Recuerdos
La palabra recordar, tiene varios significados según el diccionario, pero aquí usaré la siguiente:
- Traer a la memoria propia algo percibido, aprendido o conocido, o retener algo en la mente.
¿Recordamos aquellas sensaciones de cuando empezábamos a comprender la verdad de las Leyes Divinas a través del estudio de La Revelación Espírita?
Alegría, gozo, tranquilidad, paz; votos sinceros de aprender para rectificar, para transformar nuestros conceptos errados y ajustarlos a la enseñanza de Los Espíritus nobles, esclarecidos, que siguen colaborando con Cristo Jesús desde las esferas de Lo Alto.
La Codificación Kardeciana, leída y estudiada repetidamente; libros excelentes de literatura espírita tan comentados por los magníficos ejemplos que nos trasladan Los Espíritus comprometidos con la tarea de la Caridad, la Abnegación, la Indulgencia, el Perdón, la Humildad, la Benevolencia…
Virtudes todas ellas que ayudan a elevar la moral, despacio, poco a poco, por lo tremendamente duros de cerviz que aún somos.
¿Dónde quedaron aquellas emociones que apaciguaban la mente, el corazón, el espíritu?
Hay un libro, pequeño en su formato, sin embargo, creo que viene muy bien recordar ahora su introducción; bajo el subtítulo, El Traductor opina leemos literalmente:
«El hombre integral… según la versión idiomática (expresión de secuencia de palabras) es aquel que es cabal, entero, completo, total, justo, adjetivos que nos muestran un hombre ideal, que pareciera estar tan lejano de nuestras posibilidades, de nuestros días…
No obstante, en esta conjunción de palabras que conforman materialmente este libro, surge, no sin dificultad, claro es, la fórmula para lograr esa integridad que nos parece utópica, justamente por la pérdida de los valores trascendentes que debieran primar en la sociedad moderna.
Y esa carencia notoria, no es por falta de ejemplos como para conformar el “ideal” que todos aspiramos a que algún día habite en la tierra.
Y es que desde los últimos decenios, miramos azorados cómo progresan las ciencias, cómo las artes, cómo triunfa la tecnología de la mano de la electrónica y la cibernética, haciendo que el mundo exterior que rodea al hombre se convierta en facilista (facilitador), para acondicionarlo al clima que más le agrada, obviamente, en lo material, pero que no tiene por objetivo el mundo interior, del que aún no conoce profundamente su contenido, (ni siquiera cómo alcanzar a vislumbrarlo).
El extremado cuidado por el cuerpo, las técnicas revolucionarias para mantenerlo en una línea estética, y las posibilidades que la sociedad consumista le inyecta por los sentidos le hacen postergar (¿indefinidamente?), la observación introspectiva de su propio yo.
Pese a los métodos de meditación a los que se adhiere, pero que no utiliza en los momentos apropiados, es decir: cuando realmente los necesita; pese a las disciplinas orientalistas, que están representadas por los “gurús” de turno, el hombre contemporáneo no se conoce, no se ha encontrado consigo mismo, no se ha identificado aún con su yo, que es lo único que trasciende de su individualidad, transpuestos (medio dormidos) los límites demarcados por la existencia biológica.
Y en esa profusión de escuelas, de disciplinas, de sistemas, entrega algunas horas de su vida -aquellas que le exige la conformación narcisista del momento- a las tendencias de moda y habla, con la autosuficiencia de que realizó tal o cual método de “control mental” y que ahora, es un hombre libre e independiente que maneja su mente como él quiere, cosa que desmiente con los hechos, tan pronto las circunstancias lo permiten.
No obstante, los Espíritus del Señor, que contemplan a este ejemplar superior de la escala zoológica, cada vez más estético y pareciera también, más instintivo, vuelven a traernos una nueva-vieja orientación, con sistemas legítimos para el reencuentro con nosotros mismos, con la visión clara y profunda de nuestra individualidad interior que, desde luego, no está aún tan elaborada como la exterior.
Y de la mano de Divaldo Pereira Franco, Juana de Angelisdeja caer, en estos capítulos, el método apropiado para el auto conocimiento y, lo que es mejor: la aceptación, remodelación y manifestación de nuestro yo interno. Para ello, busca en el fondo de la historia de la Humanidad, aquellas normas que le permitieron a los hombres de otras civilizaciones lograr el control sobre sí mismos y nos coloca como paradigma a la figura siempre actual de Cristo.
Al concluir la traducción de esta obra, sentimos, una vez más, la necesidad de que a través de la lengua española, un mayor número de seres pueda tener acceso a ese sistema que la Mentora Espiritual nos presenta, recordándonos que el Hombre Integral es aquel que se ha modelado ya en el sentir cristiano y que lo trasluce (lo práctica) en su conducta a fin de que los demás compañeros de jornada evolutiva, si no logran imitarlo, al menos lo acompañen de cerca.»
Juan Antonio Durante, Buenos Aires, junio de 1994.
«La Humanidad ha realizado hasta hoy, incontestables progresos; los hombres por su inteligencia han llegado a resultados que nunca habían alcanzado en lo que respecta a las ciencias, las artes y el bienestar material; pero les queda aún que realizar un inmenso progreso: es el de hacer reinar entre sí la caridad, la fraternidad,y la solidaridad, para asegurar el bienestar moral.
Esto no lo podían conseguir ni con sus creencias, ni con sus instituciones anticuadas, restos de otros tiempos, buenas para cierta época, suficientes para un estado transitorio, pero que habiendo dado ya lo que podían dar de sí, serían hoy una rémora. No es sólo el desarrollo intelectual lo que el hombre necesita, es la elevación del sentimiento, y para esto es necesario destruir todo lo que pudiera sobreexcitar, en él, el egoísmo y el orgullo.»
Allan Kardec, La Génesis, capítulo XVIII, ítem 5 (primer párrafo)
«…Buenos espíritas, queridos míos, todos vosotros sois trabajadores de la última hora.
…Vosotros habéis venido cuando fuisteis convocados, más temprano o más tarde, para la encarnación cuya cadena arrastráis. ¡Pero han pasado siglos desde que el Señor os llamó a su viña, sin que quisierais entrar en ella! Ha llegado el momento de que recibáis el salario. Emplead convenientemente la hora que os queda y nunca olvidéis que vuestra existencia, tan extensa que os parece, sólo es un momento fugitivo en la inmensidad de los tiempos que componen para vosotros la eternidad.» (Constantino, Espíritu protector. Burdeos, 1863)
Allan Kardec, El Evangelio según el Espiritismo, capítulo XX, ítem 2 (cuarto párrafo)
Mª Teresa Fondevila Borrell
Bibliografía
Pereira Franco, D., El Hombre Integral
Kardec, A., La Génesis, los milagros y las predicciones según el Espiritismo
Kardec, A., El Evangelio según el Espiritismo.
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