«Deja que los muertos entierren a sus muertos.»
“Señor, permíteme primero ir y enterrar a mi padre.
Y Jesús le dijo: Continúa siguiéndome y deja que los muertos entierren a sus muertos.”
Palabras registradas en el Evangelio de Mateo, capítulo VIII, vers. 21 y 22.
Este breve diálogo entre Jesús y un discípulo suyo, tuvo lugar después de aquel célebre Sermón del Monte en el cual, el Maestro galileo enseñó las tan famosas bienaventuranzas o felicidades, como también se las conoce.
Una bienaventuranza es un deseo expresado a alguien en particular o a un colectivo de personas, y se puede traducir como un ideal de felicidad, dicha, prosperidad, etc, calificando a la persona o personas con el objeto de obtener la cualidad digna de merecer ese fin.
Si se quiere entender mejor, el significado espiritual de aquellas palabras expresadas por el Maestro Jesús al principio de su ministerio público, pues encierran una gran enseñanza para todos los tiempos, se nos hace necesario saber y conocer el contexto anterior al diálogo expresado, y también las circunstancias en las que el Sublime Pastor de almas las pronunció.
Volvamos un poco atrás en la historia para detenernos de forma breve en aquellos acontecimientos que significarían una gran conmoción moral para la Humanidad.
Juan, el Bautista, primo hermano de Jesús, había sido arrestado por las autoridades romanas de la época; es entonces cuando Jesús decide retirarse y establecerse en Cafarnaún, el pueblo pesquero a orillas del mar de Galilea. Desde ese lugar Jesús empieza las predicaciones ya de forma directa a las muchedumbres que le seguían, pues sus dichos de amor, paz, justicia, caridad, humildad…. calaban profundamente en las almas afligidas por tantas injusticias, y aquellas personas jamás habían oído nada similar.
En el primer versículo del capítulo V, del Evangelio de Mateo, leemos:
“Cuando vio las enormes muchedumbres que le seguían, subió a la montaña; y después que se sentó rodeado de sus discípulos, se puso a enseñarles a todos los que allí se encontraban; les enseñó diciendo:
“Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual, puesto que a ellos pertenece el reino de los cielos”.
“Felices son los afligidos, puesto que ellos serán consolados”. (…)
En este Evangelio de Mateo, los capítulos V, VI y VII, recogen íntegramente todo el sublime Sermón de la Montaña.
Conviene destacar, en este momento, el final del capítulo VII, que dice así:
“Ahora bien, cuando Jesús terminó estos dichos, el efecto fue que las muchedumbres quedaron atónitas por su modo de enseñar; porque les enseñaba como persona que tiene autoridad, y no como sus escribas.”
Después, en el siguiente capítulo VIII, vemos que realizó curaciones a las personas que estaban allí presentes y también a distancia, cuando un oficial del ejército romano le suplicó que curase a un siervo postrado de parálisis que tenía en su casa; Jesús se sorprendió al ver la gran fe del oficial romano y dijo a los que le seguían:
“En verdad les digo: “No he hallado en toda Israel a nadie con tan grande fe”. Y dirigiéndose al militar le respondió: “Ve a tu casa; tal como ha sido tu fe, así suceda contigo.” Y el criado fue sanado en aquella hora.” (Mateo VIII, vers. 5-13)
Pero, volvamos al tema del principio
Es entonces, después del largo discurso y las curaciones realizadas cuando llegó el momento de retirarse para descansar a la casa del apóstol Pedro, ofrecida al Maestro con la hospitalidad que caracterizaba al pueblo hebreo; llegando al lado de Jesús un discípulo de los muchos que le seguían, y después de escuchar todas las exhortaciones dichas en el magistral discurso, parece ser que vislumbrando el alcance y la gran responsabilidad de la acción de “seguir” al Maestro, el seguidor intentó mostrar ante todos el deber filial hacia su padre, exponiendo la siguiente cuestión:
“Señor, permíteme primero ir y enterrar a mi padre.”
Y Jesús le respondió:
“Continúa siguiéndome, y deja que los muertos entierren a sus muertos”.
Después de lo leído hasta ahora, llega el momento de pensar y reflexionar de forma lógica, coherente, sencilla, natural, el sentido de la frase ofrecida por respuesta al discípulo, ya que surgen aquí algunas preguntas…
-¿Significa esa respuesta de Jesús que hemos de evitar los sentimientos de dolor y perdida por nuestros seres queridos, y dejar de cumplir con los deberes de dar sepultura a sus despojos ya sin vida orgánica?
Recordemos que Jesús le dijo al seguidor:
“Continúa siguiéndome…”
La fe y la lógica razonada, junto al buen sentido común que aprendemos en el estudio del espiritismo y la práctica consecuente de él, nos da un no rotundo a esta primera pregunta, pues tenemos un ejemplo en el propio Jesús cuando mostró sus sentimientos al entristecerse y llorar emocionado por la muerte de su amigo Lázaro; además, Jesús en varias ocasiones recalcó el mandamiento recogido en el Decálogo: “Honrad a vuestro padre y a vuestra madre”; y A. Kardec en el libro, El Evangelio según el Espiritismo, capítulo XIV, párrafo 3, nos da el siguiente razonamiento que los Espíritus le mostraron sobre este mandato divino, honrar al padre y a la madre “ya que es una consecuencia de la ley general de caridad y de amor al prójimo, porque no se puede amar al prójimo sin amar a los padres biológicos”, aunque en ocasiones este tema se cuestione por algunas personas; sin embargo, con el estudio serio, sincero y profundo del espiritismo se puede llegar a comprender bien las diversas circunstancias y situaciones que podrán causar controversia en este punto.
