Es como el buen aceite…
El libro de los Salmos, es una colección de 150 cánticos.
Fueron escritos por el rey David y otros autores de la antigüedad.
Tanto David, como muchos otros devotos israelitas los usaban para dirigirse a Jehová Dios a través de la música y la belleza poética, en señal de alabanza, de ruego, o agradecimiento.
Nos detenemos en el Salmo 133.
Se ha escrito mucho sobre el significado de este Salmo, sin embargo, hoy, en estos momentos del siglo XXI en que las aflicciones de toda índole agobian a muchísimas almas sencillas, humildes, sinceras… la comprensión y análisis del Salmo mencionado, puede calmar y suavizar esa sensación como… de “piel abrasada” figurativamente hablando, que muchas personas sentimos por las circunstancias difíciles que estamos viviendo.
Podemos ver una semejanza en nuestro sentir de ahora, con aquellos sentimientos tan nobles expresados por el salmista alrededor de los años 460 A. C.
¿Me acompañas…?
“¡Miren! ¡Qué bueno y qué agradable es que los hermanos moren juntos en unidad!
Es como el buen aceite sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el cuello de sus prendas de vestir.
Es como el rocío de Hermón que viene descendiendo sobre las montañas de Sión.
Porque allí ordenó Jehová que estuviera la bendición y la vida eterna hasta tiempo indefinido.”
En nuestros días, las almas que abrazamos el Ideal Espiritista nos autodenominamos hermanos; cuando el salmista dice:
“Qué bueno y qué agradable es que los hermanos moren juntos en unidad”
¿Qué puede significar esa idea si la trasladamos a nuestros días?
Morar, es estar juntos en unidad, en armonía, viéndonos como hermanos en la fe; unificando el intelecto y la emoción; muchas almas tienen el intelecto más desarrollado debido al trabajo evolutivo o a las circunstancias personales; otras, sin embargo, tienen las emociones a flor de piel, sin tanto intelecto…
El rey David del Antiguo Testamento, describe a Aarón con el buen aceite sobre su cabeza bajándole por la barba, (por el rostro), llegando hasta el borde de las vestiduras del cuello.
Se suele decir que el rostro o la cara son el espejo del alma. El buen aceite en aquel tiempo simbolizaba la espiritualidad siendo derramada sobre el pensamiento, y de este desciende, extendiéndose hacia la relación con el prójimo y el entorno.
Pensamiento sin emoción y viceversa, es desequilibrio.
Diversas fuentes consultadas en Internet ven a Moisés como símbolo del Intelecto, y a sus dos hermanos Aarón y Miriam, los ven simbolizando la Emoción.
Por eso el rey David nombra en este Salmo a Aarón para recalcar que todo lo que hacía, tanto en el servicio personal a Dios, como en ser guía espiritual del pueblo hebreo, lo hacía por amor y no por intereses posteriores.
Mantener en separación permanente al intelecto y a la emoción es todo lo contrario a lo bueno y agradable. Es lo opuesto a la convivencia fraterna y a la unidad armoniosa.
Hay pues, que confraternizar la capacidad que se tiene de pensar y la reacción de sentir la emoción. Son dos nociones diferentes, capacidad de pensar y reacción de sentir.
El buen aceite será pues en nuestro vivir diario, como un bálsamo suave, sanador, aplicado en las llagas qué, sin llegar a ser literales, a veces, entre hermanos se producen.
¿Y cuál es el aprendizaje de esta idea?
Que la unidad del intelecto y la emoción, deberá estar dirigida a cumplir los designios del Padre Eterno expuestos en la Doctrina Espírita, con base, en la moral evangélica de Cristo en vez de la obtención de las vanidades personales.
“Efectúense todos sus asuntos con amor.”
Estas son las palabras del Apóstol Pablo en el primer siglo de nuestra e.c. (1ª carta a los Corintios cap. 16: v.14)
De otra forma se atenta contra la dignidad que se espera de cada uno de nosotros.
Sin embargo, aunque la unidad de intelecto y emoción sea armoniosa, es la cabeza, sede de la razón, la que debe guiar los pasos de la persona; de lo contrario, parecerá que somos un barco sin timón, navegando sobre un mar de emociones.
