Resumen histórico del espiritismo
Resumen histórico del espiritismo, por Allan Kardec.
Hacia 1850, diversos fenómenos extraños, consistentes en ruidos, golpes y movimientos de objetos sin causa conocida, llamaron la atención en los Estados Unidos de América. Esos fenómenos a menudo se producían de forma espontánea, con una intensidad y una persistencia singulares. Sin embargo, se observó también que se producían más particularmente bajo la influencia de ciertas personas, a las que se designó con el nombre de médiums, y que podían de alguna manera provocarlos a voluntad, lo que permitió repetir las experiencias.
Las mesas giratorias
Se servían para ello de mesas. No porque este objeto sea más favorable que otro, sino únicamente porque es movible, más cómodo, y uno se sienta más fácil y naturalmente en torno a una mesa que ante cualquier otro mueble. Se obtuvo, de esta forma la rotación de la mesa, después movimientos en todas las direcciones, sacudidas, inversiones, levantamientos, golpes con violencia, etcétera. Este fenómeno fue designado, en sus comienzos, con el nombre de mesas giratorias o danza de las mesas.
Hasta aquel momento el fenómeno podía explicarse perfectamente por una corriente eléctrica o magnética, o por la acción de un fluido desconocido, de modo que esta fue la primera opinión que se formó al respecto. Pero no se tardó en reconocer, en estos fenómenos, efectos inteligentes. Así, el movimiento obedecía a la voluntad: la mesa se dirigía a la derecha o a la izquierda hacia una persona designada, se levantaba sobre una o dos patas cuando se le requería, golpeaba el número de veces solicitado, llevaba el compás, etcétera. Desde entonces fue evidente que la causa no era puramente física y según este axioma que dice: Si todo efecto tiene una causa, todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente, se concluyó que la causa de este fenómeno debía ser una inteligencia.
¿Cuál era la naturaleza de esta inteligencia?
Aquí estaba la cuestión. El primer pensamiento fue que podría tratarse de un reflejo de la inteligencia del médium o de la de los asistentes, pero pronto la experiencia demostró su imposibilidad, porque se obtenían resultados completamente al margen del pensamiento y de los conocimientos de las personas presentes, e incluso en contradicción con sus ideas, su voluntad y sus deseos. Por tanto, esta inteligencia solo podría pertenecer a un ser invisible.
El medio para asegurarse de ello era muy simple: se trataba de entablar una conversación con este ser, lo que se hizo por medio de un número convenido de golpes para significar sí o no,o para designar las letras del alfabeto. De este modo se obtuvieron respuestas a las más diversas preguntas que se le dirigían. Este es el fenómeno que fue designado con el nombre de mesas parlantes. Todos los seres que se comunicaron de este modo, al ser preguntados sobre su naturaleza, declararon ser Espíritus y pertenecer al mundo invisible. Puesto que se produjeron los mismos efectos en un gran número de lugares, por intermedio de diferentes personas, y que además fueron observados por hombres muy serios y esclarecidos, no era posible que todos fueran el juguete de una ilusión.
De América este fenómeno pasó a Francia y al resto de Europa, donde durante algunos años las mesas giratorias y parlantes estuvieron de moda, convirtiéndose en el entretenimiento de los salones. Después, cuando se cansaron de ellas, se las dejó de lado para pasar a otra distracción.
El fenómeno no tardó en presentarse con un nuevo aspecto, que lo hizo salir del dominio de la simple curiosidad. Las limitaciones de este resumen no nos permiten seguirlo en todas sus fases, por lo que pasamos, sin más transiciones, a lo que ofrece de más característico y que llamó la atención de las personas serias.
Los contradictores
Digamos previamente de paso que la realidad del fenómeno encontró numerosos contradictores. Algunos, sin tener en cuenta el desinterés y la honorabilidad de los experimentadores, solo vieron en él un malabarismo, un hábil juego de prestidigitación. Los que no admiten nada fuera de la materia, que solo creen en el mundo visible, que piensan que todo muere con el cuerpo, los materialistas, en una palabra, los que se califican de espíritus fuertes, relegaron la existencia de los Espíritus invisibles a la categoría de fábulas absurdas. Tacharon de locos a quienes se tomaban el asunto en serio y los colmaron de sarcasmos y burlas. Otros, que no podían negar los hechos, pero que estaban dominados por cierto orden de ideas, atribuyeron estos fenómenos a la influencia exclusiva del diablo y buscaron por ese medio asustar a los tímidos.
