Luces y sombras
Todos aún tenemos luces y sombras en nuestras acciones del día a día, si uno desea ser mejor persona debe reflexionar sobre ello.
Quería centrarme en hablaros, halarme sobre los sentimientos que nos dijo Jesús que deberíamos eliminar de nuestros procederes, además 1865 años después los buenos espíritus siguieron recalcando en ello. Todo y cualquier sentimiento crea lazos invisibles, que sujeta o libera el alma de las influencias inferiores.
El orgullo, el egoísmo y la sensualidad son pasiones que acercan al hombre a la naturaleza animal ligándole energéticamente a la materia por lazos densos, mientras el amor al prójimo le acerca a la naturaleza espiritual, sutilizándole las energías.
¿Por qué la razón no es siempre una guía infalible?
Sería infalible si no fuese falseada por una educación deficiente y por el orgullo y el egoísmo. El instinto no razona, mientras la razón deja al hombre escoger, ya que prima en sus decisiones el libre albedrío.
¿Cuál es el mayor obstáculo del progreso?
El orgullo y el egoísmo que constituyen el tormento de nuestra existencia terrenal.
El orgullo es considerado por algunos estudiosos como una emoción positiva cuando se siente satisfacción por los logros, habilidades o cualidades propias, sin embargo, la doctrina espírita es muy clara al respecto, el orgullo no es un sentimiento noble, porque no iguala a las personas, por el contrario; excluye, discrimina, rebaja, desprecia, fomenta y refuerza el ego.
Centrémonos en el análisis del orgullo
A veces es más sencillo reconocer el orgullo en otras personas que en uno mismo, sin embargo, es un sentimiento que está muy identificado. El orgullo genera una forma de actuar arrogante.
Todas las personas en el nivel evolutivo en que nos encontramos en la Tierra tenemos orgullo, es el principal motivo de dominio, cambio y eliminación, esencial aprendizaje de la encarnación junto a la supresión del egoísmo.
Erradicar el orgullo de nuestro ser, aniquilar esta postura arrogante de nuestras actitudes diarias es fundamental para poder ascender espiritualmente.
Algunas personas pueden ser soberbias y altivas sin darse cuenta, son espíritus aún que no hacen autoanálisis, estos tienen un atenuante por la ignorancia de su realidad espiritual. Sin embargo, el espiritismo advierte que se debe hacer autoanálisis habitualmente pues sin reflexionar sobre los actos uno no ve su interior.
Espíritas
Se puede disimular el orgullo, disfrazarlo para que no se note, pero invariablemente con observar una persona o a uno mismo se detecta el orgullo.
Existen personas que defienden su forma orgullosa y egoísta de ser diciendo: yo soy así, este es mi carácter y es entonces cuando se convierte en algo dañino para uno mismo y para los demás. A estas gentes, las situaciones de la vida (dificultades, vicisitudes, dolores, enfrentamientos,…) las van probando y las experiencias van puliendo poco a poco este rasgo nefasto de sus personalidades.
Por otro lado, existen otras que aprecian el orgullo, porque les gusta ser preferidos, tener destaque, ser elegidos y apreciados, son los vanidosos.
Hay, sin embargo, los que sí ven en sí mismos el orgullo, pero no se esfuerzan para eliminarlo de sus actos.
Todo aquel que se compromete con la doctrina espírita no será eximente de culpabilidad si no sigue las instrucciones de la codificación espírita, de autoanálisis con el fin de pulir sus acciones y reacciones. Permanecer en el error después de haberlo detectado es muy penoso para aquel que realmente desea cambiar hacía a un espíritu más evolucionado.
El orgullo es un sentimiento que hace con que la persona se sienta especial, crea satisfacción, realza la vanidad y reafirma el ego.
El ser humano concentra generalmente todos sus pensamientos en la vida terrenal, hace cualquier cosa con el fin de conseguir los bienes materiales, el estatus profesional o la vanidad de las apariencias exteriores.
La pérdida de la menor de algunas de sus conquistas provoca en el orgulloso un disgusto hiriente, sus vidas son una verdadera tortura por conseguir y mantener lo que se desea, provoca muchas veces celos obsesivos, que son algunas de las causas de las aflicciones de la vida.
