El perdón
Jaime Jalapeño era un pimiento que vivía en el cajón de las verduras, junto a sus padres. Tenía un estilo de vida modesto…
Sus únicos amigos eran el Cebolletas y Carlos Calabacín, o eso creía él. Se juntaba con ellos, aunque a él en el fondo no le pareciera bien las gamberradas que hacían.
Quedaban todas las tardes para dar paseos y hacer grafitis, intimidar a sus compañeros, burlarse de los demás y sacar provecho de ellos.
Cuando estaban juntos, el Cebolletas y Carlos Calabacín se reían siempre de Jaime Jalapeño porque era muy bajito, y él nunca se atrevía a responderles. Pese a ser de la misma edad, Jaime Jalapeño crecía más lentamente que las demás verduritas.
Un día, estaban los tres en el parque. Carlos Calabacín, como siempre, se subió a uno de los columpios. Empezó a balancearse. Cada vez iba más alto, llegando incluso a estar más alto que la barra que sujetaba el columpio. Jaime Jalapeño se dio cuenta del peligro que esto le suponía a Carlos y le advirtió:
¡Para de balancearte y bájate, Carlos, que te vas a caer!
Pero Carlos Calabacín, para alardear frente a sus amigos, no paró, sino que dijo:
-¡Ahora bajo, pero de un salto!
Acto seguido, se soltó del columpio y saltó al aire, con tan mala suerte que se rompió la pierna al caer. Rápidamente, Jaime Jalapeño llamó a unos adultos, que en seguida fueron a ayudarles. Mientras, el Cebolletas decía:
Ja, mira que eres tonto. ¡Anda que no saber ni caer de pie!
Unos días más tarde, Carlos Calabacín volvió con ellos, pero llevando unas muletas.
-Hola, chicos – dijo el Calabacín.
-Veo que no eres tan fuerte como pensaba, “Muletas” – Respondió el Cebolletas, intentando herirlo.
-Ah, hola. ¿Qué tal te va? – Le saludó Jaime Jalapeño.
-Oye, oye, jalapeñito, ¿por qué no te burlas tú también de él? – Saltó el Cebolletas de repente.
Jaime Jalapeño dudó, pero entonces se acordó de todas las veces que Carlos se había burlado de él junto al Cebolletas y quiso vengarse:
-Es verdad, se lo merece. Eres muy torpe, Calabacín. Ni siquiera tendría que haberte avisado. No impresionas a nadie haciendo el tonto. ¡Crece de una vez!
Carlos Calabacín se sintió muy triste al experimentar lo que tantas veces les había hecho a otros y se puso a llorar.
Entonces Guigui el Guisante, que pasaba por allí casualmente, acompañado por Toma-tomate Dabadú Dabadabadúa, los oyó y decidió acercarse:
-¡Hola, chicos! ¿qué pasa aquí? ¿Carlos, por qué lloras?
-Ah, hola -Respondió Carlos Calabacín.
-Es que el Cebolletas y Jaime Jalapeño se están riendo de mí por haberme roto la pierna.
-¡Oye, eso no está nada bien! ¿por qué lo habéis hecho, Jaime Jalapeño y Cebolletas?
-Es que, como siempre se está riendo de mí por ser pequeño, he querido devolvérselo.
-No, no. Eso no está bien por parte de ninguno de los dos. Os tenéis que respetar. Carlos, no te metas con él por ser pequeño. Y tú, Jaime, no te burles de él por haberse roto la pierna.
Si sabes que está mal, intenta hacérselo ver, no hagas el mal para responder al mal. Las verduritas buenas perdonan a las que les hacen daño. Todos tenemos defectos, nadie es perfecto.
Toma-tomate comentó:
-Claro, Guigui, si estuviésemos todos burlándonos unos de otros, el mundo no avanzaría.
Guigui el Guisante dijo:
– ¡Exacto, Toma-tomate! Utilizad vuestro tiempo para hacer buenas acciones y ayudar a los demás. Antes de ir a vengaros de alguien, es mejor que recordéis que el perdón os hace mejores verduritas.
Jaime Jalapeño se dio cuenta de que tenía a más amigos, que le ayudaban y respetaban, incluso siendo pequeño.
¡Había aprendido una gran lección!
Entendió que no debía buscar venganza, sino ayudar a aquellos que obraban mal. Si alguien te hace algo que te daña, perdónale y no le hagas lo mismo. Porque no se debe hacer a los otros lo que no quieras que te hagan.
En el capítulo X de El Evangelio según el Espiritismo encontramos que el perdón es muy agradable a Dios.
Pero hay que perdonar con sinceridad, olvidando por completo los daños que nos hayan hecho. No olvidéis que el verdadero perdón se reconoce en los actos mucho más que en las palabras.
El perdón es una señal de que eres buena persona.
© Copyright 2020 Cláudia Bernardes de Carvalho
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Bibliografía
Kardec, A., El Evangelio según el Espiritismo
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