Padrenuestro
Jesús fue y es el modelo que seguir para alcanzar la plenitud como espíritus inmortales.
Él nos enseñó muchas cosas, pero una de ellas muchas veces pasa desatendida o simplemente ignorada por los hombres. ¡La oración!
En Marcos, capítulo I, versículo 35, encontramos una información sobre la oración practicada por Jesús. En ella el apóstol narra:
“Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar.”
El Maestro de la Galilea o, mejor dicho, de la Humanidad, nos ha dejado siempre su ejemplo de conduta y la oración es la más íntima y cercana a Dios, a la par con las buenas obras. Ambas son las acciones que cumplen con: “ama a tu padre sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo.”
En este pasaje Marcos nos explica cómo hizo Jesús para orar.
Se retiró cuando había silencio e intimidad, buscó un sitio apartado, lejos de cualquier distracción mundana y aisladamente se vinculó al Padre. Se asoció, unió a Él por medio de la sintonía mental, la oración.
Crear un hábito de orar es importante, no hace falta palabrerías, ritos o cualquier tipo de manifestaciones exteriores. Para orar basta sintonizar con el Padre, con los buenos espíritus, sus mensajeros elevados que inspiran y aconsejan.
Para entrar en comunión con el sublime del universo solo falta voluntad bien dirigida.
Este pasaje no fue el único mencionado por el apóstol, en Marcos 1:12–13, el propagador de la palabra de Jesús también describe que el Maestro pasó tiempo solo en el desierto cuando fue tentado antes de comenzar Su servicio. Al ser tentado Jesús está demostrando que se puede elegir entre el bien y el mal, entre seguir la ruta correcta o sucumbir a las delicias y facilidades de la Tierra. Él es el espíritu más perfecto que piso nuestro mundo y se expuso como cualquiera de nosotros. Realizó su tarea de ejemplo y dedicación a todas las almas y buscó en la oración las fuerzas y el refugio para realizar todo su cometido.
En esta descripción del hábito de comunión con Dios, Jesús pasa tiempo solo en oración mientras se prepara para servir a otros.
Más adelante, se describe que Jesús pasará un período a solas orando en el Jardín de Getsemaní antes de comenzar Su sacrificio en la cruz.
Además del ejemplo impecable en sus acciones, el Maestro nos dejó un modelo de oración, el “Padrenuestro”, que revela todo el poder y la bondad de Dios.
Que dice:
“Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Así sea.”
Con estas pocas palabras tan profundas Jesús nos muestra la senda de la oración.
Veamos detenidamente qué es lo que nos dijo.
“Padre nuestro que estás en los Cielos”
El Padre es creador de todo y la armonía del universo, es el testimonio de una sabiduría, una prudencia y una previsión que superan todas las facultades humanas. El Creador es el Padre de todo y todos, por eso es nuestro. Jesús en dos palabras tan simples, nos indica que somos hermanos, que todos y todo tenemos el mismo principio.
Nos dijo Kardec:
“El nombre de un ser soberanamente grande y sabio está inscripto en todas las obras de la Creación, desde la brizna de hierba y el más pequeño de los insectos, hasta los astros que giran en el espacio.
En todas partes vemos pruebas de Su cuidado paternal. Por eso, ciego es el que no te reconoce en Sus obras, orgulloso es el que no Le alaba, e ingrato es el que no Le da las gracias.”
Jesús nos dejó explícito que Dios existe, cuando menciona; “Padre que estás en el cielo”, significa que Dios está en todos los lugares, en el universo infinito, en todas las cosas, Padre que da la vida, que proporciona el alimento material y espiritual. Creador de las Leyes Naturales, inmutables y eternas.
“Santificado sea tu nombre”
Significa que debemos respetar por encima de cualquier cosa este Ser omnipotente, omnisciente, soberanamente justo y bueno. La primera Ley de Dios es la Ley de Adoración.
¿En qué consiste la adoración para el entendimiento espírita?
Es la elevación del pensamiento hacia Dios de forma humilde, reconociendo Su grandeza, respetando Su onipotencia y reconociendo que sin El no existiríamos, nada existiría. Mediante la adoración acercamos nuestra alma a Él.
La adoración ¿es resultado de un sentimiento innato, o producto de una enseñanza?
Sentimiento innato, como el de la Divinidad. La conciencia de su debilidad lleva al hombre a prosternarse ante Aquel que puede protegerlo. Los que violan esta ley Te menosprecian o son ignorantes.
“Venga a nosotros tu reino”
Cuando expresa Jesús, “venga a nosotros tu reino”, nos está diciendo que, por medio de mi esfuerzo, mi trabajo en el bien social el reino de paz y amor del cual se benefician los buenos me llegará.