Una persona orgullosa:
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Engrandece sus logros:
Las personas que engrandecen o exageran sus triunfos, sus conquistas divulgándolos o publicitándolos en todas partes, promoviéndose de sí mismos, haciéndose ver más grandes de lo que son, pretenden tener un estatus frente a los demás, posee orgullo.
Jesús es la senda que seguir, nos aconsejó a que fuéramos humildes, Dios sabe quién somos, conoce nuestras debilidades y promueve situaciones para nuestro adelanto.
Nos dijeron los buenos espíritus: exaltar el orgullo es poner trabas al propio progreso, sed humildes y modestos.
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No reconoces el esfuerzo ajeno:
Una persona que siempre quiere el elogio para sí mismo por las acciones de todos, no considera el valor del prójimo, quiere siempre ser reconocido como la mente creativa y ejecutora por la labor realizada, es un claro reflejo de soberbia y altivez, ambos hijos del orgullo.
¿Qué es la soberbia? La soberbia se puede definir como el deseo de resaltar siempre sobre los demás, o sea, de una forma de vanidad o de ego. A nadie le gusta ser menospreciado y cuando te colocas sobre los demás, causas antipatía en otros, reafirma el orgullo apartándote de la senda de Jesús.
El éxito que se obtiene al trabajar en equipo es el producto de la colaboración de todos, el universo se mueve por la solidaridad, estamos encarnados para practicar la fraternidad. La Ley de unidad muestra que todo está conectado, cada uno, cada situación, tiene su valor excepcional. ¡El éxito de uno es el de todos!
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No demuestra agradecimiento:
Si te cuesta expresar una actitud de agradecimiento por tu prójimo significa que no quieres reconocer el esfuerzo y valor de los demás, una señal flagrante de gran orgullo. Uno de los orgullos que observamos es la irreverencia. Dios es la inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas, si no reconoces a Dios como Padre creador de todo lo que existe, estás infringiendo la primera de las Leyes Naturales, signo de orgullo de hombre pequeño que se considera superior a Dios.
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Piensa que es indispensable:
Siempre habrá alguien con más saber o experiencia en algún tema, porque el ser humano no puede ser excelente en todas las áreas.
No aceptar esto y considerarse irreemplazable es un signo de arrogancia, sentimiento hijo del orgullo. Ser bueno en algo es maravilloso, sin embargo, no es motivo para presumir o alardear de ello. El fuerte y el poderoso deben su protección y apoyo al débil, porque aquel que abusa de su fuerza y de su poder oprimiendo a sus semejantes viola la Ley de Dios. Todos los seres merecen el mismo trato y Dios es justo e igualitario, permitiendo que cada uno sea el fruto de sus propias obras.
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No admite los errores y siempre busca culpar a los demás:
Es un rasgo de humildad reconocer los propios errores.
Hay dos actitudes que demuestran arrogancia: no admitir los errores y culpar a otros por ello. Las personas humildes saben admitir su responsabilidad cuando algo sale mal, y es esta conducta la que hace que los demás les admiren, respeten y honren.
El orgulloso siente que pedir disculpas es como un fracaso o como una humillación, se quedan aferrados en sus propias buenas razones (verdaderas o no) para salir airoso siempre de cualquier situación incómoda.
Cualquiera que se considere infalible se pone en pie de igualdad con Dios. Son los pseudo-sabios, tienen conocimientos bastante extensos, pero creen saber más de lo que en realidad saben. Al haber realizado algunos progresos desde diferentes ámbitos sociopolítico-culturales e incluso científicos, usan un lenguaje direccionado de carácter serio, imperativo e incluso restrictivo, capaz de inducir a error respecto a su capacidad y a sus propias luces. La inflexibilidad de criterios es un signo de orgullo y arrogancia. ¡Pobre ser ignorante a quien puede abatir un solo soplo de Dios!
No admitir que tiene algo de responsabilidad en un error en una situación revela orgullo, todos cometemos equivocaciones y estos desaciertos son ocasiones de aprendizaje.
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No le gusta aprender de los demás:
Sobre todo, si se cree que la otra persona es menos, que posee menos experiencias, tal vez por ser más jóvenes o por el contrario la considera menos por ser mayor, infelices perjuicios que denotan un gran orgullo.
