La Caridad
Guigui el Guisante era un guisante muy verde y rellenito. Tenía los bracitos y las piernecitas cortas. Vivía en el congelador de la nevera de los López, donde hacía muchísimo frío. A pesar de eso, nunca llevaba bufanda, gorro ni abrigo, porque ya se había acostumbrado a las escarchas. Era el mediano de su familia, tenía nada más y nada menos que 150 hermanos mayores y 150 pequeños… ¡y se acordaba de cómo se llamaban todos!
La alegría de Guigui el Guisante era tan contagiosa, que nunca estaba solo.
Era risueño y bien dispuesto, el centro de las reuniones por su carácter dicharachero y por su natural liderazgo. Entre sus cualidades estaba la empatía. A todos los niños del Colegio Verduritas les gustaba jugar y estudiar con él.
Un día como cualquier otro, se levantó temprano para ir al colegio, abrió la cremallera del abrefácil de la bolsa hermética donde vivía y se dirigió a clase. Pasó a por su mejor amigo Toma-tomate Dabadú Dabadabadúa, para ir juntos como cada día. De hecho, siempre estaban juntos a todas horas y en todas partes.
Al ascender al primer cajón, que era el de las verduras, se encontró con su amiga Zahara Zanahoria. Al acercarse, se fijó en que derramaba lágrimas sin parar por sus grandes ojos marrones. Guigui el Guisante, sintiendo la tristeza de su amiga, se acercó a ella y le dijo:
-Buenos días, Zahara Zanahoria. ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras? – Pero ella no dejaba de sollozar. Estaba muy apenada. Después de unos segundos, al darse cuenta de que su amigo estaba hablándole, respondió:
-Ah, hola. Es que hace dos meses que mi padre no tiene trabajo, no quería contar a nadie mis problemas, pero las cosas han cambiado mucho en casa y ya no puedo ni siquiera comprar bocadillos para comer en el recreo, como hacía de vez en cuando.
-No te preocupes, todo en esta vida tiene solución. Yo te ayudaré. ¡Tengo una gran idea! Al volver de clase reuniré a todos nuestros vecinos del congelador y haremos una colecta de comida para esta semana. Dime lo que necesitas.
-¿En serio? ¿De verdad? ¿Me vas a ayudar? Pero, pero…, ¿cómo podré devolverte el favor?
-¡No hace falta! Para eso están los amigos. ¿No entiendes que lo más bonito de la vida es ayudar a los demás? Para mí, es una gran oportunidad de hacer el bien.
Después de clase, cuando volvían, Guigui el Guisante le comentó:
-Esta comida no durará muchos días. Tenemos que hacer algo más que os garantice el futuro. Mis 300 hermanos y yo iremos a todas las tiendas del barrio para conseguirle un trabajo a tu padre. ¡Seguro que alguien os ayudará!
-¡Muchísimas gracias, Guigui el Guisante! – Se le esbozó una enorme sonrisa en su cara anaranjada. Ya había quedado atrás la tristeza de antes, su corazoncito se había llenado de esperanza.
Esa misma noche, en la plaza central del congelador, junto a los cubitos de hielo, se había reunido mucha gente tras la llamada a la solidaridad de Guigui el Guisante, más de la que Zahara Zanahoria pudiera esperar.
A la hora fijada todos estaban reunidos y cada uno había colaborado trayendo algo de comida. Los amigos de la pandilla de Guigui el Guisante llegaron los primeros: Toma-tomate Dabadú Dabadabadúa, las hermanas Cerecita, que se llamaban Nadia y Nidia, Jaime Jalapeño,Pepe Patata, Bea Berenjena, Corinna Col y Carla Calabaza.
Zahara Zanahoria y su familia también se pusieron muy felices al ver que tanta gente era caritativa y estaba dispuesta a ayudarlos sin esperar nada a cambio. Se alegraron todavía más al ver que a su padre le habían ofrecido trabajo en tres tiendas distintas.
Zahara Zanahoria estaba radiante tras conocer la noticia. ¡Por fin sus problemas se habían solucionado!
Así, ella se dio cuenta del buen corazón de la gente. No se podía imaginar que tantas verduritas pudiesen unirse en un acto de caridad tan noble creando lazos invisibles de amor.
¡En un momento, con un simple gesto de su amigo todo había cambiado!
Agradeció a Guigui el Guisante por su bondad y a partir de ese día, Zahara Zanahoria aprendió la lección, empezó a ayudar a quien lo necesitara siguiendo el edificante y maravilloso ejemplo de su amigo Guigui el Guisante.
De este modo, su vida obtuvo sentido, pues entendió que la verdadera caridad es la mejor forma de servir a los demás.
El espiritismo es una filosofía, una ciencia y una moral que nos han trasmitido los buenos espíritus.
Allan Kardec fue el codificador de esta doctrina que contiene, en El Evangelio según el Espiritismo, la explicación de las máximas morales de Cristo, y su aplicación a las diversas situaciones de la vida.
En el cuento La Caridad, vemos como es muy importante ayudar a los demás sin juzgarles. Para ello basta un gesto de empatía, compasión y bondad . El espiritismo nos enseña que fuera de la caridad no hay salvación, para poder ser cada día mejores, debemos ser caritativos con todos.
© Copyright 2020 Cláudia Bernardes de Carvalho
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Bibliografía
Kardec, A., El Evangelio según el Espiritismo
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