El porvenir del espiritismo
El espiritismo extiende cada día el ámbito de su enseñanza moralizadora.
Su potente voz repercutió de un extremo al otro de la Tierra.
La sociedad se conmovió ante ella, y de su seno han salido adeptos y adversarios.
Adeptos fervorosos; adversarios hábiles, pero cuya misma habilidad y cuyo renombre sirvieron a la causa que pretendían combatir, pues atrajeron la mirada de las masas hacia la nueva doctrina, para despertar en ellas el deseo de conocer las enseñanzas regeneradoras predicadas por sus adeptos, a quienes se insultaba y se ponía en ridículo.
¡Contemplad el trabajo realizado y alegraos por el resultado! ¡Cuán inefable efervescencia se producirá en los pueblos cuando los nombres de sus más amados escritores se sumen a los nombres más oscuros o menos conocidos de los que se congregan en torno a la bandera de la verdad!
Ved lo que produjeron los trabajos de algunos grupos aislados, la mayoría obstaculizados por la intriga y la mala voluntad, y juzgad la revolución que tendrá lugar cuando todos los miembros de la gran familia espírita se den la mano y declaren, con la frente alta y el corazón valiente, la sinceridad de su fe y de su creencia en la realidad de la enseñanza de los espíritus.
Las masas quieren el progreso; lo buscan, pero le temen. Lo desconocido inspira un secreto terror en los hijos ignorantes de una sociedad acunada por los prejuicios, que ensaya los primeros pasos en el camino de la realidad y del progreso moral.
Las grandes palabras –libertad, progreso, amor, caridad– llegan al pueblo sin conmoverlo; a menudo, este prefiere su estado presente y mediocre antes que un futuro mejor, pero desconocido.
La razón de ese temor al porvenir se halla en la ignorancia del sentimiento moral en muchos hombres, así como del sentimiento inteligente en otros. Pero no es cierto, como dijeron varios filósofos célebres, que una concepción falsa acerca del origen de las cosas haya hecho que se yerre, como yo mismo lo he dicho –¿por qué me avergonzaría reconocerlo; acaso no pude equivocarme?–; no es cierto, digo, que la humanidad sea mala en esencia.
No; al perfeccionar su inteligencia, la humanidad no dará un desarrollo más amplio a sus malas cualidades.
Apartad de vosotros esos pensamientos desesperantes, que se basan en un falso conocimiento del espíritu humano.
La humanidad no es mala por naturaleza; pero es ignorante y, por eso mismo, más apta para dejarse gobernar por sus pasiones. Es progresiva, y debe progresar para alcanzar sus destinos.
Esclarecedla; mostradle sus enemigos ocultos en la sombra; desenvolved su esencia moral, innata en ella y apenas entorpecida por la influencia de los malos instintos, y entonces avivaréis la llama de la eterna verdad, de la eterna presciencia de lo infinito, de lo bello y lo bueno, que reside para siempre en el corazón del hombre, incluso en el del más perverso.
Hijos de una doctrina nueva, reunid vuestras fuerzas; que el soplo divino y el auxilio de los Espíritus buenos os sostengan, y haréis grandes cosas. Tendréis la gloria de haber puesto las bases de los principios imperecederos, cuyos frutos vuestros descendientes cosecharán.
Mensaje de Montaigne en París, 1865.
Michel Eyquem de Montaigne fue un filósofo, humanista, escritor y moralista francés del siglo XVI, período del Renacimiento.
Tal ha sido su aportación y valia en la literatura francesa, occidental y mundial, que creó el género conocido como ensayo. Su estatua se encuentra en Barrio Latino de París justo al frente de La Sorbonne, una de las universidades medievales más antiguas y más importantes de toda Europa. Los estudiantes tienen la costumbre de tocar en forma de amuleto de la suerte su pié derecho antes de un exámen.
Bibliografía
Kardec, A., Revista Espírita, 1868.
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