambiar aquellas condiciones espirituales que ocasionan sufrimiento y deslealtad a la Ley del progreso, en relación con los demás y con nosotros mismos.
3 ¿Reconocemos la necesidad de nuestra propia renovación?
La conquista de la felicidad o la dicha es un desafío en el ser humano, que de manera natural está impulsado por la Ley del progreso.
La dicha o felicidad es “la ausencia del mal”, los espíritus superiores así lo aseveran y nos dicen: “aún no encontramos una fórmula más elevada y bella que la del esfuerzo propio, dentro de la humildad y del amor en el ambiente de trabajo y de lecciones en la tierra para desarrollar cualidades morales.”
4 ¿Cuál es el objeto del cambio?
Es esencial que apliquemos grandes dosis de humildad para realizar esa saludable transformación espiritual, actuando con rigor y perseverancia sobre nuestro propio orgullo y egoísmo afín de controlar todos esos egos que refuerzan excesivamente nuestro amor propio generando síndromes inadecuados, como son de: sabios; maestros; poseedores de la verdad; jueces infalibles; adoctrinadores, … causando una gran extorsión al progreso de uno mismo, y al de los demás.
Aplicar humildad en detrimento del orgullo y del egoísmo. Seamos sencillos y abiertos a las experiencias que presenta la vida y sin resistencia, comprendiendo que todo está sometido a la Ley Natural o de Dios, la «ley del amor», y que la cercanía o el alejamiento de esta ley deja todos nuestros actos en manos de la Ley de causa y efecto por la cual cada uno vive lo que necesita y merece, comprendiendo que:
-Todo lo que acontece en nuestra vida tiene un sentido y fundamento a la ley del progreso. Aceptando las pruebas que le presenta la vida sin quejarse y sin viso alguno de cólera u odio. No hay agresividad ni exigencias, solo la propia de llegar a ser un poco mejor cada día de su existencia.
– Uno NO se exalta así mismo, ni desea ser reconocido entre los demás, solo tiene el anhelo de que sus semejantes conozcan a Dios y lo amen, en una actitud de servicio.
– Se niega así mismo para que su vida no sea una ofensa o una provocación al mal de sí mismo y de sus semejantes. Estando siempre vigilando y analizando sus pensamientos y comportamientos.
-Vive sin miedo a ser juzgado por los demás; sin miedo al rechazo incluso de los más cercanos porque comprende que cada uno tiene sus procesos y así poner en práctica la Ley de Dios.
La conquista de la «pobreza espiritual» supone una extraordinaria dicha: el «REINO CELESTIAL.»
El espiritismo nos muestra además otra aplicación de ese principio con el entendimiento de las encarnaciones sucesivas, mediante las cuales los niveles sociales van cambiando y los que ocuparon las más elevadas posiciones en una existencia, en otra pueden que ocupen una inferior y viceversa, con lo cual saber elegir con discernimiento las acciones en vida es algo fundamental, visando siempre el crecimiento personal, la expansión en nuestros corazones de la caridad y al respecto a todos. Solamente la caridad y la humildad son sus títulos que adornan y galardonan el alma.
Nos cuesta entender que la felicidad solo nos llega amando, porque ser humildes no es un lujo para algunos, está al alcance de todos pues todos estamos llamados a serlo basta con cumplir la Ley de Dios “amar”, si aprendemos a amar aprendemos a ser humildes, es vivenciar la Ley de justicia, amor y caridad. En todo y con todos.
La humildad es una virtud muy postergada en la Tierra, ella conduce al bien. Hemos tenido muchos ejemplos que no han sido valorados por la humanidad, el mayor ejemplo fue Jesús, los humildes son los pobres de espíritu, porque desprovistos de su propio ego, el humilde no tiene nada de sí porque comprende no ser nada sin la presencia de Dios en su vida y reconoce que aún está carente de un largo progreso espiritual, y siente que la fuerza del amor es el motor de toda la creación, por ello tienen una mirada periférica que implica “mirar y mirarse en el otro», abriendo su corazón al prójimo para comprenderlo, atenderlo y amarlo.
Se vacían de sí mismos para llenar con su amor a los demás poniendo en valor la verdadera caridad (indulgencia, beneficencia y perdón de las ofensas) en un continuo darse al prójimo, buscando siempre la fraternidad y la armonía entre los unos y los otros.
Por consiguiente, nos dice Allan Kardec:
“Si no queréis ser obligados a descender, no busquéis el primer puesto en la Tierra, ni pretendáis poneros por encima de los otros. Buscad, por el contrario, el lugar más humilde y modesto, porque Dios sabrá daros uno más elevado en el Cielo, si lo merecéis.”
Al decir Jesús que “el reino de los Cielos es para los sencillos” dio a entender que será admitido aquel que conquiste la simplicidad del corazón y la humildad de espíritu. Y que el ignorante que posea estas cualidades será preferido al sabio que está más lleno de sí mismo y cree más en sí.
Dios, “inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas” es PERFECTO Y JUSTO, el cumplimiento de sus leyes esencialmente las MORALES, nos acercan o nos alejan de Él.
Por lo tanto, nosotros decidimos con nuestra moralidad el “lugar» en el que nos corresponde estar, Jesús con esta Bienaventuranza nos enseña que Dios es justo y, por tanto, no recibe de la misma manera al que no ha cumplido con la Ley Natural, que al que se ha sometido humildemente poniendo en su vida como valor “el amor”, porque la vibración del humilde vibra muy alto.
LA VIDA SERÁ MUCHO MÁS FÁCIL Y FELIZ CUANDO HACES DEL AMOR TU FORMA DE VIDA.
Ana García y Cláudia Bernardes de Carvalho
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