La paciencia como virtud
«La paciencia es un árbol de raíz muy amarga pero de frutos muy dulces.» François Fénelon.
Esta virtud (según el Diccionario de la Lengua Española) es la capacidad, que se tiene de sufrir sin perturbación del ánimo, las desgracias o cosas pesadas o molestas; también es la espera en lo que se desea mucho.
La paciencia se habrá de ejercer en forma de virtud activa, en vez de pasiva y, para ello deberemos emplear un buen esfuerzo en el tiempo de ese trabajo moral y espiritual, que aunque sea lento y continuado nos proporcionará la satisfacción de cumplir con nuestro deber. El deber, es un sentimiento que nace de nuestra naturaleza moral y espiritual y, no es algo impuesto como podría ser una obligación.
Amalia Domingo Soler, La Dama Española del Espiritismo, dejó registrado en uno de sus numerosos escritos recogidos en el libro La Luz que nos Guía, que:
«La paciencia no es la impotencia encadenada a la fatalidad, es el esfuerzo del trabajo perseverante y ordenado en los sufrimientos y tribulaciones; no es dominarse hasta el sacrificio cambiando las leyes de la Naturaleza.»
Y, ¿qué sería, lo que nuestra querida Amalia sugirió con aquello de que el sacrificio absurdo cambia las leyes de la Naturaleza?
Hay varios ejemplos que podemos ver: el cilicio, el celibato, dejar de comer de forma extrema para adelgazar, etc.
Hay muchos más ejemplos de sacrificios que muchos de nosotros sabemos y que son absurdos, pues en vez de generar paciencia, es al revés, alteran y perturban el ánimo.
Nos sigue diciendo Amalia:
«La paciencia no es cerrar la fuente de las lágrimas que son la evaporación del sentimiento, el llanto del alma no es la expresión de la rebeldía del Espíritu, es el justo tributo producido y ofrecido a la memoria de los seres queridos que se «van» de este mundo antes que nosotros.»
Nadie puede practicar mejor la paciencia que aquella persona sabedora de que los sufrimientos son consecuencia de sus erróneos actos; conociendo la causa, no puede culpar a Dios, ni a su destino, pero tiene el derecho de responsabilizarse a sí misma, y es entonces cuando siente el deber como sentimiento sagrado de rectificar, se pide cuenta a sí misma de sus hechos anteriores. «En la propia emoción de la culpa, está el castigo» ¿Quién no ha pasado malas noches o días desapacibles después de sentirse culpable por pensamientos, palabras, acciones…?
El libre albedrío y el nivel de honestidad moral nos hará ver nuestros errores para poder rectificarlos convenientemente.
Ante la Ley, título de una gran reflexión del espíritu Emmanuel en el libro Justicia Divina nos dice así:
«Ante la Ley, el espíritu consciente, creado a través de los milenios en los estadios o períodos inferiores de la Naturaleza, alcanza la condición humana después de haber pagado los tributos requeridos por la evolución.»
«En vista de eso, por lógica, se comprende que el libre albedrío establece una determinada posición para cada alma, porque cada persona se busca a sí misma el lugar en el cual se coloca.»
Si hacemos un repaso sincero y honesto a nuestras vivencias y situaciones de esta existencia que estamos sobrellevando nos encontramos que Emmanuel tiene mucha razón en las siguientes frases:
«Posees, lo que diste.
Obtendrás, lo que has estado dando.
Sabrás, lo que estudies.
Encontraste, lo que buscabas.
Hallarás, lo que pretendes.
Lograste, lo que pedías.
Alcanzarás, lo que anhelas.
Hoy eres lo que hiciste de ti ayer.
Mañana serás lo que hagas hoy de ti.»
Por todo esto necesitamos cultivar la virtud de la paciencia, es un esfuerzo lento y continuado como ya hemos visto antes.
Uno de nuestros grandes defectos es la impaciencia, siempre hemos adelantado las horas y los acontecimientos, pensando que así, aquello que deseamos llegará antes, en el momento que nosotros queremos; sólo con el estudio constante y habitual del Espiritismo Saludable, como yo le llamo, nos ha hecho conocer y comprender la verdad del antiguo refrán: Que no por mucho madrugar amanece más temprano; es entonces cuando hemos comenzado a tener paciencia esforzándonos en nuestro trabajo íntimo e individual para alcanzar el progreso del Espíritu, y sin aspirar a la inmediata recompensa.
La paciencia es una gran virtud como estamos comprobando, y de las más necesarias para el adelanto del Espíritu; esperar con sosiego es vivir, es trabajar, es meditar, es analizar, buscar el por qué y el para qué de las cosas… Por eso, cuando entendemos el alcance de peso que es el estudio del Espiritismo, primero, y después llevarlo a la práctica, a través de la Codificación de Allan Kardec, recogida en sus cinco libros más conocidos, El libro de los Espíritus, El libro de los Médiums, El Evangelio según el Espiritismo, El Cielo y El Infierno, La Génesis, los milagros y las predicciones según el Espiritismo ; es entonces, cuando entendemos el alcance significativo en nuestras vidas, indudablemente ello nos induce a tener calma, pues mientras más largo se presenta el plazo de cada existencia, más esperanza hay de rehabilitación y de felicidad.
Escuchamos y abrazamos las comunicaciones de los Buenos Espíritus que continuamente nos recomiendan: ¡No os desesperéis! ¡La vida NO tiene término, el progreso ES indefinido!
«El Creador concede a sus criaturas, en el espacio y en el tiempo, las experiencias que desean, hasta que en definitiva se adapten a las leyes de bondad y equilibrio que constituyen Su forma de manifestación. He aquí, por qué permanecer en la sombra de la impaciencia o en la luz de la paciencia como virtud, en el dolor o en la alegría, en el mal o en el bien, es una acción espiritual que depende exclusivamente de cada uno de nosotros.» Emmanuel.
¡Buena Salud a ustedes!
Teresa Fondevila Borrell
Bibliografía
Amalia Domingo Soler. La Luz que nos Guía.
Emmanuel. Justicia Divina.
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