Señales de Cambio – coronavirus
Teniendo en cuenta que no existe arbitrariedad en el Cosmos, todo en él está bajo un orden y revela una prevista armonía, que no se desdice ni en las mínimas cosas, porque obedece a Leyes Universales, ambos, Tierra y Humanidad obedecen a dichas leyes.
El progreso del planeta Tierra así como de la Humanidad que lo puebla se lleva a cabo en virtud de la Ley de Progreso.
Esta Ley rige todo en el Cosmos infinito. Debemos tener en cuenta que desde el punto de vista limitado en que nos colocamos, solemos tener una falsa idea del conjunto. Es preciso considerar que en la Tierra no se ve toda la Humanidad, sino una muy pequeña fracción de ella. Otros mundos también están poblados con espíritus y la Tierra es apenas uno de ellos.
Este avance imparable del progreso, obedece a reglas exactas y se realiza por medio de la transformación física de todos los elementos que componen nuestro planeta azul y por la purificación de los espíritus que lo habitan, tanto entidades encarnadas como desencarnadas que están vinculadas a él.
El imparable progreso es llevado a cabo de forma paralela en dos procesos distintos.
En primer lugar podemos analizar el cambio que se realiza en términos físicos. Nuestro planeta ha experimentado transformaciones sucesivas durante millares de años y sigue experimentándolas hoy día. Esta semana misma hubo un terremoto en Croacia de 5 puntos en la escala sismológica de Richter.
Las materias orgánica e inorgánica acondicionan sus potencias por medio de actividades en términos climáticos y orográficos, preparándose y adecuándose para favorecer las condiciones de habitabilidad en la Tierra para los seres que viven en ella.
A la vez, citamos el progreso en términos éticos, derivado del desarrollo progresivo de la inteligencia de sus habitantes, con el control de las pasiones vulgares y de los apetitos groseros, la moderación de las costumbres de índole inferior y con un desarrollo mayor del sentido de la rectitud moral.
Por lo tanto, en términos espirituales también se manifiesta un cambio, pues somos espíritus inmortales temporalmente encarnados en la Tierra.
Estos dos progresos se complementan, sin embargo se realizan de dos maneras distintas.
En lo tocante al material, se produce de una forma gradual, progresiva y lenta. Podemos apreciar en los estratos geológicos, tal como los que encontramos en nuestros días, estas capas de rocas estratificadas, marcadas por planos de división bien delimitados que necesitaron millares de años para sedimentarse y demuestran la teoría del progreso escalonado y progresivo.
Pero nada está estancado en la Naturaleza, las transformaciones siguen aconteciendo actualmente pero pasan casi desapercibidas por los hombres que, inmersos en sus quehaceres, no contemplan de forma clara estos efectos.
Sin embargo, consiguen percibir algo más cuando el cambio es motivado por desastres naturales que, deteniendo la vida, llaman la atención por sus efectos, como las tormentas devastadoras, las inundaciones, los huracanes, los terremotos, etc.
El segundo progreso, el espiritual, el que atañe a la Humanidad, se realiza de forma abrupta y brusca. Estas agitaciones, que demarcan de forma clara un movimiento ascensional de los períodos progresivos de la Humanidad, se pueden observar más claramente.
Si volvemos la mirada hacia el pasado las contemplamos en los significativos momentos en el desarrollo de un proceso o en la vida de la Humanidad.
Estos hechos que marcaron un hito en la Historia humana son claramente percibidos como la Edad del Hierro, la venida de Jesús, la Edad Media, la Revolución Industrial y la Revolución Tecnológica en que vivimos.
Sin embargo, este progreso está bajo las elecciones personales de la colectividad, lo que viene a ser la libre elección de las sociedades, el libre albedrío de cada cual, lo que lleva de cierto modo a un resultado, en ocasiones general y en ocasiones parcial.
Si el progreso humano está sometido a esta Ley de Progreso, los hombres tendrán que recorrer este camino, pues esta ley es inamovible como todas las demás leyes del Universo.
Dios creó todas sus Leyes con características de constancia y eternidad y se mantienen bajo Su voluntad única que sostiene la unidad en todo. Por esta regla inmutable la inteligencia Divina tiene todo previsto y nos ampara en todo momento.
