Dios no se muestra, pero prueba su existencia a través de sus obras
Las obras consideradas de la naturaleza son el producto de fuerzas materiales que actúan mecánicamente, en razón de las leyes de atracción y repulsión; las moléculas de los cuerpos inertes se agregan y se disgregan por la acción de esas leyes.
Las plantas nacen, brotan, crecen y se multiplican siempre de la misma manera, cada una en su especie, en virtud de aquellas mismas leyes; cada individuo es semejante a aquel del cual provino; el crecimiento, la floración, la fructificación y la coloración están subordinados a causas materiales, tales como el calor, la electricidad, la luz, la humedad, etc.
Lo mismo sucede con los animales.
Los astros se forman por la atracción molecular y se mueven perpetuamente en sus órbitas por efecto de la gravitación.
Esa regularidad mecánica en el empleo de las fuerzas naturales no revela la acción de una inteligencia libre.
El hombre mueve el brazo cuando quiere y como quiere; pero quien lo moviera en el mismo sentido, desde el nacimiento hasta la muerte, sería un autómata.
Ahora bien, las fuerzas orgánicas de la naturaleza son puramente automáticas.
Todo eso es verdad; pero esas fuerzas son efectos que deben tener una causa, y nadie pretende que constituyan la Divinidad.
Aquellas son materiales y mecánicas; no son inteligentes de por sí, lo cual también es verdad.
Sin embargo, son puestas en acción, distribuidas y adecuadas a las necesidades de cada cosa por una inteligencia que no pertenece a los hombres.
La aplicación útil de esas fuerzas es un efecto inteligente que denota una causa inteligente.
Un reloj se mueve con automática regularidad, y es en esa regularidad que reside su mérito.
La fuerza que lo hace mover es absolutamente material y nada tiene de inteligente.
Pero ¿qué sería ese reloj, si una inteligencia no hubiese combinado, calculado el empleo de aquella fuerza para hacerlo andar con precisión?
Por el hecho de que la inteligencia no resida en el mecanismo del reloj, y además por la circunstancia de que nadie la vea, ¿sería racional que se concluyera que esa inteligencia no existe?
No, pues podemos apreciarla por sus efectos.
La existencia del reloj prueba la existencia del relojero: la ingeniosidad del mecanismo prueba la inteligencia y el saber de su fabricante.
Cuando un reloj os da en el momento preciso la información que necesitáis, ¿acaso se os ocurre pensar que se trata de un reloj inteligente?
Ocurre lo mismo con el mecanismo del universo.
Dios no se muestra, pero prueba su existencia a través de sus obras.
La existencia de Dios es, por lo tanto, un hecho comprobado no sólo mediante la revelación, sino por la evidencia material de los hechos.
Los pueblos salvajes no han sido destinatarios de ninguna revelación, y sin embargo creen instintivamente en la existencia de un poder sobrehumano.
Ellos ven cosas que superan el poder del hombre, y de ahí deducen que esas cosas provienen de un ser superior a la humanidad.
¿No demuestran de ese modo que razonan con más lógica que la de quienes pretenden que esas cosas se hicieron a sí mismas?
Allan Kardec
Fuente
La Génesis, los milagros y las predicciones según el Espiritismo. Cap II
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