Las estrellas fijas
«Las estrellas llamadas fijas, que constelan los dos hemisferios del firmamento, no están exentas de las atracciones exteriores, como se supone generalmente.
Por el contrario, pertenecen todas a una misma aglomeración de astros estelares.
Esta aglomeración constituye la gran nebulosa de la cual formamos parte y cuyo plano ecuatorial que se proyecta hacia el cielo ha recibido el nombre de Vía Láctea.
Todos los soles que la componen son solidarios entre sí: sus múltiples influencias actúan en perpetuidad uno sobre otro y la gravedad universal los reúne a todos en una misma familia.
Estos diversos soles, en su mayor parte se encuentran como el nuestro: rodeados de mundos secundarios a los que iluminan y fecundan por las mismas leyes que presiden la vida en nuestro sistema planetario.
Unos, como Sirio, son miles de veces más magníficos en dimensiones y riquezas que el nuestro y su papel es mucho más importante en el Universo, al igual que los planetas que los rodean son más numerosos y superiores que el nuestro. Otros difieren en gran manera por sus funciones estelares.
De ahí que un cierto número de soles, verdaderos gemelos del orden sideral, se encuentren acompañados por sus hermanos de igual edad y formen en el espacio sistemas binarios, a los cuales la Naturaleza otorgó funciones diferentes de las que cumple nuestro Sol.
En ellos, los años no se miden según los mismos períodos ni los días por los mismos soles.
Esos mundos iluminados por una doble antorcha recibieron en suerte condiciones de existencia inimaginables para quienes no han salido de ese pequeño mundo terrestre.
Otros astros, sin séquito, privados de planetas, recibieron los mejores elementos de habitabilidad que se hayan dado. Las leyes de la Naturaleza están diversificadas en la inmensidad, y si la unidad es la llave del Universo, la variedad infinita es el atributo eterno.
A pesar del número prodigioso de estrellas y sistemas, pese a las distancias que separan a unas y a otros, todos pertenecen a la misma nebulosa estelar.
Los telescopios más poderosos apenas los escudriñan y las concepciones más audaces de la imaginación no son capaces de salvar tamaña extensión y, sin embargo, esta nebulosa es una sola unidad en el conjunto de las nebulosas que componen el mundo sideral.
Las estrellas llamadas fijas no están inmóviles en la inmensidad.
Las constelaciones que se imaginaron en la bóveda del firmamento no son creaciones simbólicas reales.
La distancia que hay desde la Tierra y la perspectiva utilizada para medir el Universo desde nuestro mundo son las dos causas de esta doble ilusión óptica.
Hemos visto que todos los astros que titilan en la cúpula azul se encuentran encerrados en una misma aglomeración cósmica, en una misma nebulosa que vosotros llamáis Vía Láctea.
Mas, a pesar de pertenecer al mismo grupo, estos astros poseen movimientos propios de traslación en el espacio, pues el reposo absoluto no existe en ningún sitio.
Están regidos por las leyes universales de gravitación y giran en el espacio bajo el impulso incesante de esta inmensa fuerza. No siguen rutas trazadas por el azar, sino que siguen órbitas cerradas cuyo centro está ocupado por un astro superior.
Para que comprendáis mis palabras con facilidad, hablaré de vuestro Sol en particular.
Gracias a investigaciones actuales, sabemos que el Sol no está fijo en un lugar determinado y que su posición no es central, como se creía en los primeros tiempos de la Astronomía, sino que avanza en el espacio llevando con él su vasto sistema planetario, sus satélites y cometas.
Ahora bien, esta marcha no es fortuita ni al azar, no vaga por los espacio infinitos llevando a sus hijos y súbditos lejos de las regiones que le han sido asignadas.
Su órbita es medida y concurrente con la de otros soles de su misma categoría que se hallan rodeados, como él, por un cierto número de tierras habitadas, gravitando, todos ellos, en torno de un sol central.
Su movimiento de gravitación, al igual que el de sus soles hermanos, no es apreciable mediante observaciones anuales, ya que un gran número de períodos seculares apenas bastaría para determinar el tiempo de uno de sus años siderales.