Toda la vida son momentos de entrenamiento de las cualidades nobles del ser inmortal, cada día se tiene oportunidades de instrucción y educación.
La vida del ser humano es un constante aprendizaje y al rechazar la enseñanza de alguien, no sólo estás demostrando ignorancia, sino también orgullo. Todos tienen algo que enseñar y que aprender en las relaciones interpersonales cotidianas.
- Le cuesta pedir ayuda y no la ofrecen a los demás:
¿Cómo podría un orgulloso rebajarse a pedirle ayuda a alguien que está muy por debajo de él? ¿Y si alguien se entera y arruina así su reputación de poder hacerlo todo?
Para un orgulloso solicitar ayuda es confirmar que no domina todo, es asumir que es falible y limitado.
Si tienen un saber lo esconden, no promueven el adelanto de un subordinado o de un colega, de un familiar o un amigo, por miedo a que le suplanten en su posición.
Una persona debe ayudar siempre, ser útil, practicar la caridad en todas sus facetas y esto incluye transmitir el conocimiento con el fin de colaborar en la formación de tu prójimo y hacerlo de forma discreta, sin ostentación.
¡Dejemos de reprochabilidades y manos a la obra en consolidar el propio adelanto!
Dijo Jesús: “No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha”. Con ello nos enseña a no deslucir la caridad por causa del orgullo.
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Vigilan con mucha atención su reputación:
Los orgullosos valoran extremadamente lo que los demás piensen o digan de ellos ya que se sienten merecedores de reconocimientos, halagos y admiración.
No soportan las críticas, pues ven a su orgullo lesionado. Esto muchas veces esconde un sentimiento de inferioridad, miedo a no estar a la altura, ya que en realidad se suponen más de los que son.
Cuando se siente satisfacción por un éxito personal o por el éxito de un ser querido es un sentimiento muy bonito, porque se está valorando al prójimo que ha conseguido triunfar.
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Se siente fácilmente amenazados:
Los éxitos y logros ajenos, las sugerencias positivas, las críticas constructivas son vividas por un orgulloso como ataques o agresiones contra él. Esto ocurre porque inconscientemente le hace cuestionarse si realmente será un individuo tan superior, indispensable o sabiondo como le gusta pensar acerca de sí mismo. El verdadero éxito y triunfo es la corrección de las imperfecciones.
Uno debe ser consciente que todos seremos espíritus perfectos, todos dominaremos en un futuro todas las leyes y normas, así que el triunfo espiritual de una persona debería ser motivo de alegría inmensa ya que significa que este espíritu alcanzó el peldaño de ascenso espiritual.
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Le gusta tener la última palabra:
Para un orgulloso su reputación es muy importante. No les gusta perder una discusión o quedar sin respuesta. Desea siempre aparentar, dominar a todos los temas y quedar por encima en cualquier discusión, tiene una mente poco flexible y expresan una terquedad de que no ha podido despojarse. No se corta en amenazar si ve necesario, para cohibir y manipular a otras personas.
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Tienden a la vanidad:
Busca siempre colocarse respecto a los demás en una posición de superioridad real o fingida. Están siempre recordando conquistas pasadas, manteniendo el control en los giros de conversaciones para que esté en torno a los propios intereses y no mostrar normalmente ninguna curiosidad respecto a los demás.
Les gusta los linajes o castas, ser famoso o brillar, hacer visible o manifestarse en cualquier situación. Recordad que la ostentación resta el mérito del beneficio realizado a los ojos de Dios.
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Posee ambición ostensible o disimulada:
El orgullo y ambición constituirán siempre una barrera entre el hombre y Dios.
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Influyen en los demás por un propósito orgulloso:
Los padres por su orgullo o por su avaricia, desvían a sus hijos de la senda que ellos eligieron en el mundo espiritual cambiando el rumbo, comprometiendo sus experiencias, los padres deben orientar y aconsejar, deben observar las aptitudes y vocación de sus hijos para poder orientar, pero cuando el hijo ya tenga cierta madurez no deben influir en las decisiones de sus hijos recordando que cada ser tiene su libertad de elección. Si manipulan las decisiones comprometen su desarrollo y serán responsables de ello.