Los espíritus encarnados y desencarnados pertenecen a una banda de evolución. Con el cambio de nivel de la Tierra también los espíritus encarnados y desencarnados que no se encuentren adaptados moralmente a esta nueva franja evolutiva, donde debe prevalecer el bien entre sus miembros, ya no encarnarán en la Tierra, porque deben dejar paso a aquellos en que prevalezca la bondad, la justicia, el respeto y el deseo sincero de instruirse y perfeccionarse.
Los espíritus superiores que pueblan el Cosmos participan en la obra divina colaborando de forma activa en Su obra, bajo la supervisión de Dios para que se cumpla la ejecución de Sus Leyes. Bajo esta potencia reguladora, todo funciona como debe ser.
No hace falta desesperar, sino confiar en Dios y en los espíritus que ejecutan Su voluntad.
Cuando la Humanidad se encuentre en el nivel de madurez necesario, el progreso llegará. Se puede concluir entonces que ha llegado hoy un nuevo momento de cambio y, como hemos visto, abrupto y brusco.
En nuestros días podemos aseverar que las sociedades han alcanzado un alto grado de desarrollo desde el punto de vista del bienestar social, de las ciencias, de las tecnologías, pero observamos que aún nos falta el salto que hará que todos tengamos el bienestar moral. Este peldaño que permitirá el uso extensible de la solidaridad y la fraternidad que permita que todos seamos iguales, que todos tengamos verdaderamente los mismos derechos y deberes.
Pero para alcanzar este salto necesitamos un empujón, y es por medio de esta sacudida que nos viene la situación actual del coronavirus.
En biología, un virus tan pequeño que se mide en nanómetros, es un agente infeccioso microscópico acelular que solo puede multiplicarse dentro de las células de otros organismos. Una cepa zoonótica, es decir que se transmitió del animal al hombre infectándolo, dio el salto a una transmisión de humano a humano con una carga vírica muy potente, y la propagación actual del coronavirus es el resultado de ello.
El pasado noviembre de 2019, las autoridades chinas notificaron 27 casos de neumonía de origen desconocido. Los afectados estaban en principio vinculados con un mercado de la ciudad de Wuhan en China, una metrópoli con 11 millones de habitantes.
Por ahora, no se sabe con exactitud qué animal originó el brote pero todo apunta a que la especie en cuestión fue un murciélago. Una de las características del virus es su alto número reproductivo, lo que ha facilitado su rápida expansión epidemiológica por el mundo.
Este agente invisible a los ojos humanos, con un emergente potencial pandémico consigue derrumbar el orden socio-económico establecido, frena en seco al mundo y muestra la fragilidad de la estabilidad humana, propagando una pandemia mundial.
Desata una crisis global que tiene y tendrá un enorme impacto en distintos ámbitos. No obstante, lo más importante es que estamos siendo llamados a la reforma ético-moral colectiva de la Humanidad.
Es por medio de la caída de las viejas creencias como se alcanzará este peldaño, con la destrucción de las instituciones anticuadas y el aflorar de la caridad en las personas con el reconocimiento de las verdaderas necesidades humanas y universales. Pero con el trajín de idas y venidas, del uso del tiempo solamente con fines de obtener un beneficio particular, el hombre no para. No se detiene a pensar en sus actos. No se detiene para amar.
Es necesario que busquemos elevar los sentimientos, pues sin la extirpación del egoísmo y del orgullo no es posible el cambio.
Esta situación inaudita viene para ayudarnos como colectivo utilizando la terapéutica del dolor para sanarnos, realizando de forma exprés el cambio que necesitamos.
En estos días, vemos que las personas están forzosamente en sus hogares, por decreto del gobierno se impide la libre movilidad.
Las personas no deben tocarse, deben guardar las distancias, porque en general el coronavirus se puede contagiar por medio de las gotas de líquido que se esparcen en el aire cuando una persona tose o estornuda.
El virus puede propagarse dentro de comunidades de una persona a otra, y a través del contacto con superficies, que tienen gérmenes. Debemos mantenernos en casa, y extremar la higiene. El microorganismo nos obliga a aislarnos. Nadie en las calles, todos en sus casas.
¿Qué lección podemos sacar de ello?
Qué bonito es ver que las familias vuelven a estar juntas, que se llama a los amigos otrora olvidados por las prisas, a los parientes distanciados por riñas familiares rehaciendo afectos rotos, vemos la compasión con los mayores, la preocupación por todos como unidad social.