Sigue el Salmo ofreciendo una buena similitud, cuando también usa “el rocío de Hermón” como efecto figurativo sobre la unidad amorosa y fraterna entre hermanos que aman y defienden la misma causa en el Movimiento Espiritista; por supuesto, alma amiga, es una interpretación sugerida desde la mejor parcela de mi corazón…
Hermón todavía es una gran montaña cuya cúspide más alta está cubierta de nieve la mayor parte del año, y de su cumbre desciende un rocío intenso y refrescante sobre las montañas pequeñas de Sión, tal como cita el versículo 3 del Salmo que estamos desarrollando (pero en realidad, las pequeñas montañas son colinas).
Si creamos un cuadro mental y nos visualizamos a nosotros mismos, siendo esas pequeñas colinas llenas de variada vegetación sencilla o exuberante, da igual, ¿por qué no…? ¿por qué no imaginarlo? recibiendo ese rocío matinal como el símil del Conocimiento Divino, expresado en las palabras de Cristo en el Nuevo Testamento y recopiladas en el evangelio de Juan, en el capítulo 17, versículos 3 y 21 reflejando lo siguiente:
“Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo. (…) para que todos ellos sean uno, así como tú, Padre, estás en unión conmigo y yo estoy en unión contigo, que ellos también estén en unión con nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste”.
Retomando la idea de visualizarnos como “pequeñas colinas…”, entenderemos bien el sentimiento de unidad al que se refería el rey David en dicho canto sálmico.
Y concluye el Salmo 133 recordando que la bendición llega desde Lo Alto; es como el buen aceite que unge el pensamiento (en la cabeza); es como el rocío que refresca de forma literal a los árboles y las plantas de esas pequeñas colinas, que se resienten por la sequedad generada en el día a día.
En sentido figurado estos símbolos se pueden aplicar hoy al alma necesitada de consuelo calmo y refrescante, de esperanza firme, de amor incondicional, y todo ese bienestar espiritual lo encontramos en la adquisición del Conocimiento Divino por medio del estudio del espiritismo en los muchos libros que recoge la literatura espiritista.
Siglos más tarde, después de los Salmos y las enseñanzas recogidas en el Nuevo Testamento, concretamente en el siglo XIX, es cuando Los Espíritus proporcionaron un vasto conocimiento a través de la Codificación Espírita. Y llegado a este punto se hace necesario conocer el Prefacio que está firmado por El Espíritu de Verdad y que se encuentra en el libro, El Evangelio según el Espiritismo:
“Los Espíritus del Señor, que son las virtudes de los cielos, como un ejército inmenso que se moviliza tan pronto ha recibido la orden de su comandante, se esparcen por toda la superficie de la Tierra; semejantes a las estrellas que caen del cielo, vienen a iluminar el camino y a abrir los ojos a los ciegos.
En verdad os digo, que han llegado los tiempos en que todas las cosas deben ser restablecidas en su verdadero sentido, para disipar las tinieblas, confundir a los orgullosos y glorificar a los justos.
Las grandes voces del cielo retumban como el sonido de la trompeta, y se reúnen los coros de ángeles.
Hombres, nosotros os convidamos a este divino concierto; que vuestras manos pulsen la lira; que vuestras voces se unan y que en un himno sagrado se extiendan y vibren de uno a otro extremo del Universo.
Hombres, hermanos a quienes amamos, nosotros estamos a vuestro lado: amaos también unos a otros, y decid desde el fondo de vuestro corazón, haciendo la voluntad del Padre que está en el cielo:
¡Señor! ¡Señor! Y podréis entrar en el reino de los cielos.”
Hemos visto que tanto en el Salmo que hemos analizado de forma breve, como en el sublime Prefacio del Espíritu de Verdad se aprende qué: primero el conocimiento, después la emoción, y ambas nociones en equilibrio, nos dan la certeza de que la unidad con Jesús, con el Padre Eterno y entre todos los hermanos, efectuando todos los asuntos con amor nos lleva a vivir felices, en paz, sabiendo utilizar el “buen aceite espiritual” de forma sabía y acertada tal como Jesús quiere:
“Amen a su prójimo como se aman a ustedes mismos.”
Así, cumpliendo con el buen hacer que recomienda el Hermano Mayor Jesús, obtendremos la bendición de esa vida eterna en completa armonía y paz.
María Borrell
Bibliografía
Kardec, A., El Evangelio según el Espiritismo
Libro Bíblico de Los Salmos
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