“Venga a nosotros tu reino» es la expresión de que el reino de amor y paz existe y para acceder a el debemos pulir y moldear las virtudes ético-morales.
Los hombres a medida que se aprimoran, construyen sociedades con reglas sociales, algunas de ellas con mayor trascendencia moral, hechas con sabiduría otras aún muy inferiores.
Las Leyes de Dios harían felices a todos los que las observan, pues evitarían los males que los abusos y los excesos de toda índole engendran.
Todas las miserias de este mundo provienen de la violación de tus leyes, porque no hay una sola infracción a ellas que no traiga consecuencias.
Dios ha brindado al hombre instinto, inteligencia y razón, también le ha dado la libertad de cumplir o de infringir las Leyes, es decir, le ha dado la libertad de elegir entre el bien y el mal, para que tenga el mérito y la responsabilidad de sus acciones.
Nadie puede alegar que ignora las Leyes, ya que todas están grabadas en la conciencia de cada uno, sin distinción.
“Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”
“Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”, es la revelación de la magnificencia de Dios, él nos conoce y sabe de qué carecemos y cuales son nuestros progresos y avances éticos-morales e intelectuales. Debemos aceptar Sus designios sin blasfemar, pues todo lo que nos sucede es para nuestro bien y adelanto, para nuestros rescates y corrección de nuestras imperfecciones.
“Hágase tu voluntad, así en la Tierra como en el Cielo”
Si la sumisión es un deber del hijo para con su Padre, así como del subalterno para con su superior, ¡cuánto más grande debe ser la de la criatura para con su Creador!, encontramos esta afirmación en El Evangelio según el Espiritismo.
Hacer la voluntad del Padre consiste en respetar Sus Leyes y en someterse sin quejas a Sus designios.
Cuando el hombre comprenda que Dios es la fuente de toda sabiduría obrará bien y respetará Su voluntad.
“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”
Danos el alimento para sustentar las fuerzas del cuerpo. Danos también el alimento espiritual para desarrollar nuestro espíritu.
Siendo el animal inferior al hombre Dios le proporciona su comida, pero el hombre debe su sustento a su propia actividad y a los recursos de su inteligencia, porque es libre de elegir. El hombre está en el ápice evolutivo en la Tierra, tiene inteligencia para desarrollar medios de subsistencia.
“Extraerás tu alimento de la tierra con el sudor de tu frente”.
Dios ha hecho del trabajo una obligación, a fin de que los hombres ejercitaran su inteligencia en la búsqueda de los medios para proveer a sus necesidades y a su bienestar, unos mediante el trabajo material otros mediante el trabajo intelectual.
Sin el trabajo, el hombre permanecería estacionario y no podría aspirar a la felicidad de los Espíritus superiores, que siguen trabajando, colaborando con Dios en su obra pues el trabajo es una Ley de Dios.
En el universo hay mucho que hacer, mundos que crear, espíritus que guiar, misterios por acceder, por lo tanto, al ser una Ley eterna, el trabajo es necesario. En el nivel encarnatorio en lo que nos encontramos, el trabajo sirve para adquirir el sustento honestamente, para obtener lo necesario y para alimentar la inteligencia con saberes variados
Sin embargo, todo aquel que se complace en la ociosidad y que quisiera obtener todo sin esfuerzo y que busca lo superfluo, no está en el sendero de Dios.
Esos, nos dice Kardec, son los artífices de su propio infortunio, y no tienen derecho a quejarse, porque tendrán que corregir por los mismos medios por donde se equivocaron.
Dado que el hombre está sometido a la Ley del trabajo en la Tierra, que “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” sea conseguido con el valor y la fuerza, la prudencia, la previsión y la moderación, a fin de que no nos perdamos en la ociosidad.
Explica Kardec:
“Danos, el pan nuestro de cada día, es decir, los medios para que adquiramos, mediante el trabajo, las cosas que necesitamos para la vida, puesto que nadie tiene derecho a reclamar lo superfluo. En caso de que nos veamos impedidos de trabajar, nos confiaremos a tu divina providencia.
Si está entre tus designios ponernos a prueba con las más arduas privaciones, a pesar de nuestros esfuerzos, las aceptamos como la justa expiación de las faltas que hayamos podido cometer en esta vida, o en una vida precedente, porque eres justo. Sabemos que no hay penas inmerecidas, y que nunca castigas sin un motivo.
Presérvanos, Dios mío, de envidiar a los que poseen lo que nosotros no tenemos, o incluso a los que disponen de lo superfluo, cuando a nosotros nos falta hasta lo necesario.”
Nos explica que el trabajo diario es necesario, por su medio el hombre se desarrolla, crea lazos sociales, ejercita sus emociones y sentimientos.
