Divulgar o el arte de llegar a los demás
Dicen que una imagen vale más que mil palabras, y es cierto, pero la herramienta de la comunicación tanto verbal como escrita es muy importante para relacionarse y llegar a los demás.
“Dios ha hecho al hombre para vivir en sociedad. No en vano lo ha dotado del habla y de las demás facultades necesarias para la vida de relación.” (Pregunta 766 del Libro de los Espíritus).
Un ejemplo claro lo encontramos en la enseñanza, donde los profesores utilizan la comunicación oral como medio fundamental para realizar su trabajo y transmitir los conocimientos a sus alumnos.
Otro ejemplo muy en boga lo encontramos en el trabajo de comunicación de los “coachings” o motivadores personales; estos perfeccionan sus técnicas y argumentos para realizar una tarea que cada día se cotiza más, sobre todo aquellos que han alcanzado una mayor fama; por cierto, muy bien valorados en determinadas empresas para, por un lado, mejorar su imagen hacia el exterior, y por otro, para motivar a sus empleados a que rindan más y para que sean capaces de conseguir unos resultados de mayor calidad.
Por lo general, en cuestiones de comunicación, siempre hace falta una buena simiente –emisor–, pero también que la tierra esté preparada para recibirla –receptor–. Si la simiente es de mala calidad, aunque la tierra sea fértil, tendrá muchas dificultades para desarrollarse, más bien se secará o morirá en el intento. A la inversa ocurre algo parecido, si la simiente es buena, fuerte y vigorosa, pero la tierra no está preparada, está seca o es estéril, la simiente no tendrá ninguna posibilidad de dar frutos, ni tan siquiera de un débil desarrollo.
Con la comunicación escrita, y sobre todo con la oral ocurre lo mismo. El expositor ha de tener claro su mensaje para poder llegar a los demás, atraer su atención y que el público lo considere interesante y que merezca la pena.
No obstante, cuando se trata de la divulgación de la doctrina espírita, la autenticidad y la coherencia adquieren especial relevancia; el expositor ha de acompañar necesariamente el aval de su comportamiento a las buenas palabras. No se puede predicar unos valores y aparentarlos, o simplemente no esforzarse por vivirlos.
Además de los conocimientos, se transmite lo que se vive y se siente, cuando está secundado por el trabajo en la reforma moral y la sinceridad de intenciones; de lo contrario, la pasión, el énfasis, las técnicas verbales o escritas, o la simple exposición de informaciones, nunca pueden sustituir la autenticidad que debe caracterizar a un buen divulgador espírita. La gente, más pronto o más tarde lo percibe.
Tenemos un ejemplo muy claro con la parábola de la higuera seca: (1) “Es el símbolo de las gentes que sólo son buenas en la apariencia, pero que en realidad no producen nada bueno. Representa a los oradores que tienen más brillo que solidez. Sus palabras están cubiertas de un barniz superficial, de modo que agradan al oído, pero cuando se las analiza no revelan nada sustancial para los corazones. Después de que las pronunciaron, se pregunta uno qué provecho extrajeron de ellas quienes los escucharon.”
Ciertamente, vivimos la era de la información; quizás más bien el de la sobreinformación. Es necesario tener claro el camino, sin distracciones que pudieran desviar o hacer perder el tiempo, marcarse unas directrices por donde encauzar las vidas. La doctrina espírita codificada por Allan Kardec es racional, muy clara, sin artificios, al alcance de todo el mundo. Es por ello que su mensaje debemos de trabajarlo diariamente, interiorizarlo, para después trasladarlo en la medida de lo posible al resto de las personas. El mensaje ha de ser diáfano, sencillo, directo, lógico en sus argumentos y observaciones; incluso a la hora de plasmarlo en artículos y trabajos para su difusión.
Ya en su época, la notable Amalia Domingo Soler advertía de los peligros que nos acechan, al respecto de la divulgación, en un artículo publicado en la revista La Luz del Porvenir de Villena, número 49, de enero de 1909:
“Dirán que mucho se escribe, y que se lee muy poco, pero de este desaprovechamiento la culpa principal recae sobre los escritores que no descienden hasta sus lectores, sino que tienen la pretensión de que sus lectores asciendan hasta ellos; y esta es una pretensión absurda… Los espiritistas instruidos y hasta científicos, deben emplear su ciencia en hacerse entender de los pequeñitos, porque estos son la base de los grandes cambios sociales.”
Y continúa el artículo Amalia recordando que el Maestro Jesús no se rodeó de eminencias del pensamiento sino de personas sencillas y humildes… Se empequeñeció para llegar a nosotros.
