El color no importa
Os voy a contar un cuento que sucedió hace mucho tiempo, en un país muy lejano llamado Angola, en el continente africano.
Cerca de Lubango había una aldea en la que vivía una niña llamada Kala Dilain. Tenía 14 años.
Se sentía triste porque sus padres le habían contado que en otros países la gente menospreciaba a los de su raza porque su piel era de color negro, aunque ella sabía que lo que importa es el interior.
Además, su familia era muy pobre. Tenía que ayudar a su madre en las tareas de la casa, como en: lavar la ropa en el río, ir a buscar agua y a sembrar y recolectar el trigo . . . en vez de estar en el colegio.
En Estados Unidos, en Nueva York, vivía otra niña.
Se llamaba Ingrid Mcwool. Tenía 14 años.
Estaba muy feliz porque no le faltaba nada, su familia era rica y era importante. Además, tenía una criada que le preparaba el desayuno, lavaba su ropa . . .
Lo raro es que, aunque estando muy separadas y no conociéndose, les ocurría casi lo mismo.
La familia de Ingrid se enteró de que había un programa para que fuese de vacaciones a Angola.
Ella quería ir pero le costó convencer a sus padres, puesto que no querían que su hija fuese a un país tan “atrasado”.
Todo salió bien hasta que Ingrid llegó a la casa de Kala. ¡Fue un desastre! ¡No se caían nada bien!
Ingrid se sentía muy sola. Ella era blanca y la familia de Kala era negra. Además, a primera vista no tenían nada en común.
Un día, como hacía mucho calor, a Ingrid le picó un mosquito y fue a sentarse a la sombra de un árbol.
Kala también estaba allí y la invitó a que se sentase a su lado para curarle la picadura.
Cogió una hoja de un arbusto que había cerca, la exprimió y puso el jugo encima de la herida para que no le escociera y se le cicatrizara.
Ingrid le pidió que le contase más cosas sobre la fauna y la flora de aquel entorno.
-Vale, hagamos un trato. Yo te enseño cosas de aquí y tú me enseñas cosas de tu país.
-¡Trato hecho!
Kala le dijo a Ingrid que el árbol bajo el que estaban sentadas se llamaba baobab y que era un árbol milenario. Se lo describió así:
El baobab es uno de los árboles más anchos y altos del mundo. Ni las jirafas llegan a sus hojas. Se supone que sus hojas tienen poderes curativos, pero como nadie a podido llegar hasta ellas, no se sabe con seguridad.
Ingrid le enseñó a Kala los números y las letras, le enseñó a escribir y le describió su país y cosas de otros países que había conocido.
-En mi ciudad hay rascacielos.
-¿Eso que es?
-Son varias casas una encima de la otra. También hay agua corriente que, cuando abres un grifo, sale.
-¿Eso es parecido a una fuente?
-Sí, muy parecido.
-También hay una estatua llamad la “Estatua de la Libertad”, fue un regalo de los franceses a los estadounidenses en 1886 para conmemorar el centenario de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos .
Después, contemplaron la caída del sol antes de volver a casa.
Poco a poco, Ingrid se fue integrando y haciéndose amiga de Kala. No podían hacer nada separadas porque eran muy amigas y se lo pasaban muy bien juntas.
Además, cada una enseñaba a la otra cosas sobre su cultura y las costumbres de su país y descubrieron que tenían mucho en común.
También comentaron lo que se comía en cada sitio, puesto que se come diferente.
Ingrid llamó a su familia para convencerle de que se mudasen allí.
Después de muchos preparativos, se mudaron a una casa que había al lado de la de Kala.
Su familia fue integrándose también y acostumbrándose al entorno, además se llevaba muy bien con la familia Dilain.
No se arrepintieron nunca de haberse mudado allí.
Al final construyeron un hospital para ayudar a las personas que estaban enfermas y un pozo para que la gente de la aldea tuviese agua potable cerca de su casa, así no tendrían que ir tan lejos.
Y cuando Kala e Ingrid se casaron, tuvieron hijos y crecieron, y ellos construyeron una escuela para que los niños y las niñas cercanos al colegio pudieran aprender, aunque fuese algo básico, para ayudar a sus padres.
Así surgió una descendencia en la que todos trabajaban en algún proyecto caritativo gracias a Ingrid y a Kala, puesto que rompieron la barrera del color y enseñaron a sus hijos a no despreciar a los demás ni abusar de ellos por su color o por cualquier otra cosa.
A lo largo del tiempo, es común entre los Mcwool y los Dilain contar esta historia generación tras generación, de abuelos a padres y de padres a hijos, para que todos sepan de la importancia de la igualdad entre los hombres, teniendo en cuenta, no la carne, si no lo que hay dentro de su corazón.
Bibliografía
Kardec, A., El Evangelio según el Espiritismo
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