La simplicidad y la sencillez
«La simplicidad es la mayor de las sofisticaciones», es una frase atribuida al famoso Leonardo Da Vinci y el ruso León Tolstói, que inspiró a Ghandi y a Martin Luter King, expresó algo parecido: “no existe grandeza donde no hay sencillez«. Estos dos conceptos expresan nítidamente la magnitud de la simplicidad y la sencillez.
En el sentido moral el atributo de la simplicidad es la candidez y la rectitud en la acciones de las personas que viven y actúan de acuerdo con los principios y valores nobles.
Este atributo es antagónico de la malicia, la falsedad o la utilización la máscara social a conveniencia.
La simplicidad moral es amiga de la franqueza y de la claridad de acción, lo que decimos popularmente «va de frente sin retorcidas intenciones ocultas».
Esta noble cualidad se adapta a las almas puras, que buscan la verdad, que encuentran en la naturaleza la conexión con las fuerzas espirituales, que oran con sus actos más que con sus palabras y que saben encontrar la grandeza de Dios en la simplicidad de una vida recta y sin derroches.
La sencillez moral es reflejada en un carácter dócil, bueno, cordial y empático que no utiliza subterfugios ni la mentira ni el disimulo.
Encaja en las personalidades cuyos actos nobles hacia todos los que les rodean son prioridad.
Estas personas normalmente poseen un carácter fácil y agradable, no buscan conflictos.
Sin embargo, no eluden sus principios, poseen honradez en sus vidas cotidianas y se satisfacen con lo que tienen. No son avaros, ni egoístas, sabiendo ser humildes y discretos.
Algunas personas confunden simplicidad y sencillez moral con ignorancia. No es tu aspecto ni tu currículum lo que va a demostrar quién eres en realidad.
Un espíritu puede ser muy elevado y por esto mismo no encuentra en las cosas materiales mayor interés que el de ser instrumento para el desarrollo de su progreso, no atribuyendo demasiada importancia ni teniendo apego a nada material.
Estos espíritus encarnados, que poseen la simplicidad y sencillez moral, tienen atributos y cualidades éticas que muchos no comprenden. Estas personas son felices y no se lamentan por contratiempos, saben aguardar con templanza y sabiduría los designios de Dios.
Para ellas el bienestar es estar en paz de conciencia, no abusar y estar en concordancia con las Leyes de Dios. ¡Esto les es sufuciente!
Por las enseñanzas espíritas sabemos que el alma es un ser moral distinto e independiente de la materia y que conserva su individualidad después de la muerte.
Cuando una persona encarnada está secundada por la pureza de sentimientos y un deseo ardiente de hacer el bien, su potencia magnética puede incluso curar y en este acto no hay nada de maravilloso o sobrenatural, más bien es natural y sencillo. Su potencia magnética es fuerte pues educó su voluntad en las sucesivas encarnaciones y aprovechó correctamente las oportunidades de desarrollo durante sus vidas, pudiendo utilizar su potencia magnética porque ya alcanzó un nivel de evolución moral e intelectual.
Puede que en la vida actual este espíritu esté encarnado en un sitio sencillo, discreto o humilde, pero su alma, su espíritu, ya han alcanzado un desarrollo y un progreso adecuado para ejercer esta acción, o sea, no juzguemos por las aparecias exteriores, debemos aprender a apreciar a las almas y sus verdaderas conquistas morales y éticas, ya que es el alma la causa y no el efecto.
En la cuestión 261, del capítulo IV de El Libro de Los Espíritus, encontramos:
En las pruebas que ha de sufrir para llegar a la perfección, ¿debe el espíritu experimentar todos los géneros de tentaciones?, ¿debe pasar por todas las circunstancias que pueden excitar en él el orgullo, los celos, la avaricia, el sensualismo, etc.?
«Ciertamente que no, puesto que sabéis que los hay que, desde el principio toman un camino que los libra de no pocas pruebas. Sin embargo, el que se deja arrastrar hacia el mal camino, corre todos los peligros de este. Un espíritu, por ejemplo, puede pedir riquezas que le son concedidas. Entonces, según su carácter, podrá ser avaro o pródigo, egoísta o generoso, o bien entregarse a todos los goces de la sensualidad, sin que quiera esto decir que deba pasar forzosamente por toda la serie de esas inclinaciones».
¿Cuál es el mayor obstáculo del progreso?, encontramos esta interrogación en la cuestion 785.
«El orgullo y el egoísmo. Hablo del progreso moral, pues el progreso intelectual avanza siempre. Al principio parece que da a aquellos vicios un aumento de actividad desarrollando la ambición y el amor por las riquezas que, a su vez, excita al hombre a las investigaciones que ilustran su espíritu. Así es como todo se eslabona en el mundo moral y en el físico, y como del mismo mal puede salir el bien.
Pero semejante estado de cosas no tendrá más que una época, y cambiará a medida que el hombre comprenda mejor que, fuera del goce de los bienes terrenos, hay una dicha infinitamente más grande y duradera«.
