Dios
Hay un Dios, inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas.
La prueba de la existencia de Dios se encuentra en este axioma:
No hay efecto sin causa.
Vemos constantemente una inmensidad de efectos, cuya causa no está en la humanidad, puesto que la humanidad no puede producirlos y ni siquiera explicarlos.
La causa está, pues, por encima de la humanidad. Esa causa se denomina Dios, Jehová, Alá, Brahma, Fo-Hi, Gran Espíritu, etc., conforme a las lenguas, los tiempos y los lugares.
Esos efectos no se producen al acaso, fortuitamente y sin un orden. Desde la organización del más pequeño insecto y de la más insignificante simiente, hasta la ley que rige los mundos que circulan en el espacio, todo atestigua un pensamiento, una combinación, una previsión, una solicitud, que superan todas las concepciones humanas.
Esa causa es, pues, soberanamente inteligente.
Dios es eterno, inmutable, inmaterial, único, todopoderoso, soberanamente justo y bueno.
Dios es eterno. Si hubiese tenido comienzo, algo habría existido antes de Él; habría salido de la nada, o un ser anterior lo habría creado.
De ese modo, poco a poco, nos remontamos a lo infinito en la eternidad.
Es inmutable. Si estuviese sujeto a cambios, las leyes que rigen el universo no tendrían ninguna estabilidad.
Es inmaterial. Su naturaleza difiere de todo lo que llamamos materia, pues de lo contrario estaría sujeto a las fluctuaciones y a las transformaciones de la materia, y no sería inmutable.
Es único. Si hubiese muchos dioses, habría muchas voluntades; y en ese caso no existiría unidad de miras ni unidad de poder en el ordenamiento del universo.
Es todopoderoso, porque es único. Si no tuviera el poder soberano, habría algo más poderoso que Él; no habría hecho todas las cosas, y las que Él no hubiese hecho serían obra de otro Dios.
Es soberanamente justo y bueno. La sabiduría providencial de las leyes divinas se revela tanto en las más pequeñas cosas como en las más grandes, y esa sabiduría no permite que se dude ni de su justicia ni de su bondad.
Dios es infinito en todas sus perfecciones.
Si supusiéramos imperfecto uno solo de los atributos de Dios, si le quitáramos la menor porción de eternidad, de inmutabilidad, de inmaterialidad, de unidad, de omnipotencia, de justicia y de bondad, podríamos pensar en un ser que poseyera lo que a Él le faltara, y ese ser, más perfecto que Él, sería Dios.
Allan Kardec
Bibliografía
Kardec. A., Obras Póstumas, Profesión de fe espírita razonada.
Comentarios recientes