Espiritismo, la gran revelación
En primer lugar, deberíamos acudir al origen de la palabra “revelación” para saber exactamente de lo que estamos hablando. Esta proviene del término latino “revelatio” que, etimológicamente, se refiere a la acción de “retirar el velo” a algo o a alguien. Con lo cual, se deduce fácilmente que “revelar”, es descubrir algo que estaba oculto u escondido hasta ahora. Esto ocurre prácticamente en todas las disciplinas de la vida.
“Todas las ciencias que nos hacen conocer los misterios de la naturaleza son revelaciones, y se puede decir que existe para la humanidad una revelación incesante”. (La Génesis. Cap. I. Ítem 2)
Por otro lado, y a lo que respecta a la moral, sabemos los espíritas, tal y como nos indican en la respuesta a la pregunta 621 de El libro de los Espíritus; que las leyes de Dios están escritas en la conciencia. Y en ese caso, la pregunta subsiguiente es casi obligatoria:
621ª L.E.- Puesto que el hombre lleva en su conciencia la ley de Dios ¿qué necesidad había de revelársela?
–La había olvidado o negado. Dios quiso que le fuese recordada.
Como vemos, las revelaciones obedecen a una necesidad que está muy vinculada a la ley natural del progreso. Aunque con lentitud, pero todo avanza.
Con frecuencia, acuden a nuestro mundo reveladores de todo tipo para impulsar la ciencia, la tecnología, el arte: pero también la evolución íntima y espiritual del ser en relación a las leyes de Dios “olvidadas o negadas”. A este último aspecto, es de lo que nos vamos a ocupar.
La primera gran revelación que revolucionó una parte del mundo fue la dictada por Moisés, hace aproximadamente 3500 años.
El gran legislador hebreo aportó a su pueblo la ley del Sinaí, inquebrantable por su origen divino y que perdura hasta nuestros días.
Con ella sentó las bases de la nueva fe; con un Dios único, soberano y creador de todas las cosas. La otra legislación que promulgó fue la civil y disciplinaria; tuvo un carácter transitorio, y fue diseñada para contener a un pueblo indisciplinado, idólatra y materialista.
La segunda gran revelación nos llegó hace 2000 años de la mano del ser más perfecto que ha pisado jamás la Tierra, se trata de Jesús de Nazaret. Tomó de la antigua ley lo que es eterno e inmutable, y rechazó lo que era transitorio y de carácter humano.
Según el Maestro galileo, Dios se aleja de la imagen vengativa y justiciera sostenida hasta entonces para convertirse en el “Padre amoroso de todos”.
Establece un marco de esperanza para los repudiados, para los afligidos, hablándoles de la vida futura: “Mi reino no es de este mundo”; o con las propias bienaventuranzas, con su mensaje vigoroso de esperanza y consuelo que aún resuena hoy día en las conciencias de los pueblos, con la misma fuerza y pureza primitiva.
Al mismo tiempo, nos aporta un gran mandamiento, universal, inapelable:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. (Mateo 22; 37-40).
Pese a que Cristo hablaba en parábolas y se esforzaba por hacerse entender, sobre todo con su conducta ejemplar y su mensaje diáfano de amor y de perdón, pudo prever en la conducta humana lo que habría de venir, a saber: desviación y predominancia del culto exterior, adulteraciones del mensaje, autos de fe coartando la libertad de pensamiento, el propio fanatismo religioso, etc.; lo cual, hacía necesario, cuando llegara el momento más oportuno para la humanidad, la venida del Espíritu de Verdad, que vendría para restablecer todas las cosas …
“Muchas de las cosas que os digo, todavía no las podéis comprender, y muchas otras tendría que deciros, que no comprenderíais; por eso os hablo por parábolas; con todo, más adelante os enviaré el Consolador; el Espíritu de Verdad, que restablecerá todas las cosas y os las explicará todas” … (La Génesis. Ítem 26. Capítulo I).