Danos hoy nuestro pan de cada día, es poner en práctica el servicio, para el propio mantenimiento y para las relaciones sociales.
“Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”
Una de las primeras enseñanzas de Jesús fue el perdón, debemos perdonar para ser perdonados, pues, así como juzgamos seremos juzgados. Nadie es perfecto en la Tierra, todos nos equivocamos.
Perdonar según Sus palabras: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, quiere decir que, el perdón es necesario para todos los espíritus, pues nadie pasa por el mundo sin faltas.
Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido, es una norma. Cada una de las infracciones a esta norma y a las Leyes Divinas, representa una ofensa que Le hacemos y una deuda contraída que, tarde o temprano, tendremos que saldar.
Debemos esforzarnos por no contraer deudas en la encarnación actual, debemos perdonar a nuestros semejantes porque ellos también están en prueba. Dios nos ha impuesto como Ley expresa la caridad y ella es la expresión de perdón a todos.
La caridad no consiste solamente en asistir a nuestros semejantes en sus necesidades materiales; consiste también en el olvido y en el perdón de las ofensas.
¿Con qué derecho reclamaríamos Su indulgencia, si nosotros mismos no la aplicáramos en relación con aquellos de quienes nos quejamos? No hay cabida al resentimiento, el odio y el rencor.
Nosotros espíritas debemos perdonar y amar. Somos conscientes de que dejaremos este planeta con la desencarnación y que la muerte llegará a todos que ella no nos sorprenda con ningún deseo de venganza el alma. Al despertarnos en el mundo Mayor, que tengamos limpios el corazón.
Todo aquel que nos hiere o nos humilla, fortifica nuestra alma, sirven de pruebas a nuestra conducta.
“No nos dejes caer en la tentación”
Por otro lado, Jesús sabe que el hombre aún es débil, está formando su personalidad espiritual y evoluciona despacio.
La Tierra ofrece muchas formas de desvío del camino de ascensión espiritual, cuando pronuncia “no nos dejes caer en la tentación”, está enseñando que tengamos fuerza por medio de una voluntad dirigida para resistir a la avalancha de seducciones a que estamos expuestos.
Los vicios pueden ser tan diversos, el consumo de cualquier cosa puede ser exagerado y sin control. Ceder a los impulsos inferiores es fácil para un espíritu débil. ¡Tengamos, pues valor de resistir!
“No nos dejes caer en la tentación”
La doctrina espírita dice qué debemos hacer para resistir a la tentación. Orar ya que abrir este canal de sintonía con lo más alto permite que los Espíritus buenos que me rodean acudan en nuestro auxilio y que nos sostengan en la duda y debilidad.
«Al nacer, el hombre trae consigo lo que ha adquirido. Nace siendo lo que él hizo de sí mismo. Cada existencia es para él un nuevo punto de partida. Poco le importa saber lo que fue antes. Si es castigado, se debe a que ha hecho el mal.
Sus tendencias malas actuales son indicio de lo que le falta corregir en él, y en eso debe concentrar toda su atención, porque de aquello de lo que se ha corregido completamente, no quedará rastro alguno. Las buenas resoluciones que ha tomado son la voz de la conciencia, que le advierte acerca de lo que está bien y de lo que está mal, y le da fuerzas para resistir a las tentaciones.
A través de la oración el hombre atrae la asistencia de los buenos Espíritus, que se acercan para sostenerlo en sus buenas resoluciones y para inspirarle pensamientos de bien. El hombre adquiere así la fuerza moral necesaria para vencer las dificultades y regresar al camino recto, en caso de que se haya desviado.
Del mismo modo puede también apartar de sí los males que atraería a causa de sus propias faltas. Un hombre, por ejemplo, que comprende que su salud está deteriorada por los excesos que ha cometido, y que arrastra hasta el fin de sus días una vida de sufrimiento, ¿tendrá derecho a quejarse si no consigue la curación que se propone? No, pues habría podido encontrar en la oración la fuerza necesaria para resistir a las tentaciones.
Supongamos que el hombre no pudiera hacer nada para evitar los otros males, y que las oraciones fueran inútiles para preservarlo de ellos, ¿no sería suficiente con que pudiera evitar todos los que provienen de su forma de proceder?
Ahora bien, en esta circunstancia se concibe fácilmente la acción que ejerce la oración, porque esta tiene por objeto atraer la inspiración saludable de los Espíritus buenos, y solicitarles fuerza para resistir a los malos pensamientos, cuya realización puede resultar funesta para nosotros.