Se arropa a los sin techo, se perdonan alquileres, no se desahucia a nadie, se facilita agua, luz y gas gratis a todo aquel que pierde el empleo, se va a comprar para el vecino, se fabrican mascarillas en vez de zapatos.
Los gobiernos deben unir esfuerzos para atajar la pandemia, ejerciendo de esta forma la unión a pesar de profesar diferentes ideologías, probando de este modo el entendimiento.
Surgen cientos de ideas provenientes de diferentes colectivos con el fin de aportar algo para facilitar las necesidades del prójimo, se dedica tiempo a la reflexión e introspección. Como apreciamos, lo que aparentemente es un mal, también atrae un bien general.
Observamos bondad, esperanza y fe. Todos a una, intentando ayudar y colaborar. Aflora el bien en los corazones. Sacamos la lección del amor.
Se construye de forma apresurada macrohospitales para subsanar la demanda de enfermos, se convoca médicos jubilados por la falta de recursos y se adapta el Palacio del Hielo como morgue urgente.
Algunos son llamados a retornar a la patria espiritual. La población afectada por la pérdida de un familiar sin poder despedirse, sufre enormemente, por desconocimiento de la realidad inmortal.
La muerte no existe, es una transformación que nos libera de los grilletes de la materia.
El Espiritismo lanza el mensaje esperanzador aclarando la verdad del mundo espiritual, calmando a los afligidos, desvelando los misterios del Más Allá.
Este virus nos obliga, además de la higiene para mantenernos libres de su contagio, a la higiene mental, buscando direccionar nuestras mentes para la vuelta al equilibrio, la salud. Hace un llamamiento a la introspección, a la reflexión sobre la vida, sobre Dios y Su grandeza, invitándonos a fortalecer los sentimientos y pensamientos nobles.
Esta situación crítica refleja la necesitad de una renovación conductual.
La prueba no está circunscrita en una zona, sino que engloba todo el planeta, pues se trata de un movimiento universal, de un rescate colectivo.
Gracias al confinamiento de los seres humanos, la NASA ha confirmado el descenso de la polución en China, lo mismo que en Italia y España. La Naturaleza vuelve a brillar en su esplendor, animales y plantas resurgen gracias a la reducción de los contaminantes.
La Tierra respira, por fin, más limpia.
Toda esta agitación establecerá un nuevo orden social, una nueva etapa donde este mundo viejo en que aún vivimos, lleno de prejuicios, dejará de existir, pues nuevos elementos más depurados animarán a los hombres con ideas y sentimientos diferentes, más elevados ética-moralmente.
Volveremos a salir, a pasear, a comulgar, pero con seguridad lo haremos más afectuosamente, más verdaderamente, más conscientes de nuestra verdad como espíritus inmortales.
Cuanto más el hombre avanza en su camino hacia la perfección, más consciente es de las cosas que no le satisfacen, cuanto más elevado, más se da cuenta de que este modo de vida actual no llena el vacío existencial de una vida hueca y superficial.
El alto índice de depresiones, suicidios e insatisfacciones reflejan el estado psíquico actual de la Humanidad. El alto grado de polución indica que debemos cambiar nuestros actos. El desequilibrio en todos estos ámbitos es el resultado del vacío existencial y la incomprensión de la función del hombre en la Tierra.
El también llamado covid-19, un agente microscópico, ha conseguido detener el sistema, con el decreto de estado de alarma, poniendo en jaque mate a las instituciones, generando un alto grado de estrés en la sociedad por miedo al desempleo y a la muerte.
Tal situación exige un procedimiento de permanencia en casa para frenar la curva ascendiente de infectados, requiriendo una postura conductual de respeto a las autoridades, de concienciación del deber, de solidaridad con la vida ajena.
Fue necesario que la Organización Mundial de la Salud decretara la pandemia mundial, debido al alto número de infectados y muertos ya que el virus ha ido saltando de país en país, y se ha anclado en más de 150 países, con un número de infectados de 6 cifras.
Todos los días, desde que empezó esta pandemia, vemos a la sociedad aplaudir de forma espontánea a los sanitarios, a los farmacéutios, a los policías, a los reponedores de los supermercados, a los barrenderos y limpiadoras, a los ganaderos, a los agricultores, a los camioneros que traen las mercancías de primera necesidad… Aplausos de gratitud desde los balcones, aplausos de agradecimiento y reconocimiento a su intensa labor en esta crisis vírica.