Fue a mediados del siglo XIX el momento elegido por la espiritualidad superior para que se cumplieran las palabras del divino Maestro. Pero en este caso, la revelación ya no quedó circunscrita a determinados profetas, en un punto en concreto y personificado por nadie. Ahora se trataba de “las voces de los cielos” a través de la mediumnidad.
Primero con una manifestación masiva y sin precedentes que arrancó en el famoso suceso de Hydesville, un pequeño pueblo del estado de Nueva York, en Estados Unidos.
En una humilde granja, las jóvenes hermanas Fox comenzaron a escuchar extraños golpes sin un origen conocido; transcurría el 31 de marzo de 1848.
Posteriormente se pudo comprobar que se trataba del alma de una persona asesinada en esa vivienda tiempo atrás. Este caso tuvo resonancia mundial y marcó el pistoletazo de salida para infinidad de manifestaciones, especialmente el de las mesas girantes o mesas parlantes que se prodigaron a lo largo de varias décadas en todo el mundo.
Estos fenómenos despertaron la curiosidad de personas serias e instruidas, y de algunos investigadores, especialmente del profesor y filósofo francés Hippolyte Léon Denizard Rivail, cuyo papel en la observación y estudio de estos fenómenos fue capital.
Allan Kardec, que pasó a ser su pseudónimo, rápidamente se dio cuenta de la trascendencia de dichos fenómenos, y que las manifestaciones inteligentes, a través de un proceso de diálogo estructurado y metódico, dejaba patente la planificación espiritual superior que lo dirigía. Se abría una nueva era, en que los dos planos, el visible (material), y el invisible (espiritual) entraban en una relación directa definitiva.
“La primera revelación estuvo personificada por MOISÉS, la segunda por el CRISTO, pero la tercera no está personificada por ningún individuo. Las dos primeras son individuales, la tercera es colectiva; ese es un carácter esencial de suma importancia …” (La Génesis. Ítem 45. Capítulo I).
“Dios ha querido que la nueva revelación llegase a los hombres por un camino más rápido y de mayor autenticidad. Por eso encargó a los Espíritus que la transportaran desde uno a otro polo, y que se manifestaran en todas partes, sin conceder a nadie el privilegio exclusivo de oír su palabra”. (Introducción. II Autoridad de la doctrina espírita. El Evangelio según el Espiritismo).
Son las almas de quienes ya vivieron en la Tierra las que vienen a hablarnos y a traernos un mensaje de esperanza y una convicción respecto al porvenir.
De ese modo, muchas ideas en relación al más allá dejan de ser teorías más o menos difusas, para pasar a ser una realidad incontestable.
Dicha certeza, se convierte en una fe inquebrantable ante las pruebas y vicisitudes transitorias de la vida, y que se traducirán en un porvenir de dicha o de sufrimiento, en función de las actitudes y comportamientos desarrollados a lo largo de nuestra efímera existencia material.
“Mediante el espiritismo el hombre sabe de dónde viene, hacia dónde va, por qué está en la Tierra, por qué sufre transitoriamente, y ve por todas partes la justicia de Dios …” (La Génesis. Ítem 30. Capítulo I).
El Espiritismo, por tanto, es una ciencia de observación y se apoya en los avances que constantemente la ciencia realiza a diario.
De ese modo, todos los nuevos descubrimientos que realiza la ciencia hasta hoy, en lugar de rebajar la figura de Dios, lo que hacen es ensalzarla.
Por otro lado, y en relación al Evangelio, la Doctrina Espírita viene con la misión de completar y desarrollar todos los puntos obscuros o incompletos que quedaron estacionados durante siglos.
Con el amplio panorama espiritual que nos revela y que coloca ante nosotros, los conceptos desarrollados por Cristo quedan muy claros, sin lugar a la duda.
“Cristo les parece más importante: ya no es simplemente un filósofo, sino un Mesías divino”. (La Génesis. Ítem 41. Capítulo I).
“Los Espíritus enseñan la moral del Cristo porque no existe otra mejor. Lo que la enseñanza de los Espíritus agrega a la moral del Cristo es el conocimiento de los principios que rigen las relaciones entre los muertos y los vivos … él hace por convicción lo que antes hacía sólo por deber, y lo hace mejor”. (La Génesis. Ítem 56. Capítulo I).