Sin embargo, hoy el miedo al diablo ha perdido muchísimo su prestigio. Se ha hablado tanto de él, se le ha pintado de tantas formas, que muchos se familiarizaron con esta idea y otros tantos dijeron que había que aprovechar la ocasión para ver qué es el diablo realmente. De ello resultó que, con excepción de un pequeño número de mujeres timoratas, el anuncio de la llegada del verdadero diablo tenía algo de excitante para aquellos que solo lo habían visto en pinturas o en el teatro. Para muchas personas ha sido un poderoso estimulante, de forma que aquellos que quisieron por ese medio oponer una barrera a las nuevas ideas fueron contra su objetivo y, sin quererlo, se convirtieron en agentes propagadores tanto más eficaces cuanto más alto gritaban.
Los otros críticos no tuvieron mayor éxito, porque a hechos constatados y raciocinios categóricos solo pudieron oponer negaciones. Leed lo que han publicado: en todas partes encontraréis la prueba de la ignorancia y de la falta de observación seria de los hechos, y en ninguna parte una demostración concluyente de su imposibilidad. Toda su argumentación se resume así: «No creo, por lo tanto, eso no existe. Todos los que creen están locos. Solo nosotros tenemos el privilegio de la razón y del buen sentido.» El número de adeptos hechos por la crítica seria o burlesca es incalculable, porque en todas partes no se encuentran más que opiniones personales, vacías de pruebas en contra. Prosigamos ahora con nuestra exposición.
Médiums escribientes
Las comunicaciones a través de golpes eran lentas e incompletas. Se descubrió que adaptando un lápiz a un objeto movible -cesta, tablita o cualquier otro, sobre el que se posaban los dedos-, dicho objeto se ponía en movimiento y trazaba caracteres. Más tarde se reconoció que estos objetos solo eran accesorios de los que se podía prescindir. La experiencia demostró que el Espíritu que actuaba sobre un cuerpo inerte para dirigirlo según su voluntad, podría actuar igualmente sobre el brazo o la mano para guiar el lápiz.
Surgieron entonces los médiums escribientes, es decir, personas que escriben de forma involuntaria bajo el impulso de los Espíritus, de los que se hicieron instrumentos e intérpretes. Desde ese momento, las comunicaciones no tuvieron más límites, y el intercambio de pensamientos pudo realizarse con tanta rapidez y habilidad como entre los vivos. Era un vasto campo abierto a la exploración, el descubrimiento de un mundo nuevo: el mundo de los seres invisibles, como el microscopio había descubierto el mundo de los seres infinitamente pequeños.
¿Qué son esos Espíritus?
¿Qué papel desempeñan en el universo? ¿Con qué objeto se comunican con los mortales? Tales son las primeras preguntas que se trataba de responder. Pronto se supo, por ellos mismos, que no son seres aparte de la creación, sino las mismas almas de aquellos que vivieron en la Tierra o en otros mundos. Se supo que esas almas, tras despojarse de su envoltorio corporal, pueblan y recorren el espacio. Ya no fue posible dudar más de ello, cuando se reconoció entre los Espíritus a parientes y amigos con los cuales pudieron conversar; cuando éstos vinieron a dar la prueba de su existencia, a demostrar que en ellos solo ha muerto el cuerpo, que su alma o Espíritu vive siempre, que están aquí, cerca de nosotros, viéndonos y observándonos como cuando vivían, rodeando con su solicitud a los que han amado y cuyo recuerdo es para ellos una dulce satisfacción.