Estos seres se exponen, realizando de forma ejemplar sus tareas, cada uno donde le corresponde, trabajando intachablemente para ayudar al prójimo.
Esta crisis no promoverá el fin del mundo, pues ¿qué sentido tendría alcanzar un progreso moral para que luego todo acabara? Un destino de destrucción no tiene lógica, y todo en el Universo la tiene.
Lo que se desmoronará y se extirpará serán los comportamientos, las pautas y hábitos erróneos de actuación de las personas, todos aquellos procederes que no sintonicen con el bien.
Lo que ocurrirá es la extensión de los preceptos de amor enseñados por Jesús y por los buenos espíritus por medio del Espiritismo. Muchas veces hemos visto muestras de bondad, pero pasaban desapercibidas en los telediarios, en la vida corrida de la gente.
Ahora estamos divisando cómo han aflorado los buenos sentimientos y acciones. Asistimos a personas tocando y cantando en sinceras expresiones artísticas de la bondad.
Apreciamos de manera mucho más extendida la práctica generalizada del Evangelio, utilizado en las acciones comunes de los hombres de forma ordinaria.
Las relaciones de los espíritus con los hombres son constantes, ya nos advierten ellos mismos. En el mundo de los espíritus hay también una buena y una mala sociedad, porque está formada por los mismos hombres que dejaron la Tierra.
Mientras la instituciones buscan reforzar las medidas de contención del virus en un esfuerzo mundial coordinado, los espíritus buenos nos incitan a la realización del bien, nos fortalecen en las pruebas de la vida y nos ayudan a sobrellevarlas con valor y resignación.
Los espíritus inferiores nos incitan al mal, y les es placentero vernos sucumbir y equipararnos a ellos. Una ola de ansiedad inunda Internet: los bulos y las fake news están invadiendo los hogares por medio de WhatsApp y demás redes sociales.
Mientras se cierran los comercios, los teatros y los cines, las puertas de las redes sociales, haciendo honor a su promesa de conectividad comunitaria, están abiertas, y es allí donde la gente pasea su pulgar de forma muchas veces indiscriminada, sin criterio ni sensatez.
Es por este motivo que debemos mantener el pensamiento elevado, en una vibración alta, buscando colaborar donde nos encontremos, no difundiendo miedo ni mentiras, evitando los embustes.
Hay que ser positivos, obedecer a las autoridades y confiar en Dios, porque Él nos ha proporcionado la vida. Ser valientes en la fe racionada e inquebrantable que fortalece en las adversidades e inmunizar al miedo irracional.
Con esta crisis se introducirá, por fin, el reino del bien en la Tierra. Ya no habrá lugar para la vanidad, el egoísmo ni la corrupción.
Como consecuencia de todo ello viviremos una gran conmoción y enfrentamientos de ideas generales, una lucha donde el mal intentará prevalecer, sin embargo llegará el equilibrio del bien, de la justicia y de la bondad.
En este momento es cuando el Espiritismo constituirá la realización de las predicciones de Jesús.
Se verá la diseminación de la mediumnidad, y los espíritus se manifestarán en una cooperación sabia de forma amplia en individuos de ambos sexos y todas las edades, interrelacionándose de forma mucho más explícita con los encarnados.
La Tierra habrá cambiado su jerarquía entre los mundos, pasando de ser un planeta de pruebas y expiaciones donde el hombre está expuesto a tantas miserias, a la categoría de mundo de regeneración, aquel donde las almas que aún tienen que expiar adquieren nuevas fuerzas y descansan de las fatigas de la lucha.
La Humanidad habrá aprendido a aplicar el Evangelio en su mayor pureza.
Cuando pase esta sacudida mundial, el viejo mundo y las viejas costumbres habrán muerto, y el Sol volverá a salir en un nuevo amanecer.
La sociedad renovada en sus aspiraciones exigirá nuevas leyes sociales, sabrán elegir mejor a sus dirigentes, reconociendo lo que es realmente importante en la vida corrigiendo su escala de valores.
Y por fin haremos con los otros lo que quisiéramos que a nosotros se nos hiciese, es decir, hacer bien y no mal, como Jesús nos enseñó. Es en este principio donde el hombre debe encontrar la regla universal de conducta hasta para sus más insignificantes acciones.
Cláudia Bernardes de Carvalho
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