Los sueños espirituales
Los sueños de carácter espiritual, parecen inexplicables desde el punto de vista antropológico, psicológico o de la propia medicina.
El ser humano, no obstante, desde el principio de su historia ha tenido esta clase de sueños.
Hay numerosos documentos sobre ellos, uno de los más antiguos está datado hace más de cuatro mil quinientos años, hallado en la ciudad de Ur, en Mesopotamia. Es la Epopeya de Gilgamesh.
Posteriormente, siguieron diversos relatos egipcios, bíblicos, islámicos, griegos, romanos, continuando hasta nuestros días.
Los sueños, en la cultura sagrada, eran considerados un medio de manifestación de la voluntad de Dios para con los hombres y como predicción de hechos futuros, siendo una vía de comunicación entre Dios y su pueblo.
Los sueños proféticos tienen una orientación de advertencia o de anuncio de acontecimientos significativos.
Los avisos por medio de sueños tienen una especial relevancia en los libros sagrados de todas las religiones.
Encontramos en el Evangelio que José fue avisado por un ángel, que se le apareció en sueños y le dijo que huyera a Egipto con su esposa y su hijo.
Gracias a eso, Jesús se libró de morir por la malvada decisión del rey Herodes. Cuando este murió, Dios se comunicó nuevamente con José por medio de otro sueño y le dijo que regresaran a su tierra. (Mateo 2:13-15, 19-23)
Son numerosos los ejemplos de avisos a través de sueños; no obstante, no se debería deducir de ahí que todos los sueños sean avisos, y menos aún que todo lo que se vea en sueños tenga algún significado.
El arte de interpretar los sueños debe ser incluido entre las creencias supersticiosas y absurdas.
Los sueños de contenido espiritual son comunes, y la mayoría de quienes los tienen informan que despiertan con una sensación de bienestar y paz.
El fenómeno de por sí nada tiene de anormal, pues según la cultura espírita se sabe que, durante el dormir, el espíritu se desprende de los lazos de la materia e ingresa momentáneamente en la vida espiritual, donde se encuentra con quienes son sus conocidos.
Esa es a menudo la ocasión que los espíritus protectores aprovechan para manifestarse a sus protegidos, y darles consejos más directos.
El espíritu nunca está inactivo.
Durante el dormir, los lazos que lo unen al cuerpo se relajan, y puesto que el cuerpo ya no tiene necesidad de él, el espíritu recorre el espacio y entra en relación más directa con los otros espíritus.
Gracias a este intercambio, los espíritus superiores consienten sin demasiado rechazo venir a encarnar entre nosotros para instruirnos.
El sueño es el recuerdo de lo que nuestro espíritu vio durante el dormir. Sin embargo, observamos que no siempre soñamos, porque no siempre recordamos todo lo que hemos visto.
A menudo sólo conservamos el recuerdo de la turbación que acompaña nuestra partida o nuestro retorno, al que se suma el recuerdo de lo que hemos hecho o de lo que nos preocupa en el estado de vigilia.
En El Libro de los Espíritus encontramos la siguiente aclaración:
«Los sueños son el producto de la emancipación del alma, que se vuelve más independiente debido a la suspensión de la vida activa y de relación. De ahí una especie de clarividencia ilimitada que se extiende hasta los lugares más distantes o que nunca fueron vistos, y a veces incluso hasta otros mundos.
De ahí también el recuerdo que trae a la memoria los acontecimientos vividos en la existencia presente o en las anteriores.
Esas imágenes extrañas de lo que ocurre u ocurrió en mundos desconocidos, entremezcladas con cosas del mundo actual, forman esos conjuntos extravagantes y confusos que parecen no tener sentido ni relación alguna.
La incoherencia de los sueños tiene otra explicación en las lagunas que produce el recuerdo incompleto de aquello que se nos apareció mientras dormíamos.
Sería como un relato al que se le quitaron palabras o frases al azar: los fragmentos restantes, una vez reunidos, perderían todo significado razonable.»
Cuando nos llega la penosa situación de tener que despedir a una madre amada, a un hijo querido, a un padre o a un hermano, la tristeza y el dolor se apoderan de nosotros ante la equivocada idea de que todo terminó con la muerte y que ya no volveremos a ver más a ese ser amado.
Si la razón no basta para apartar las dudas, el espiritismo viene a disipar la incertidumbre con relación al porvenir, por medio de las pruebas materiales que aporta sobre la supervivencia del alma y a ofrecernos esperanza en que pronto volveremos a reunirnos con nuestros seres queridos en la verdadera vida, la vida espiritual.
Entretanto nos ofrece la posibilidad de mantenernos en relación con nuestros seres queridos a través del contacto espiritual que se produce en el estado de emancipación del alma.
Lo que llamamos el dormir no es más que el reposo del cuerpo, pues el espíritu está siempre en actividad. Durante el dormir, el espíritu recobra algo de su libertad y se comunica con los seres a quienes ama, ya sea en este mundo o en otros.
No obstante, como el cuerpo es una materia pesada y densa, conserva con dificultad las impresiones que ha recibido el espíritu, dado que este no las percibió a través de los órganos corporales. Cuando dormimos, nuestra alma se halla momentáneamente en el estado en que se encontrará de manera definitiva después de la muerte.
Los espíritus que al morir se desprenden pronto de la materia, han tenido sueños inteligentes.
Durante el dormir, se reúnen con el conjunto de los otros seres, a veces superiores a ellos, con los cuales viajan, conversan y se instruyen. Incluso trabajan en obras que encuentran concluidas al morir.
Otras veces son seres semejantes a nosotros o incluso inferiores, ignorantes o viciosos, que atraemos por la vibración de nuestras propias inclinaciones, dando lugar a incompletos y angustiosos recuerdos que llamamos pesadillas.
También podemos tomar contacto en el transcurso del dormir, con parientes y amigos encarnados, que se encuentren en estado de emancipación del alma o desencarnados con los que podemos seguir manteniendo la misma relación de afecto que cuando estaban a nuestro lado.
El intercambio de pensamientos, sentimientos y emociones a través del dormir y los sueños es incesante.
Eso debe enseñarnos una vez más a no temerle a la muerte, puesto que en cierta manera morimos todos los días.
Sí todas las personas conociesen cuál es la realidad de los sueños, y cómo trascienden a la muerte, proporcionándonos las herramientas necesarias para ponernos en contacto con nuestros seres queridos que partieron hacia el mundo espiritual. Ya no sería tan dolorosa la separación y la despedida, abriéndonos una puerta a la esperanza de que nada muere.
La materia se transforma y el espíritu continúa viviendo con toda su libertad, con toda su inteligencia, su conocimiento y sentimientos, y mucho mejor que cuando estaba encarnado, ya que no tiene los límites que le imponía la materia.
Joaquín Huete Puerta
Bibliografía
Kardec, A., El libro de los Espíritus
Kardec, A., El libro de los Médiums
Kardec, A., El Evangelio según el Espiritismo
Kardec, A., La Génesis, los milagros y las predicciones según el Espiritismo
Kardec, A., El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo
Comentarios recientes