El sol central que acabamos de mencionar es un mundo secundario en relación a otro más importante aún, alrededor del cual se realiza una marcha lenta y medida en compañía de otros soles del mismo orden.
Podríamos constatar esta subordinación sucesiva de soles hasta que nuestra imaginación se fatigase de tanto ascender en la jerarquía, ya que no debemos olvidar que se pueden contar unos treinta millones de soles en la Vía Láctea, subordinados unos a otros como los engranajes gigantescos de un inmenso sistema.
Y estos astros, innumerables en cantidad, viven todos una vida solidaria, pues así como nada se encuentra aislado en la organización de vuestro pequeño mundo terrestre, nada tampoco está aislado en el Universo inconmensurable.
Al ojo investigador del filósofo que supiese abarcar el cuadro que se despliega a través del espacio y el tiempo, estos sistemas de sistemas, vistos a distancia, le parecerían polvo de perlas de oro levantado en torbellino por el soplo divino que hace rodar los mundos siderales en los cielos, como los vientos agitan a las arenas del desierto.
¡No más inmovilidad, no más silencio ni más noche!
El gran espectáculo que se desarrollaría así ante nuestros ojos sería el de la Creación real, inmensa y llena de vida etérea que abarca en el conjunto inmenso la visión infinita del Creador.
Pero hasta ahora hemos hablado únicamente de una nebulosa. Sus millones de soles, sus millones de mundos habitados sólo constituyen -como ya lo hemos dicho-, una isla en el archipiélago infinito.»
En Astronomía se las llama estrellas dobles. Se trata de dos soles: uno gira alrededor del otro, como un planeta alrededor de un sol.
¡De qué espectáculo magnífico y extraño deben gozar los habitantes de los mundos que componen esos sistemas iluminados por un doble sol!
¡Y qué diferentes deben ser allí las condiciones de vida!
En una comunicación ulterior, el espíritu de Galileo agregó lo siguiente:
“Hay, incluso, sistemas más complicados, en los que diferentes soles actúan como satélites uno del otro.
Y en los mundos que iluminan, sus habitantes disfrutan de efectos de luz maravillosos, si tenemos en cuenta que, a pesar de su cercanía aparente, los núcleos habitados pueden circular entre éstos y recibir por turno ondas de luz de diferente coloración cuya reunión recompone la luz blanca.” [N. de A. Kardec.]
En este capítulo VI denominado Uranografía general que se encuentra en el libro de La Génesis, los milagros y las predicciones según el Espiritismo, uno de los cinco libros de la Codificación Espírita, se halla esta maravillosa explicación sobre las estrellas fijas.
Además en el, los Buenos Espíritus explican acerca de: La materia, El espacio y el tiempo, Las leyes y las fueras, la creación primera, La creación universal, Los soles y los planetas, Los satélites, Los cometas, La Vía Láctea, Los desiertos del espacio, Sucesión eterna de los mundos, La vida universal y Diversidad de los mundos.
Como podemos observar por la fundamentación ofrecida por Camille Flammarion, que en el Universo los soles y consecuentemente los planetas están interligados. Hermanados en funciones y en leyes.
Nos enseña el insigne astrónomo, desde el mundo espiritual que la ley de solidaridad existe en toda la Creación, incluso en las relaciones físicas entre los astros estelares.
Aclara además que muchas de las estrellas fijas poseen un comportamiento similar a nuestro gigante luminoso, empero, hay también esparcidos por el infinito aquellas estrellas que se comportan de manera diferente de acuerdo a las necesidades a que respondan.
Para las culturas prehistórica el Sol ha sido considerado una deidad, sin embargo los estudios y progresos alcanzados por el hombre desmontan esta ignorancia, y presentan nuestra estrella constituida por materia y siendo la mayor fuente de radiación electromagnética que llega a nuestro planeta azul.
Es la fuente de luz más importante que tenemos. No es un dios, sino una fuente de vida.
La enormidad del Sol y de los fenómenos que en él suceden puede hacer pensar que se trata de la mayor estrella del Universo. Nada más lejos de la realidad, nuestro Sol es una de las estrellas más pequeñas: por ello los astrónomos la definen como una estrella enana amarilla.