El mal no es una necesidad fatal para nadie, y sólo les parece irresistible a los que se complacen en él. Si tenemos la voluntad de hacer el mal, podemos también tener la de practicar el bien. Por eso, Dios mío, solicitamos tu asistencia y la de los Espíritus buenos, para resistir a la tentación.»
La oración a los ángeles de la guarda y a los Espíritus protectores debe tener por objetivo solicitar que intercedan ante Dios, y pedirles fuerza para resistir a las malas sugestiones, así como su asistencia en las necesidades de la vida.
Para resistir a una tentación
Todo pensamiento malo puede tener dos orígenes: la propia imperfección de nuestra alma, o una influencia funesta que obre sobre ella. Este último caso siempre es el indicio de una debilidad que nos hace propicios para recibir esa influencia y, por consiguiente, pone en evidencia a un alma imperfecta.
De ese modo, el que comete una falta no podrá poner como excusa la influencia de un espíritu extraño, puesto que ese espíritu no lo habría inducido al mal si no lo hubiese considerado accesible a la seducción.
Cuando surge en nosotros un pensamiento inferior, podemos, pues, imaginar que un espíritu malévolo nos induce al mal, pero que somos absolutamente libres de acceder o resistir a su atracción, como si se tratara de las incitaciones de una persona que está viva.
Al mismo tiempo, debemos imaginarnos que, por su lado, nuestro ángel de la guarda o Espíritu protector combate en nosotros la mala influencia y aguarda con ansiedad la decisión que vamos a tomar. Nuestra vacilación a la hora de hacer o no el mal es la voz del Espíritu bueno, que se hace oír a través de nuestra conciencia.
¿Cuándo un pensamiento es malo?
Se reconoce que un pensamiento es malo cuando se aparta de la caridad, que constituye la base de toda verdadera moral; cuando tiene por principio el orgullo, la vanidad o el egoísmo; cuando su concreción puede causar algún perjuicio a alguien; cuando, en fin, nos induce a hacer a los otros lo que no quisiéramos que nos hiciesen a nosotros.
“Líbranos del mal”
“Líbranos del mal”, es también una exhortación a la buena conducta, a la fuerza de practicar el bien, es reconocer que Dios nos protege y que solamente el bien nos liberará de todo aquello que nos parece un mal.
El espiritismo, como las voces del Cielo, viene a decirnos confirmando lo dicho por Jesús que debemos resignarnos y a considerar las pruebas o infortunios de la vida necesaria para el adelanto y para la humildad.
La oración infla el alma de valor para resistir cualquier vicisitud, pues afecta de forma transversal a todas las emociones. Ella es el camino para resistir a las sugestiones de los espíritus inferiores, que intentan desviarnos del camino del bien inspirándonos malos pensamientos.
Nos aclara Kardec que, nosotros mismos somos espíritus imperfectos, encarnados en la Tierra para expiar nuestras faltas y mejorar. La causa primera del mal reside en nosotros mismos, y los espíritus malos no hacen más que aprovecharse de nuestras inclinaciones viciosas, en las que nos mantienen para tentarnos.
Cada imperfección es una puerta abierta a la influencia de esos espíritus. Todo cuanto nos propongamos hacer, realizar, construir será inútil, si no les oponemos una voluntad inquebrantable en el sentido del bien. Por ello la oración nos ampara en la debilidad.
Quiero un mundo mejor, empiezo por mí mismo, por mis acciones, por la exigencia de mí mismo en el cumplimiento de las Leyes de Dios.
Nosotros mismos somos los que creamos el mal, cuando infringimos las leyes, y por el mal uso que hacemos de la libertad que Dios nos concediste.
Si tenemos la voluntad de hacer el mal, podemos también tener la determinación de practicar el bien. Por eso solicitamos la de los espíritus buenos y Su amparo para resistir a la tentación.
«Así sea»
Nos inclinamos ante la sabiduría infinita de Dios, que se haga Su voluntad en todo aquello que no comprendemos. Que sea lo que Él determine porque es nuestro Padre Creador y sabe lo que necesitamos. Dios nos amas tanto que sólo quieres nuestra felicidad y realización y sabes mejor que nosotros lo que nos conviene.
Así sea, significa que todo lo que se dice en esta oración se cumpla.
Jesús nos quiso mostrar con el «Padrenuestro» una dirección en nuestros procedes diarios, resaltando al Padre y reforzando las obligaciones del hombre que quiere ser de bien.
Pasar tiempo con Dios mantiene nuestro enfoque en él, priorizando el cumplimiento de Sus normas y fuera de nuestras debilidades.
Un pensamiento al Padre Celestial eleva la vibración, promueve la sutileza de las energías que componen el ser y le acerca a lo elevado.
Cláudia Bernardes de Carvalho
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