Por lo general se tiene de los Espíritus una idea completamente falsa. No son, como muchos se imaginan, seres abstractos, vagos e indefinidos, ni algo así como un resplandor o una chispa. Son, por el contrario, seres muy reales, dotados de individualidad y una forma determinada. Podemos hacernos una idea aproximada de ellos a través de la siguiente explicación:
Elementos esenciales del hombre
En el hombre hay tres elementos esenciales: 1º El alma, o Espíritu, principio inteligente en el que residen el pensamiento, la voluntad y el sentido moral; 2º El cuerpo, envoltura material, pesada y basta, que pone al Espíritu en relación con el mundo exterior; 3° El periespíritu, envoltura fluídica, ligera, que sirve de lazo y de intermediario entre el Espíritu y el cuerpo. Cuando la envoltura exterior está gastada y ya no puede funcionar, cae. Así, el Espíritu se despoja de ella como el fruto de su cáscara y el árbol de su corteza. En una palabra, como se abandona un viejo traje que ya no nos sirve. Esto es lo que se llama muerte.
La muerte, por lo tanto, no es otra cosa que la destrucción de la basta envoltura del Espíritu: solo el cuerpo muere, el Espíritu no muere. Durante la vida, el Espíritu se encuentra de alguna manera comprimido por los lazos de la materia a la cual está unido y que a menudo paraliza sus facultades. La muerte del cuerpo lo libera de sus lazos. El Espíritu se emancipa y recobra su libertad, como la mariposa saliendo de su crisálida.
Pero el Espíritu solo deja el cuerpo material, conserva el periespíritu, que constituye para él una especie de cuerpo etéreo, vaporoso, imponderable para nosotros y de forma humana, que parece ser la forma tipo. En su estado normal, el periespíritu es invisible, pero el Espíritu puede hacerle sufrir ciertas modificaciones que lo vuelven momentáneamente accesible a la vista e incluso al tacto, tal como sucede con el vapor condensado. De este modo los Espíritus a veces pueden mostrarse en las apariciones. Con la ayuda del periespíritu, el Espíritu actúa sobre la materia inerte y produce diversos fenómenos, como ruidos, movimientos, escritura, etcétera.
Los golpes y movimientos son, para los Espíritus, los medios para testificar su presencia y para llamar la atención, exactamente como cuando una persona llama para avisar que hay alguien. Algunos espíritus no se limitan a ruidos moderados, sino que llegan a provocar un estrépito semejante al de la vajilla que se rompe, al de puertas que se abren y se cierran o al de muebles que se vuelcan.
Con la ayuda de golpes y de movimientos convenidos, los Espíritus pudieron expresar sus pensamientos, pero la escritura les ofrece un medio completo, más rápido y cómodo. Por ello la prefieren. Por la misma razón que pueden hacer que se formen letras, pueden guiar la mano para trazar dibujos, escribir música, tocar un fragmento con un instrumento… En una palabra, a falta de su propio cuerpo que ya no tienen, los Espíritus se sirven del cuerpo del médium para manifestarse a los hombres de una manera sensible.
Manifestaciones de los Espíritus
Los Espíritus también pueden manifestarse de varias maneras, entre ellas, por la vista y por la audición. Algunas personas, llamadas médiums auditivos, tienen la facultad de escucharlos y pueden así conversar con ellos. Otras los ven: son los médiums videntes. Los Espíritus que se manifiestan a la vista, generalmente se presentan bajo una forma análoga a la que tenían en vida, pero vaporosa. Otras veces, esa forma tiene todas las apariencias de un ser vivo, hasta el punto de causar una ilusión completa, de modo que a veces fueron tomados por personas de carne y hueso, con las que se pudo conversar e intercambiar apretones de manos, sin sospechar que se estaba tratando con Espíritus, a no ser por su desaparición súbita.
La vista permanente y general de los Espíritus es muy rara, pero las apariciones individuales son bastante frecuentes, sobre todo en el momento de la muerte. El Espíritu desprendido parece apresurarse en ir a ver de nuevo a sus parientes y amigos, como para advertirles que acaba de dejar la Tierra y decirles que vive siempre. Que cada uno reúna sus recuerdos, y verá cuántos hechos auténticos de ese género, de los que no se daba cuenta, han tenido lugar no sólo de noche, durante el sueño, sino en pleno día y en el más completo estado de vigilia.
En el pasado estos hechos se veían como sobrenaturales y maravillosos y se los atribuía a la magia y a la brujería. En la actualidad, los incrédulos los atribuyen a la imaginación. Sin embargo, desde que la ciencia espírita ha dado la clave de ellos, se sabe cómo se producen y que no escapan al orden de los fenómenos naturales.