Estos dos progresos (el moral y el intelectual) se apoyan mutuamente pero no caminan de forma paralela, cada cual se va desarrollando poco a poco y forjando al espíritu que somos hoy.
Algunas personas son esclavas de la codicia de todo lo material, poseen deseos secretos de posesión de bienes, haciendo cualquier cosa para adquirirlos y disfrutarlos. Existen otras que su ambición se refleja en el poder, en ser chefe de algo o alguién, sus ansias de liderazgo y jurisdicción les ciega y por detrás hacen lo que sea para poder mandar o estar en la posición de dominio de algo.
¿Qué observamos normalmente?
Obtenemos y almacenamos cosas: ropa (de preferencia cara o de marca), joyas, coches, muebles, casas, tierras… (¡nunca es suficiente!), pero sobre todo al hombre de forma general le fascina el dinero. El dinero ejerce un poder extraordinario en las personas, porque le damos valor… ( un valor alto).
También observamos que nos enorgullece un relato de nosotros mismos lleno de adquisiciones y conquistas. ¡Nuestra carta de presentación, cuanto más compleja y sofisticada, mejor!
Obviamente, si una persona alcanzó por sus propios méritos un elevado conocimiento intelectual es dueño de ello, toda la conquista por su propio esfuerzo tiene su mérito, lo que queremos decir es que una persona de moral, no suele exhibirse por ello.
Creamos personalidades, nos empeñamos en identificarnos con algo incrementando una afinidad tanto emocional como comportamental acorde a las ideas íntimas que cultivamos. Nos identificamos con países, culturas, equipos de futbol, grupos de música… Pero somos espíritus inmortales. Hoy estamos aquí, pero mañana podemos estar allá. Nacimos en un país, pero podemos cambiar y vivir en otro. Hay gente que es de un equipo a muerte, incluso es capaz de pelear por ello. ¿Por qué buscamos estas identificaciones, muchas veces extremas y que nos perjudican? Por ejemplo, el Planeta Tierra es de todo espíritu que tiene permiso a encarnar en él, las fronteras las puso el hombre.
Estas identificaciones son posturas artificiales que crean vanidad, soberbia, ostentación, aceptación. Si nos damos cuenta de la verdadera realidad espiritual no las necesitamos.
Fomentamos personalidades bajo una aparencia de lo que deseamos mostrar a los demás. Exteriorizamos pasiones por lo material, forjando una compleja enaltación de nuestro ego.
¿Es esta complejidad realmente necesaria?
Yo soy…yo tengo…
Por la forma en que nuestra sociedad actual juzga las apariencias, muchos son los que confunden lo que son con lo que tienen.
Algunas personas se exhiben con sus títulos, su falsa modestia está repleta de suntuosidad y ostentación. Algunas se adornan con el lujo en las vestimentas, en los accesorios, en el maquillaje, lo que refleja cierta superficialidad, apegos materiales y avidez de los bienes terrenos, pero que en el fondo demuestra muchas carencias.
Ojo, nada hay aquí que confundir con la higiene o con el cuidado en el aspecto, nos referimos a los excesos de carácter superfluo, porque podemos vivir con mucho menos. Cuanto más el espíritu evoluciona, más se da cuenta de que no necesita estos añadidos. Ya decía Sócrates: ¡Es más rico quien menos necesita! Y esta sentencia se aplica al mundo interno y externo de las personas.
¿Cómo se depura el espíritu?
El ser encarnado pasa por diferentes experiencias, entre ellas encontramos la riqueza y la pobreza.
¿Cuál de las dos pruebas es más temible para el hombre, la desgracia o la fortuna?
«Lo es tanto la una como la otra. La miseria provoca murmuraciones contra la Providencia, la riqueza incita a todos los excesos». Nos dicen la pregunta 815 de El Libro de los Espíritus.
La riqueza y el poder engendran todas las pasiones que nos apegan a la materia, la pobreza nos revuelta e incita a pensamientos de injusticia, de protesta y de envidia, alejándonos de la perfección espiritual. Es por este motivo que la simplicidad y la sencillez despojan al espíritu de lo superfluo y dan a la materia el valor que tiene, acercándole el corazón a Dios.
Si sabemos estar en el lugar que nos toca vivir y aceptar las condiciones que hemos elegido nosotros mismos en el mundo espiritual estaremos en paz, pues todo depende de la pureza de la intención y de la elevación de sentimientos.
Es una consecuencia natural debido a Ley de Progreso que el hombre desee mejorar. Esto es lícito, faltaría más, pero siempre con dignidad, sin zancadillas a nadie para alcanzar un bien mayor, sabiendo esperar y aceptar las condiciones que Dios le impone para llegar a este fin, sin revueltas ni impaciencia. Y si no llega lo que deseamos, es porque no es necesario que lo tengamos.
El espiritismo nos hace ver dónde está la verdad y dónde el error, porque efectivamente, el espiritualismo es la oposición al materialismo.
La materia es perecedera, es fluido que vibra a baja frecuencia. Como instrumento de desarrollo del espíritu, ella sirve para lo que sirve. Si queremos avanzar, si deseamos progresar, deberíamos tener en cuenta que no vale la pena hacer ninguna acción que contradiga esta realidad.