La desviación de los hombres de su ruta espiritual es una de las causas más frecuentes del desengaño, que genera tristeza, conflicto interno, decepción. La ineptitud para la carrera emprendida es una fuente inagotable de reveses. Si la educación moral lo hubiera ofrecido la claridad de su destino inmortal y la necesidad de las experiencias terrenas eliminaría los tontos prejuicios del orgullo.
Los orgullosos no tienen miramientos para alcanzar sus fines; instrumentalizan a los demás, su orgullo paraliza los recursos del intelecto y pasan por encima del prójimo, hacen zancadillas para obtener beneficios.
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Exaltación de la propia personalidad:
¿De dónde procede el deseo del hombre de perpetuar su memoria con mausoleos, estatuas, monumentos o cualquier otro medio en un intento falido de ser imperecedero?
La suntuosidad de los monumentos funerarios es un acto de orgullo, muchas veces son los familiares que quieren glorificarse a sí mismos, resaltando sus escudos, sus nombres y a su estirpe.
En algunos países se encuentran estatuas construidas por sus propios mandatarios con el fin de demostrar su poder, su superioridad y magnificencia al pueblo, son señales de orgullo que denotan la inferioridad del ser.
No significa que un orgulloso tenga todos estos rasgos simultáneamente, muchas personas presentan alguno de ellos, por esto analizarlos favorecerá a que se encuentre en cual de este funesto rasgo uno se encuentra incluido, para así poner radicalmente coto y corregirlo.
El hombre tiene su libre albedrío y, por lo tanto, le cabe elegir entre hacer y no hacer.
Aquel que se esfuerce por dominar sus pasiones inferiores, que no fomente el odio ni la envidia, los celos ni el orgullo y el egoísmo ni la vanidad, purifique su alma mediante los buenos sentimientos, practique el bien, sea humilde y humanitario, no conceda a las cosas de este mundo más importancia de la que merecen, ha comprendido la Ley Natural y ha alcanzado el objetivo. Este libre albedrio que nos fue concedido por Dios es un centinela alerta depositado en la conciencia advierte siempre de un error por orgullo cuando le prestemos atención. Siempre que le pongamos una intención inferior la conciencia permanecerá silenciosa, nos dicen los buenos espíritus.
Cuando sentimos que el orgullo fue herido es el ego quien se manifiesta. Pensemos: ¿cuándo exprimo una naranaja que obtengo?, ¡zumo de naranja!, cuando reaccionamos mal, pasando por encima de los demás de alguna forma, estamos demostrando lo que hay dentro de nosotros. Si exprimimos a nustras reacciones saldrá lo que hay dentro de nosotros, cualidades nobles o defectos a corregir. ¡Vigilad pues las reacciones en cuanlquier situación!
La fraternidad supone desinterés es la renuncia a la propia personalidad, cuando se es fraterno el orgullo queda relegado a desaparecer como una anomalía, una aberración muy lejana del amor al prójimo que ya no tiene cabida en un corazón en Jesús.
En nuestro arco narrativo recomendamos una revisión lúcida de la vida, recordando las enseñanzas del Maestro, sus máximas morales, pues el sello del alma son las buenas obras. Promueva un giro copernicano en su vida y sé verdaderamente un espírita que se esfuerza incesantemente en combatir sus malas inclinaciones.
Vemos en El Libro de los Espíritus la siguiente afirmación:
«El verdadero hombre de bien es aquel que practica la ley de justicia, amor y caridad en su mayor pureza. Si interroga a su conciencia acerca de las acciones que ejecuta, se preguntará si no ha violado esa ley; si no hizo mal; si ha realizado todo el bien que pudo; si nadie tuvo que quejarse de él: en suma, si ha hecho a los demás cuanto hubiera querido que se hiciese con él.
El hombre poseído por el sentimiento de caridad y amor al prójimo hace el bien por el bien mismo, sin aguardar recompensa, y sacrifica en aras de la justicia su propio interés. Es bueno, humanitario y benévolo para con todos, porque en cada hombre ve un hermano, sin distinción de razas ni creencias.»
Recomendamos el artículo: «Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos.»
Trabaja por la propia elevación, como siempre digo: ¡Apresúrate despacio! Deseo que podamos reflexionar acerca de nuestras acciones para que hoy seamos mejores que ayer, yo la primera.
Cláudia Bernardes de Carvalho
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