El Espiritismo, siendo una doctrina filosófica y una ciencia de observación, nos lleva inevitablemente a unas consecuencias morales, cuyo referente es sin duda la buena nueva que nos trae el Evangelio y el mensaje de Jesús; un mensaje de amor que, pese a haber sido adulterado y mal comprendido durante muchos siglos, recupera hoy día todo su esplendor.
En realidad. se trata del cristianismo redivivo. Es la Tercera Revelación anunciada por el propio Maestro, conocedor profundo de la condición humana, y que, en aquellos tiempos ya remotos, sabía perfectamente del largo trayecto que todavía necesitábamos vivir hasta llegar al momento crucial que vivimos en la actualidad.
Ahora bien, aquellos que fueron grandes espíritas en su última existencia, como es el caso de Amalia Domingo Soler o el doctor Bezerra de Menezes, nos advierten de los riesgos y peligros que los espíritas corren en la actualidad.
“… Las inteligencias necesitan prepararse para recibir los destellos luminosos de las verdades científicas del Espiritismo, para no sufrir el deslumbramiento por el exceso de luz … El Espiritismo es luz de vida para las inteligencias educadas, preparadas por el estudio y la observación…” Amalia Domingo Soler. (Del capítulo XXIII, “Los diversos caminos del progreso”, de la obra: La Luz del Porvenir).
El fanatismo que ciega por falta de estudio y análisis, así como el culto a los médiums, entre otros problemas, son un lastre que puede estropear las mejores propuestas de edificación y de crecimiento en los Centros Espíritas.
Amalia nos advierte claramente de las derivas en las que podemos incurrir ante la falta de método, rigor y disciplina.
“… El Espiritismo de hoy y el cristianismo de ayer nos invitan al Amor, para que todos sepamos definitivamente que somos discípulos de Jesús … En la actualidad, no hay otra alternativa más que la de andar por los caminos que Él recorrió …” (Mensaje de Bezerra de Menezes. Anuario Espírita 2012).
Según el venerable doctor Bezerra, la palabra espírita conlleva una grave responsabilidad que no se puede tomar a la ligera; nos compromete, no solo la razón sino también el sentimiento, la emoción, llevados hasta las últimas consecuencias.
No es una condecoración o una etiqueta más, implica un trabajo diario y continuado, entre otras cosas por mejorarnos moralmente, y que ese trabajo personal redunde en una unificación que algún día nos reunirá a todos, como al buen rebaño, alrededor del divino pastor.
Esa unificación, como nos indica un Espíritu Protector, pasa inevitablemente:
“… Porque sólo a costa de concesiones y de sacrificios mutuos podéis mantener la armonía entre elementos tan dispares … Hoy en vuestra sociedad, para ser cristianos (..) hace falta (..) única y exclusivamente el sacrificio de vuestro egoísmo, de vuestro orgullo y de vuestra vanidad. Triunfaréis, si la caridad os inspira y la fe os sostiene”. (Espíritu Protector. Cracovia. 1861. La Fe y la Caridad; capítulo XI; El Evangelio según el Espiritismo).
El propio Maestro Jesús no contó con la colaboración inmediata de sus discípulos, ni fueron personas lo suficientemente maduras espiritualmente como para respaldar desde el primer momento el mensaje que Él, nos tenía preparado.
Se empequeñeció para que lo pudiéramos entender, renunció a su gloria para mezclarse entre nosotros y soportarnos. Fue y es un ejemplo vivo de renuncia y de amor que trasciende todas las épocas, y es una permanente invitación a que lo sigamos e imitemos.
“Para hacerse entender, renunció a Su sabiduría trascendental. Para amarnos, renunció a la tranquilidad, sufriéndonos. Y renunciando a la propia elevación, está aguardándonos”. (Recetas de Paz. Capítulo 8; por el espíritu Joanna de Ângelis. Psicografía de Divaldo Pereira Franco).
José Manuel Meseguer Clemente
Comentarios recientes