Compuesto mayormente por hidrógeno, nada menos que tres cuartas partes de su masa; el Sol contiene además helio y posee cantidades pequeñas de diferentes elementos, como el oxígeno, el carbono, el neón y el hierro. Contiene más del 99.8% de toda la materia del Sistema Solar.
La magnífica pedagogía del astrónomo de estatura espiritual y virtuosismo transmite que no hay reposo en el Universo, todo es transformación y movimiento.
Asimismo, nos explica que existen solamente en la Vía Láctea treinta millones de soles, que favorecen el ambiente perfecto a la vida a otros planetas.
Explica el sistema binario, que es bastante habitual en el Universo, cuando dos estrellas cercanas orbitan alrededor de un centro de masa común.
Nuestra esfera luminosa está aproximadamente a 150 millones de kilómetros de la Tierra lo que equivale a una unidad astronómica.
Debido a la gran fuerza gravitatoria que ejerce sobre los planetas, los hace girar a su alrededor.
Como la energía está en movimiento, el Sol presenta ciclos de actividad con picos muy altos o con valles de actividad que duran muy poco y en otros momentos que se extienden en el tiempo. También se observan anomalías, épocas en que las manchas son ausentes durante largo período.
La actividad solar se manifiesta en fenómenos como las manchas solares, las fulguraciones y las eyecciones de masa coronal o vientos solares que pueden afectar a la Tierra.
Estos movimientos son conocidos aún de forma superficial por la ciencia, debido a la dificultad en el estudio ya que el avance tecnológico camina con el ritmo del desarrollo intelectual del hombre, pero lo que sí se sabe es que nuestro astro rey mantiene la vida material de nuestro planeta.
Estando los mundos a disposición de los Espíritus, para su adelanto, sirviendo de morada, la palabra de Jesús se hace a los hombres realidad, pues Dios ofrece a su máxima Creación, o sea, al espíritu, lugares para progresar y servir.
En la casa de mi padre hay muchas moradas, dijo el Maestro; la Doctrina Espírita, que vino a explicar la palabra de Jesús, que es la esencia de su pensamiento y su doctrina, fundamenta uno de sus postulados en la realidad de la pluralidad de mundos habitados.
Clasificación de los mundos según la Codificación Espírita:
1- Mundos primitivos
2- Mundos de expiación y pruebas
3- Mundos de regeneración
4- Mundos dichosos
5- Mundos celestes o divinos
Cada uno de ellos posee características acorde al desarrollo espiritual de cada ser.
Mundos inferiores y mundos superiores
El espiritismo contribuye a que veamos los temas expuestos desde un punto de vista mucho más amplio, pues la Doctrina Espírita es una obra tentacular que abarca muchos aspectos que aún la ciencia no ha descubierto.
En El Evangelio según el Espiritismo, un monumento a la eternidad de eternidades, encontramos en el capítulo III, ítem 8, que:
«La clasificación de los mundos en inferiores y superiores es más relativa que absoluta.
Un mundo es inferior o superior en relación con los que están encima o debajo de él en la escala progresiva.
Si tomamos la Tierra como punto de comparación, podemos formarnos una idea del estado de un mundo inferior mediante la suposición de que sus habitantes se encuentran allí a nivel de las razas salvajes o de las naciones bárbaras que aún permanecen en la superficie terrestre, y que son restos del estado primitivo de nuestro planeta.
En los mundos más atrasados, los seres que habitan en ellos son de algún modo rudimentarios.
Tienen la forma humana, pero sin ninguna belleza. Sus instintos no están templados por ningún sentimiento de delicadeza o de benevolencia, ni por las nociones de lo justo y lo injusto.
Allí la única ley es la fuerza bruta. Sin industria ni invenciones, los habitantes emplean su vida en la conquista de su alimento.
Con todo, Dios no abandona a ninguna de sus criaturas, por lo contrario es solícito con los Espíritus. En lo profundo de las tinieblas de la inteligencia yace, latente y más o menos desarrollada, la vaga intuición de un Ser supremo.
Ese instinto basta para hacer que unos sean superiores a otros y para preparar su eclosión en una vida más completa, porque no son seres degradados, sino niños que crecen.