Todavía se cree que los Espíritus, por el único hecho de ser Espíritus, deben tener la ciencia y la sabiduría supremas. Es un error que la experiencia no ha tardado en demostrar. Entre las comunicaciones dadas por los Espíritus, las hay que son sublimes en profundidad, elocuencia, sabiduría, moral y que solo reflejan bondad y benevolencia. Pero, junto a estas, las hay muy vulgares, frívolas, triviales e incluso groseras y por las cuales el Espíritu revela los instintos más perversos. Es, pues, evidente que las comunicaciones no pueden emanar de la misma fuente y que si hay buenos Espíritus, los hay también malos.
Dado que los Espíritus no son otra cosa que las almas de los hombres, no pueden naturalmente volverse perfectos al dejar su cuerpo. Hasta que hayan progresado, conservan las imperfecciones de la vida corporal. Es por eso que los hay en todos los grados de bondad y de maldad, de saber y de ignorancia.
Los Espíritus se comunican generalmente gustosos, y para ellos es una satisfacción ver que no se los ha olvidado. Describen de buen grado sus impresiones al dejar la Tierra, su nueva situación y la naturaleza de sus alegrías o de sus sufrimientos en el mundo donde se encuentran. Algunos son muy felices, otros desdichados e incluso algunos soportan horribles tormentos, según el modo en que han vivido y el empleo bueno o malo, útil o inútil, que han hecho de la vida. Observándoles en todas las fases de su nueva existencia, según la posición que ocuparon en la Tierra, su género de muerte, su carácter y sus hábitos como hombres, se llega a un conocimiento, si no completo al menos bastante preciso, del mundo invisible, para caer en la cuenta de nuestro estado futuro y presentir el destino feliz o desgraciado que allí nos espera.
Instrucciones de los Espíritus: el Espiritismo
Las instrucciones dadas por los Espíritus de un orden elevado, acerca de todos los temas que interesan a la Humanidad, así como las respuestas que han dado a las preguntas que les fueron propuestas y que han sido recogidas y coordinadas con cuidado, constituyen toda una ciencia, una doctrina moral y filosófica bajo el nombre de Espiritismo. Por tanto, el Espiritismo es la doctrina fundada sobre la existencia, las manifestaciones y las enseñanzas de los Espíritus. Esta doctrina se halla expuesta de manera completa, en El Libro de los Espíritus referido a la parte filosófica, y en El Libro de los Médiums en relación a la parte práctica y experimental. Por el análisis que más adelante ofreceremos de estas obras, se puede juzgar la variedad, la amplitud y la importancia de las materias que abarca.
Como se ha visto, el Espiritismo tuvo su punto de partida en el vulgar fenómeno de las mesas giratorias. Pero como esos hechos hablan más a los ojos que a la inteligencia, que despiertan más curiosidad que sentimiento, una vez tal curiosidad satisfecha, se tiene tanto menos interés cuanto no son comprendidos. No ocurrió lo mismo cuando la teoría vino a explicarles la causa. Sobretodo cuando se vio que de esas mesas giratorias, con las cuales se entretuvieron por breve tiempo, salió toda una doctrina moral hablando al alma, disipando las angustias de la duda, satisfaciendo a todas las aspiraciones dejadas en el vacío por una enseñanza incompleta sobre el futuro de la Humanidad, las personas serias acogieron la nueva doctrina como un beneficio y, desde entonces, lejos de declinar, crece con una rapidez increíble.
En el lapso de unos pocos años, obtuvo en todos los países del mundo, y en especial entre las personas esclarecidas, incontables partidarios que día a día aumentan en número en una proporción extraordinaria, de tal suerte que, hoy el Espiritismo se ha ganado derecho de ciudadanía. Se asienta sobre bases que desafían los esfuerzos de sus adversarios, más o menos interesados en combatirlo, y la prueba de eso es que los ataques y críticas no aminoraron su marcha un solo instante. Este es un hecho adquirido por la experiencia, y del cual los opositores jamás pudieron dar la razón. Los espíritas dicen, sencillamente, que si se propaga a pesar de la crítica es que se lo halla bueno y que se prefiere su raciocinio al de los contradictores.