Pero sigamos con lo que estamos analizando desde el principio de esta exposición…
Y surge de nuevo otra pregunta:
-¿Era cierto que el padre del discípulo había muerto en realidad, o el mencionado seguidor, se refería más bien a esperar primero que su padre cumpliese todos los años de su vejez, concluyendo con la muerte de su vida física?
En esta ocasión, la realidad era que el discípulo había intuido la gran responsabilidad que implicaba seguir a Cristo, ya que su padre todavía seguía vivo, por eso quiso dar un paso atrás excusándose de sus responsabilidades espirituales.
Cristo, en esa circunstancia actuó de “psicoterapeuta -al tener conocimiento de lo paranormal, Él mismo en la condición de médium de Dios”-, pudo ejercer como nos explica el Espíritu de Joanna:
–“El Hombre-Jesús, totalmente libre de la sombra individual como de la colectiva que flotaba sobre la sociedad de su época, penetraba con facilidad en la problemática profunda del ser humano, dirigiéndose a las causas esenciales que modelan la existencia terrena-.» (Lectura 32)
Es la descripción que la benefactora Joanna de Ângelis nos presenta en la lectura 32 del libro: Jesús y el Evangelio a la luz de la psicología profunda (Divaldo Pereira Franco)
Por tanto Jesús, como excelente psicoterapeuta, responde al discípulo:
“Continúa siguiéndome y deja que los muertos entierren a sus muertos.”
Recordemos ahora la primera bienaventuranza o felicidad expresada al principio del Sermón de la Montaña en el capítulo V, antes mencionado:
“Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual…”
De esas palabras, se puede entender qué, si aplicamos aquel breve diálogo y usamos el lenguaje actual para nosotros, es como si el Maestro dijese a los “discípulos” esforzados de nuestros días que intentamos, ahora, de forma sincera seguir y cumplir Su enseñanza:
-Después de todo lo que escuchaste, de todo lo que pudiste comprobar, ¿aún quieres volver al sistema de cosas cómodo y perecedero, en el que una gran mayoría de personas son inconscientes de su necesidad espiritual? ¿Acaso no ves que es como si estuviesen muertos de espíritu…?
Entonces pues, “Continúa siguiéndome y deja que los muertos entierren a sus muertos”.
El sublime Maestro, Psicoterapeuta, y Médium divino “con su mirada penetraba y alcanzaba lo íntimo de la criatura identificando allí los conflictos reales”.
Jesús se dirigía a los pobres y a los que vivían en conflictos auténticos, pero que sin embargo, eran conscientes de su necesidad espiritual, por eso le seguían inmensas muchedumbres… y aún le siguen y le seguirán…
Eran esos, los desdichados espirituales a los que les extendía su mano, reconociendo la falta de alimentación espiritual más significativa.
Otra pregunta que muchas personas hacen desconociendo la profundidad del Evangelio de Jesucristo es:
-¿Cómo los muertos podrían enterrar a sus muertos si se interpretaban aquellas palabras de forma literal…?
Y la respuesta coherente y completamente lógica se hace patente a la anterior pregunta:
Es del todo imposible, que Jesucristo, el Ser espiritual más sublime de toda la Creación conocida hasta ahora, que encarnó en la Tierra, fuese capaz de hablar de forma tan insensata.
Jesús se estaba refiriendo sin duda, a los que de manera inconsciente estaban muertos espiritualmente pues no tenían ninguna conciencia de su necesidad espiritual.
De esta forma, utilizando el buen razonamiento que deberemos tener presente a la hora de tropezarnos con las diversas alegorías que el Buen Pastor de almas empleaba, (se sabe que una alegoría es una representación en la que las cosas, tienen un significado simbólico) es entonces, de esta forma, que se entenderá mucho mejor la gloriosa personalidad del Galileo, y estaremos dispuestos a permitirle que Su mirada penetre en nosotros mismos, incluso nosotros mismos de forma sincera… sin auto-engaños… junto al Maestro, con humildad hemos de alcanzar lo íntimo de nuestro ser, que cada cual conoce muy bien, y así identificar los graves conflictos que todavía nos acontecen para rectificar ahora, en éste preciso momento.
No estará de más, revisar continuamente en que posición nos encontramos…
Y de nuevo el Espíritu de Joanna nos dice:
“Es emocionante constatar que el Terapeuta por excelencia jamás se niega a atender a cualquier paciente en todos los momentos, siempre que le permitan entrar en la casa del corazón y Lo reciban en los tugurios del sufrimiento donde se refugian.”
Después de todo esto, si nos hacemos conscientes de la necesidad espiritual dejaremos que los “muertos espirituales”, los que están entretenidos en las cosas vanas y pasajeras de este sistema de cosas, sigan enterrando a sus muertos literales.
María Borrell
Bibliografía
Kardec, A., El Evangelio según el Espiritismo
Franco, D.P., Jesús y el Evangelio a la luz de la psicología profunda.
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