Vivir la proximidad de la muerte con la consciencia de la supervivencia del alma
A pesar de que sabemos que la muerte es cierta, la hora y el modo en que llegará es incierta. Y esa incertidumbre le da un carácter abstracto e impersonal, como sucede con las certezas que se refieren a las verdades cósmicas. Sabemos que la tierra gira alrededor del sol y que la luna es un satélite de la tierra, pero esas certezas no forman parte de nuestro pensamiento y de nuestra sensación cuando contemplamos la puesta del sol o la luna de una noche de verano. (Osswald 2016).
Esta abstracción permite que vivamos como si la muerte sólo fuera real para los demás, para los que van muriendo. En esa ilusión muchos dirigen su fuerza, su inteligencia y su energía hacia las conquistas puramente terrenas, hasta que la decrepitud o una enfermedad recuerde su inevitabilidad.
Se puede morir de repente y en esas situaciones no se tiene tiempo de pensar y preparar la muerte. Pero, en la mayoría de los casos, hay un proceso más o menos prolongado que culmina con la muerte, que se hace acompañar por el sufrimiento.
Y, a pesar de que el sufrimiento es una experiencia única e individual, se pueden identificar, en general, varias dimensiones del sufrimiento ante una situación amenazadora de la vida (Clark 1999).
Dimensiones del sufrimiento ante la proximidad de la muerte
La dimensión física del sufrimiento puede ser la más visible y necesita una atención inmediata para su alivio. El control de los síntomas es prioritario y, muchas veces, sólo cuando es eficaz es que emergen las otras dimensiones del sufrimiento que, simbólicamente, pueden ser comparadas a la zona sumergida de un iceberg que sabemos que es mucho mayor que su parte visible.
Así, existe una dimensión psicológica del sufrimiento, siendo su expresión muy variable y modificable en el transcurso del tiempo. La tristeza, la inestabilidad emocional, la depresión, la ansiedad, las perturbaciones del sueño, la rabia y la rebeldía son algunas de sus manifestaciones y esta dimensión es mucho más compleja que la dimensión física.
La dimensión social es otra dimensión del sufrimiento, muchas veces descuidada, que se relaciona con la pérdida de papeles. Pérdida del papel profesional, por ejemplo, ayer era una persona reconocida en su profesión y ahora es «sólo» un enfermo. A veces es casi sólo una enfermedad desnuda de su identidad de persona, es el enfermo de la cama 30 o el enfermo del cáncer del estómago. Pérdida de papel en la familia como cuidador, en tanto que afecto o económico. También, pérdida de papel en diferentes actividades sociales, pérdida de su imagen física o intelectual…
Por último, todavía existe la dimensión existencial del sufrimiento. La confrontación con la proximidad de la muerte lleva a un análisis retrospectivo de la vida y muchas veces surgen o se reenvían cuestiones dolorosas, objetivos no alcanzados, actitudes y opciones de que se arrepiente. Surgen cuestiones sobre el momento que se está viviendo y una búsqueda de su causa; el miedo a sufrir más, el miedo a lo desconocido, el miedo a la muerte, el temor de lo que puede estar más allá de ella.
¿Cómo encontrar un significado para la vida y para la muerte?
Ante la proximidad de la muerte y del sufrimiento en estas diferentes dimensiones es esencial encontrar un sentido, porque sufrir no es lo que más cuesta. Lo que más cuesta es no encontrar un significado, un sentido para el sufrimiento. Cuando se posee, o cuando se encuentra un significado, el sufrimiento se vuelve soportable.
Todas las grandes tradiciones espirituales del mundo dicen explícitamente que la muerte no es el fin. Todas ellas nos transmiten una idea de algún tipo de vida futura más allá de la muerte física. Pero a pesar de estas enseñanzas a veces nos dejamos vivir en un desierto espiritual, donde se cree que la tierra y la vida física es todo lo que existe.
Sin ninguna fe en la vida después de la muerte puede ser difícil reencontrar un significado para vivir el proceso de morir (Rinpoche 2016).
La conciencia de la supervivencia del alma permite encontrar un sentido para la vida y para la muerte.
Esta comprensión es un potente instrumento para lidiar con nuestra finitud física y con la finitud de los que amamos ayudando a su cuidado.
El efecto de la espiritualidad en la salud y la proximidad de la muerte
Hoy el efecto positivo de la espiritualidad / religiosidad en la salud y la enfermedad, en general, ya está bien documentado.
Muchos son los artículos publicados sobre el tema y su gran mayoría concluyó inequívocamente un efecto positivo de la espiritualidad / religiosidad del paciente y de los familiares en la vivencia de situaciones de fin de vida (Bryson 2004).
Es interesante subrayar que algunos artículos ya analizan cuestiones más específicas como la influencia de experiencias espirituales en la fase de fin de vida.
Estos artículos concluyen que los pacientes que pasaron por este tipo de vivencias alcanzan una gran pacificación y bienestar interior ante la proximidad de la muerte (Fenwick, Lovelace et al., 2010) (Renz, Reichmuth et al., 2018), con certeza por la mayor conciencia de la supervivencia del alma que esas experiencias les permitieron.
Estos estudios contribuyen a la búsqueda de pruebas sobre la supervivencia del alma. Y esas pruebas van fortalecendo a los que, aunque todavía viven en la abstracción y la incertidumbre de su hora, la saben bien.
Sabiendo que todos morimos, éstas son pruebas que nos traen coraje y aliento para seguir adelante, con la conciencia que «morir es sólo dejar de ser visto, es una curva en la carretera», como dijo Fernando Pessoa.
¿Qué nos aporta el espiritismo?
Pero si a lo expuesto añadimos el conocimiento traído por la Doctrina Espírita ¿qué se puede añadir?
Si la espiritualidad nos da una idea de algún tipo de vida futura más allá de la muerte física y si la ciencia nos va trayendo algunas evidencias, la Doctrina Espírita nos trae un cimiento sólido, basado en la lógica, sobre la supervivencia del alma.
En el razonamiento filosófico y en una metodología de experimentación científica, nos presenta evidencias sobre la existencia de Dios, sobre la inmortalidad del alma, sobre la comunicación de los espíritus, sobre la pluralidad de los mundos habitados, sobre la ley de causa y efecto y así , más que el consuelo de la supervivencia orienta moralmente nuestra existencia terrena.
Bendito el que aún sin ver cree, pero ¡ay! de aquel que aún viendo no cree. (Jesús)
Maria Paula Silva
Bibliografía
Arantes, A. (2005). «Tratamento da dor e assistência ao sofrimento: resgate da humanização do cuidar.» Rev Prática Hospitalar 41(7): 80-84.
Bryson, K. A. (2004). «Spirituality, meaning, and transcendence.» Palliative & supportive care 2(3): 321-328.
Clark, D. (1999). «Total pain’, disciplinary power and the body in the work of Cicely Saunders, 1958–1967.» Social science & medicine 49(6): 727-736.
Fenwick, P., et al. (2010). «Comfort for the dying: five year retrospective and one year prospective studies of end of life experiences.» Archives of gerontology and geriatrics 51(2): 173-179.
Mazzarino-Willett, A. (2010). «Deathbed phenomena: its role in peaceful death and terminal restlessness.» American Journal of Hospice and Palliative Medicine 27(2): 127-133.
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