Sin embargo, el Espiritismo no es un descubrimiento moderno, los hechos y principios sobre los cuales reposa se pierden en la noche de los tiempos, pues se encuentran vestigios de ellos en las creencias de todos los pueblos, en todos las religiones, en la mayoría de los escritos sagrados y profanos; sólo que los hechos, incompletamente observados, muchas veces fueron interpretados según las ideas supersticiosas de la ignorancia y no le fueron deducidas todas las consecuencias.
En efecto, el Espiritismo está fundado sobre la existencia de los Espíritus, pero los Espíritus, no siendo otros que las almas de los hombres, puesto que hay hombres hay Espíritus. El Espiritismo no los descubrió, ni los inventó. Si las almas o Espíritus pueden manifestarse a los vivos es porque eso está en la Naturaleza y, por tanto, deben haberlo hecho en todas las épocas. También, en todo tiempo y por todas partes, se encuentran las pruebas de esas manifestaciones, que son muchas, sobre todo en los relatos bíblicos.
Lo que es moderno es la explicación lógica de los hechos, el conocimiento más completo de la naturaleza de los Espíritus, de su papel y de su modo de acción, la revelación de nuestro estado futuro, en fin su constitución como cuerpo de ciencia y de doctrina y sus diversas aplicaciones. Los antiguos conocían el principio, los modernos conocen los detalles. En la Antigüedad, el estudio de esos fenómenos era privilegio de ciertas castas que no los revelaban sino a los iniciados en sus misterios. En la Edad Media los que se ocupaban de ellos ostensivamente eran tomados como hechiceros y quemados, pero hoy no hay misterios para nadie, no se quema a nadie más, todo pasa a la luz del día y todo el mundo está en condiciones de ilustrarse y de practicar, porque los médiums se encuentran por todas partes.
¿Qué viene a hacer el Espiritismo?
La doctrina misma que los Espíritus enseñan hoy, nada tiene de nueva. Se la encuentra de manera fragmentaria en la mayoría de los filósofos de la India, de Egipto y de Grecia, y toda entera en la enseñanza de Cristo. ¿Pues qué viene a hacer el Espiritismo? Viene a confirmar por nuevos testimonios, a demostrar con hechos, verdades desconocidas o mal comprendidas, restablecer, en su verdadero sentido, aquellas que fueron mal interpretadas.
Bien es verdad que el Espiritismo no enseña nada nuevo, pero ¿no basta con que pruebe de modo evidente, irrecusable, la existencia del alma, su supervivencia al cuerpo, su individualidad después de la muerte, su inmortalidad, las penas y las recompensas futuras? Cuántas personas creen en esas cosas pero lo hacen con un vago trasfondo de incertidumbre diciéndose para su fuero interno: «¿Y si no es cierto?» ¡Cuántos fueron inducidos a la incredulidad porque se les presentó el futuro bajo un aspecto que su razón no podía admitir! Acaso no significa nada, para el creyente que vacila poder decir: «¡Ahora estoy seguro!» ¡Para el ciego volver a contemplar la luz!
Por los hechos y por su lógica, el Espiritismo viene a disipar la ansiedad de la duda y conducir a la fe aquellos que se apartaron de ella, al revelarnos la existencia del mundo invisible que nos rodea, y en medio del cual vivimos sin darnos cuenta, nos hace conocer, por el ejemplo de aquellos que vivieron, las condiciones de nuestra felicidad o de nuestra desdicha futura; nos explica la causa de nuestros sufrimientos en este mundo y el medio de suavizarlos.
Su propagación tendrá como efectos inevitables la destrucción de las doctrinas materialistas que no pueden resistir a la evidencia. El hombre, convencido de la grandeza y de la importancia de su existencia futura, que es eterna, la compara a la incertidumbre de la vida terrestre, que es tan corta, y se eleva por el pensamiento, por encima de las mezquinas consideraciones humanas. Conociendo la causa y el objetivo de sus miserias, las soporta con paciencia y resignación porque sabe que ellas son un medio para llegar a un estado mejor.