Otro obstáculo significativo es el de aquellos que se dicen espíritas y que esgrimen ciertos argumentos críticos con la intención de “rescatarlo”, haciendo un análisis muy particular sobre los motivos de la supuesta poca incidencia de la doctrina espírita en la sociedad, de la excesiva religiosidad que ellos observan en el movimiento, así como otras particularidades que estiman se deberían reconsiderar y replantear.
Todo análisis que busque mejorar es justo y necesario, pero en primer lugar tenemos la obligación todos los espíritas de estudiar en profundidad la doctrina codificada por Allan Kardec, que sin ninguna duda proviene del mundo espiritual superior.
Ellos, los espíritus superiores, saben mejor que nadie cuales son nuestras auténticas necesidades; su mensaje esencial trasciende todos los tiempos. No hablamos de volver a una fe dogmática, sino a un estudio concienzudo que sea capaz de sentar unos cimientos muy sólidos en nuestro interior que nos impulse a un cambio profundo en nuestras vidas.
El mensaje de Juan el Evangelista resulta muy esclarecedor:
(2) “Jesús fue el iniciador del Espiritismo, que debe a su vez atraer hacia Él a los hombres de buena voluntad…, han llegado los tiempos en que, explicados, los errores se convertirán en verdades. Nosotros os enseñaremos el sentido exacto de las parábolas…, la manifestación espírita se amplía en el horizonte, y aquí está su enviado, que habrá de resplandecer como el sol en la cima de los montes.”
Si la doctrina, como nos dice el apóstol, fue iniciada por el Maestro y viene a explicar los errores ancestrales, así como para ampliar los horizontes, no cabe duda de que nos resulta de vital importancia; no podemos menospreciarla, infravalorarla o considerarla caduca.
Tampoco podemos caer en el error de pretender adaptar la doctrina a nuestra conveniencia, sino al contrario, hemos de ponernos a su servicio, dejarse envolver por ella… Queremos insistir en este aspecto, analizar y estudiar mucho, Allan Kardec no hizo otra cosa a lo largo de su vida, especialmente desde que comenzó a interesarse por las “mesas parlantes” hasta su desencarnación.
Como nos traslada el mensaje de Simeón:
(3) “El cristianismo, tal como lo ha hecho desde muchos siglos atrás, sigue predicando las divinas virtudes, y procura esparcir sus frutos. Con todo, ¡cuán pocos los recogen! El árbol es siempre bueno, pero los jardineros son ineficaces.
Han querido adaptarlo a sus ideas, han querido modelarlo según sus necesidades; lo han tallado, reducido y mutilado; sus ramas estériles no dan frutos malos, pero ya no producen.
El viajero sediento, que se detiene bajo su sombra en busca del fruto de la esperanza que le devuelva la fuerza y el valor, solo observa ramas secas que anuncian la tempestad.”
Han llegado los tiempos anunciados en que se deberán restablecer todas las cosas. Los espíritas de hoy tenemos un reto muy importante ante nosotros.
Hemos de esforzarnos para que la doctrina no solo nos resuelva las dudas de la existencia, comprendiendo el sentido lógico y sabio de las leyes de Dios, sino también dejar que nos seduzca los corazones, como lo vivieron los primeros cristianos, recuperando la esencia perdida durante siglos y que ahora, en este escenario actual, con más posibilidades y con una cierta madurez adquirida, estar dispuestos a dejarse abrazar por sus manos afectuosas.
De ese modo, contagiándonos de ese amor divino, nos resultará más fácil la concordia, la fraternidad, la solidaridad y todos aquellos valores que nos hacen verdaderos hermanos y que tanta falta hacen en la sociedad actual.
De ese modo, resultará mucho más fácil la comunicación, puesto que las palabras pueden convencer pero los ejemplos arrastran, y nosotros somos los invitados a realizar ese trabajo a la vista de aquellos desorientados y sufridores que todavía no han descubierto las bondades de esta maravillosa doctrina, que es, en definitiva, el cristianismo redivivo.
José Manuel Meseguer
Bibliografía
(*)Las notas numeradas son de El Evangelio según el Espiritismo.
- PARÁBOLA DE LA HIGUERA SECA.- Capítulo XIX. La Fe transporta las montañas. Ítem 9.
- DEJAD QUE LOS NIÑOS VENGAN A MÍ.– Capítulo VIII. Bienaventurados los limpios de corazón. Ítem 18.
- SE CONOCE AL CRISTIANO POR SUS OBRAS.- Capítulo XVIII. Muchos los llamados y pocos los escogidos. Ítem 16.
Comentarios recientes