El espiritismo, convoca a los hombres a la observancia de la Ley
El tiempo y el espacio
Ambos sólo se pueden evaluar con el auxilio de puntos de comparación o de referencia que lo dividan en períodos que puedan ser contados.
Por su naturaleza, la revelación espírita tiene un doble carácter: participa a la vez de la revelación divina y de la revelación científica, pues las Leyes de la naturaleza son invariables.
Todo es armonía en la Creación.
La previsión de la Creación no se desdice ni en las pequeñas ni en las grandes cosas.
La división natural del tiempo en nuestro mundo en días y años está subordinada a la salida y puesta del Sol, así como a la duración del movimiento de traslación de la Tierra.
De acuerdo con las posiciones planetarias, las unidades para la medición del tiempo deben variar ya que los períodos astronómicos son diferentes.
Podemos citar el ejemplo del planeta Júpiter, allí un día equivale a diez horas de la Tierra, y un año a más de doce años terrestres. Como vemos el tiempo es relativo.
Para cada mundo existe una forma diferente de computar la duración, de acuerdo con la naturaleza de las revoluciones astrales que se efectúan en su órbita.
Sin embargo, fuera de los mundos, en el espacio infinito no existen esos medios de apreciación.
Para un espíritu en el espacio, no hay alba ni puesta de sol que indique los días, que determinan las horas, ni revolución periódica que establezca los años sucesivos.
Para un ser eterno en la erraticidad se despliega el cuadro más maravilloso de la Creación, sólo existe la duración y el espacio infinitos.
Ha llegado la hora de la iluminación de la conciencia cuando el espíritu comprende que la ciencia debe dejar de ser exclusivamente materialista y tome en cuenta el elemento espiritual eterno.
El espiritismo, convoca a los hombres a la observancia de la Ley; el espiritismo, como en el pasado lo hizo palabra de Jesús, debe recordar a los incrédulos que por encima de ellos reina la inmutable verdad universal.
El universo, nos dicen los buenos espíritus, es un mecanismo inconmensurable, accionado por un número incontable de inteligencias, y un inmenso gobierno en el que cada ser inteligente participa de modo activo bajo la mirada del soberano Señor, cuya voluntad única mantiene la unidad en todas partes. El blasón del universo tiene una sola divisa: unidad y variedad y se hace evidente la gran Ley de continuidad.
Bajo el dominio de esa gran potencia reguladora, todo funciona en perfecto orden y equilibrio, en correcta solidaridad respetando la unidad.
Donde nos parece que existen perturbaciones sólo hay movimientos parciales y aislados, perturbaciones localizadas que para nosotros tienen la apariencia de irregulares o globales porque nuestra visión es limitada.
Si pudiésemos abarcarlos en conjunto, veríamos que esas irregularidades sólo son aparentes y que están en armonía con el todo.
Es preciso, pues, considerar que es una de las exageraciones tan comunes en los tiempos de ignorancia y superstición. Ahora estando ya el conocimiento espírita concordante con el desarrollo científico, el hombre ya pued comprender algunas verdades.
No cae una sola hoja de un árbol sin que Dios lo sepa.
¿Qué es el tiempo? ¿Cuál la relación, diferencia u oposición entre tiempo y eternidad?
Si aceptáramos que el tiempo no es más que una medida relativa de la sucesión de las cosas transitorias y que la eternidad es inmóvil y permanente, que no es susceptible de ninguna medida desde el punto de vista de la duración, comprenderíamos que la eternidad no tiene comienzo ni fin.
Desde el momento en que Dios existió siempre porque uno de sus atributos expuestos por los buenos espíritus es que Dios es eterno, sus perfecciones eternas se pronunciaron.
Nos dijo Kardec; antes de que los tiempos hubiesen nacido, la eternidad inconmensurable recibió la palabra divina y fecundó el espacio, igualmente eterno.
Dado que, por su naturaleza, Dios existe desde toda la eternidad, también ha creado desde toda la eternidad; por más lejana que sea la época a la que retrocedamos con la imaginación, llegando hasta los supuestos límites de la Creación, siempre habrá, más allá de ese límite, una eternidad.
La eternidad
La eternidad no es susceptible de ser medida desde el punto de vista de la duración; para ella no hay comienzo ni fin: todo es presente.
Ella es real y efectiva del universo está garantizada por las mismas Leyes que rigen las operaciones del tiempo; de ese modo, mundos suceden a mundos, soles a soles, sin que el inmenso mecanismo de los vastos cielos sea jamás afectado en sus gigantescos resortes.
Hay tantos mundos en la vasta extensión, como tiempos diversos e incompatibles, por lo tanto, el espírita debe tener en cuenta que fuera de los mundos, solamente la eternidad sustituye esas efímeras sucesiones y llena tranquilamente con su luz inmóvil la inmensidad de los cielos.
Inmensidad sin límites y eternidad sin límites, esas son las dos grandes propiedades de la naturaleza universal, nos aclara Kardec.
“Por otro lado, si nos hacemos una idea apropiada –aunque necesariamente muy deficiente– de la infinitud del poder divino, comprenderemos cómo es posible que el universo haya existido siempre y siempre exista.”
La mirada del espírita adquiere esta doble noción del infinito: extensión y duración.
El tiempo y el espacio sólo están relacionados con las cosas transitorias, son medidas relativas.
Por eso, los espíritus necesitan algún tiempo para atravesar el espacio o trasladarse entre dos puntos diferentes, sí, el tiempo del pensamiento.
Su pensamiento puede irradiar y dirigirse al mismo tiempo a muchos puntos diferentes, pero esa facultad depende de su pureza: cuanto menos purificado está, más limitada es su vista. Sólo los espíritus superiores son capaces de tener una visión de conjunto.”
La fraternidad debe ser la piedra angular del nuevo orden social. Hagamos el bien, para poder disfrutar de las verdades y bellezas espirituales lo antes posible.
Corrijamos lo antes posibles nuestros defectos para adquirir las vibraciones necesarias para adentrarnos en los misterios de Dios.
Cláudia Bernardes de Carvalho
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