El ejemplo de aquellos que vienen de ultratumba a describir sus alegrías y sus dolores, probando la realidad de la vida futura, al mismo tiempo, prueba que a justicia de Dios no deja ningún vicio sin castigo, ni ninguna virtud sin recompensa. Agreguemos, por último, que nuestras comunicaciones con los seres queridos que ya partieron, proporcionan un dulce consuelo al demostrarnos no sólo que siguen existiendo, sino que estamos menos separados de ellos que si estuviesen vivos y en un país extranjero.
En resumen
En resumen, el Espiritismo mitiga la amargura de los pesares de la vida, calma las desesperaciones y las agitaciones del alma, disipa las incertidumbres o los temores del futuro, detiene el pensamiento de abreviar la vida por el suicidio. Por eso mismo vuelve dichosos a aquellos que se le afilian, y ahí está el gran secreto de su rápida propagación.
Desde el punto de vista religioso, tiene el Espiritismo por base las verdades fundamentales de todas las religiones: Dios, el alma, la inmortalidad, las penas y las recompensas futuras, pero es independiente de todo culto particular. Su objetivo es probar a aquellos que niegan o que dudan, que el alma existe, que sobrevive al cuerpo, que soporta, después de la muerte, las consecuencias del bien y del mal que haya cometido durante la vida corpórea. Y esto pertenece a todas las religiones.
Como creencia en los Espíritus, es igualmente de todas las religiones, del mismo modo que es de todos los pueblos, una vez que, por todas partes donde existan hombres, hay almas o Espíritus, que las manifestaciones son de todos los tiempos y el relato de ellas se encuentra sin excepción, en todas las religiones. Se puede, pues, ser católico, griego o romano, protestante, judío o musulmán, y creer en las manifestaciones de los Espíritus, y como consecuencia, ser; la prueba es que el Espiritismo tiene adeptos en todas las sectas.
Moral
Como moral, el Espiritismo es en su esencia cristiano porque la que enseña no es sino el desarrollo y la aplicación de la moral de Cristo, la más pura de todas, y cuya superioridad nadie discute, lo que constituye una prueba evidente de que está en la ley de Dios; y la moral es para uso de todo el mundo.
Siendo el Espiritismo independiente de toda forma de culto, no prescribe ninguno de ellos y no se ocupa de dogmas particulares, no es una religión especial, porque no tiene ni sus sacerdotes ni sus templos. A quienes le preguntan si hacen bien en seguir tal o cual práctica, él responde: Si creéis que vuestra conciencia está inclinada a ello hacedlo: Dios toma siempre en cuenta la intención. En una palabra, no se impone a nadie; no se dirige a aquellos que tienen fe y a quienes esta fe les basta, sino a la numerosa categoría de los inseguros y de los incrédulos; no los arrebata a la Iglesia, puesto que están separados de ella moralmente en todo o en parte.
Es verdad que el Espiritismo combate ciertas creencias tales como la eternidad de las penas, el fuego material de infierno, la personalidad del diablo, etcétera. Mas, ¿no es cierto que esas creencias, impuestas como absolutas en todos los tiempos hicieron incrédulos y los hacen todos los días? Si el Espiritismo, dando a esos dogmas y a algunos otros, una interpretación racional, conduce a la fe a los que habían desertado de ella, ¿no presta un servicio a la religión? Por eso decía un venerable eclesiástico: «El Espiritismo hace creer en algo; pues bien, vale más creer en algo que nada creer de todo.»
Siendo los Espíritus las mismas almas, no se puede negar los Espíritus sin negar el alma. Admitiéndose las almas, o los Espíritus, la cuestión, reducida a su más simple expresión, es esta: ¿Las almas de los que han muerto pueden comunicarse con los vivos? El Espiritismo prueba la afirmativa por hechos materiales. ¿Qué prueba se puede dar de que eso no sea posible? Si lo es, ninguna negación impedirá que siga siéndolo, porque no se trata ni de un sistema ni de una teoría, sino de una ley de la Naturaleza. Ahora bien, contra las leyes de la Naturaleza la voluntad del hombre nada puede; es necesario, por bien o por mal, aceptarle las consecuencias y adaptar a ellas sus creencias y sus hábitos.
Resumen histórico del espiritismo. En: El espiritismo en su más simple expresión
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