Entre esos grados inferiores y los más elevados hay innumerables escalones, y entre los Espíritus puros, desmaterializados y resplandecientes de gloria, cuesta reconocer a los que animaron a esos seres primitivos, de la misma manera que en el hombre adulto es difícil reconocer al embrión.»
Podemos deducir que nosotros mismos hemos pasado por este nivel de crecimiento, hemos progresado y ahora nos encontramos en un mundo más avanzado en comparación al primero.
La Tierra está pasando de un mundo de expiación y pruebas a un mundo de regeneración.
En el ítem 9 del mismo capítulo encontramos:
«En los mundos que han llegado a un grado superior, las condiciones de la vida moral y material son muy distintas a las de los mundos inferiores.
Incluso difieren de las condiciones propias de la Tierra.
Si bien la forma del cuerpo es, invariablemente y como en todas partes, la forma humana, esta se encuentra embellecida, perfeccionada y, sobre todo, purificada.
El cuerpo carece por completo de la materialidad terrestre y, por consiguiente, no está sujeto a las necesidades, ni a las enfermedades o al deterioro que derivan del predominio de la materia.
Los sentidos, más refinados, tienen percepciones a las que la naturaleza de nuestros órganos embotan.
La levedad específica de los cuerpos hace que la locomoción sea rápida y no ofrezca dificultades: en vez de arrastrarse penosamente por el suelo, se deslizan, digámoslo así, sobre la superficie, o permanecen suspendidos en la atmósfera sin otro esfuerzo que el de la voluntad, de la misma manera que se representa a los ángeles, o como los antiguos concebían a los manes de los Campos Elíseos.
Los hombres conservan de buen grado las facciones de sus migraciones pasadas, y se aparecen a sus amigos tal como estos los conocieron, pero iluminados por una luz divina, transfigurados por las impresiones interiores, que son siempre elevadas.
En vez de rostros deslucidos, demacrados por los padecimientos y las pasiones, la inteligencia y la vida irradian ese resplandor que los pintores han traducido en diadema o aureola de los santos.
La escasa resistencia que la materia ofrece a los Espíritus ya muy adelantados, hace que los cuerpos se desarrollen rápido y que la infancia sea corta o casi nula.
La vida, exenta de preocupaciones y angustias, es proporcionalmente mucho más prolongada que en la Tierra.
En principio, la longevidad es relativa al grado de adelanto de los mundos.
La muerte no tiene ninguno de los horrores de la descomposición, y lejos de ser un motivo de espanto, se la considerada una transformación feliz, porque en esos mundos la duda acerca del porvenir no existe.
Durante la vida, como el alma no se encuentra encerrada en una materia compacta, irradia y goza de una lucidez que la coloca en un estado casi permanente de emancipación, lo que permite la libre transmisión del pensamiento.»
El Sol es una esfera de gas de la que emana una gran cantidad de calor y de luz. Cuerpo central del Sistema solar y la estrella más cercana a la Tierra, toda la vida sobre nuestro planeta depende estrechamente de la cantidad de radiaciones solares que recibe de este astro.
Los mundos más distantes o más cercanos al eje luminoso del Sol presentan características distintas, son mundos habitados por otras humanidades, mundos que albergan a los Espíritus para su adelanto ético-moral. Los soles prestan su servicio vital acorde a cada uno de ellos.
Como toda materia tiene una existencia limitada, sufriendo modificaciones con el pasar del tiempo, pues la única constante en la vida es el cambio, los recursos son reaprovechados para de esta manera seguir sirviendo a nuevos proyectos espirituales.
Más allá del aspecto físico de este astro rey, podemos analizar la grandeza de Dios, cuando permite que el Sol formado hace 4600 millones de años a partir del colapso gravitacional de la materia dentro de una región de una gran nube molecular, nos propiciara las condiciones necesarias a la vida material en nuestro Sistema.
Cláudia Bernardes de Carvalho
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Bibliografía
Kardec, A, El Evangelio según el Espiritismo
Kardec, A. La Génesis, los milagros y las predicciones según el Espiritismo
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