La materia es fluido condensado (fluido cósmico universal) que se presenta bajo diferentes formas, por eso nada se pierde, todo se trasforma, porque lo que es sólido, puede ser líquido y gaseoso, todo es fluido más o menos denso o sutil, al transformarse adquirirá otra forma para servir a otro propósito.
Alguién dijo: «¡Conoce el oro y conocerás todos los brazaletes!»
¡Se nos advierte!
Toda la acción que perjudique al prójimo debe ser reparada, no nos dicen un robo grande de un banco o una estafa milionaria, por ejemplo, no, nos dicen los espíritus superiores que toda la acción que va en contra de nuestro hermano debe ser reparada, o sea, es la acción, es el hecho, no importa la cifra, lo que importa es el perjuicio, el daño causado a nuestro hermano, pues es de Ley amar al prójimo como a uno mismo y por conseguiente no hacerle lo que no quiserámos que nos hiciesen.
Toda falta se reparará sí o sí, bien ahora en esta encaración, o bien en siguientes encarnaciones.
Uno debe estar digno para poder ascender y eso se consigue con una voluntad firme y poco a poco. ¿Cuál es la diferencia entre la semilla de la palmera y la palmera? El tiempo.
«Los espíritus no pertenecen perpetuamente al mismo orden, sino que todos se perfeccionan pasando por los diferentes grados de la jerarquía espírita. Este perfeccionamiento se realiza por medio de la encarnación, impuesta como expiación a unos y como misión a otros. La vida material es una prueba que deben sufrir repetidas veces, hasta que alcanzan la perfección absoluta. Es una especie de tamiz o depuratorio del que salen más o menos purificados.»
«El espíritu encarnado está bajo la influencia de la materia. El hombre que vence semejante influencia por medio de la elevación y purificación de su alma, se aproxima a los espíritus buenos a los cuales se unirá algún día. El que se deja dominar por las malas pasiones y cifra todas sus alegrías en la satisfacción de los apetitos groseros, se aproxima a los espíritus impuros, dando el predominio a la naturaleza animal.» Introducción de El Libro de los Espíritus.
«Los espíritus superiores nos enseñan que el egoísmo, el orgullo y la sensualidad son pasiones que nos aproximan a la naturaleza animal, ligándonos a la materia; que el hombre que, desde este mundo, se desprende de la materia despreciando las humanas futilidades y practicando el amor al prójimo, se aproxima a la naturaleza espiritual; que cada uno de nosotros debe ser útil con arreglo a las facultades y a los medios que Dios, para probarle, ha puesto a su disposición; que el fuerte y poderoso deben apoyo y protección al débil, porque el que abusa de su fuerza y poderío para oprimir a su semejante viola la Ley de Dios.
Dejémonos de apegos, de superficialidades, utilicemos la materia con criterio y con discernimiento derivado del conocimiento espírita. La vida no es lo que te enseñan, es lo que aprendes.
Pongo estos dibujos como ejemplo abstracto de la evolución de lo superfluo a lo esencial de un icono de la pintura española y universal: Pablo Picasso.
Él inició su evolución dibujando una litografía de un toro magnífico, denso, lleno de detalles, con excesiva robustez, para acabar con el desarrollo de su progreso creativo con un toro dibujado con un par de trazos. Muestra lo mismo pero ahora solo con lo necesario.
Pablo Picasso ha sabido llegar a la esencia de lo importante, menos es más. El toro ha significado siempre la fuerza física en su grado máximo, representando hasta nuestros días un doble aspecto: la capacidad combativa y la potencia sexual. Siempre fue un símbolo de poder ambivalente.
En estos últimos trazos el pintor español indiscutiblemente supo reducir los excesos y llegar a la simplicidad, mucho más bella y sutil. El toro no perdió su ambivalencia, por el contrario, se enaltece su pureza de líneas.
Este es solo un ejemplo para que se pueda de forma más gráfica entender el concepto de simplicidad. Eliminemos de nosotros lo innecesario de estos apegos materiales que hacen que nuestras acciones sean manifestaciones de inferioridades. Eliminar lo sobrante no sólo en el exterior sino sobre todo en el interior de nosotros mismos, hará que nos acerquemos a Dios.
A la luz de lo anterior, evitemos los excesos de adornos interiores y exteriores que justifican y disculpan nuestros errores, que nos embotan el raciocinio elevado. Busquemos la simplicidad del amor puro en todas nuestras acciones, ya que la simplicidad se torna un objetivo evolutivo. En suma, eliminemos cuanto antes los subterfugios psicológicos y materiales que nos impiden caminar hacia el progreso esperado, acompasando nuestras vidas con la simplicidad.
La simplicidad y la sencillez
Jesús fue un hombre humilde, se vistió con sencillez, habló con sencillez y dejó el ejemplo de la simplicidad de la elevación de su alma pura y eterna a toda la Humanidad.
Cláudia Bernardes de Carvalho
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Bibliografía
Kardec, A. El Libro de Los Espíritus
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