Giuseppe Verdi adorna con melodías, armonías y timbres los espíritus de Macbeth
Sin duda alguna Shakespeare y Verdi son dos personalidades influyentes en su área de acción.
¿Qué relación tiene estos dos artistas, uno nacido en el siglo XVII y el otro contemporáneo de Allan Kardec en el siglo XIX?
Shakespeare fue un escritor que inspiró a muchos y sigue haciéndolo hasta nuestros días. Verdi ha sido un compositor de los que, apasionados por la obra del autor inglés, puso en Macbeth las claves, corcheas, bemoles y sostenidos para reflejar de una manera magistral una historia donde los espíritus son también protagonistas.
A medida que nos adentramos en la ópera Macbeth descubrimos que Verdi sentía una sincera admiración por el texto al que se disponía musicalizar.
Expresó:
“Macbeth, la más querida de todas mis óperas.”
A pesar que por aquel entonces el dramaturgo no se representaba en Italia, Verdi apostó fuerte por el que fuera su autor favorito y por la obra, de la cual dijo:
“¡Esta tragedia es una de las creaciones más grandes del hombre!”
Veamos un poco cómo fue su vida y cómo creó esta ópera.
Primeros años de Verdi
Nacido el 10 de octubre de 1813, en Le Roncole, una aldea de Parma, Giuseppe Fortunato Francesco Verdi no destacó precisamente por ser un niño prodigio.
Sin embargo, alcanzó a lo largo de su vida el reconocimiento de la crítica especializada y de la sociedad como el más notable e influyente compositor de ópera italiana del siglo XIX.
De temperamento apacible era sobre todo reservado y discreto. Su comportamiento, siempre obediente y correcto, hizo que sus padres no tuviesen problemas en su educación, pues no creaba conflicto.
De cuna humilde, su padre, Carlo Giuseppe Verdi, era posadero y Luisa Utinni su madre, una tejedora, ambos analfabetos. El pequeño Giuseppe creció en un entorno rural donde la familia poseía una casa grande, pero sin lujos.
Intelecto autodidacta
A muy temprana edad, empezó a mostrar su intuitiva capacidad musical, a pesar de su afición por la música no se aprecia la misma precocidad que tuvo Mozart, a propósito, solamente 57 años mayor, sin embargo, esto no resta que demostrara más adelante que poseía un talento extraordinario.
Su arte tampoco reflejó polémica como pudo ser el de su coetáneo alemán Richard Wagner, si no que, toda renovación para él debía buscar su razón en el pasado.
Actuó por primera vez en casa de Antonio Barezzi y tuvo la fortuna de contar desde fecha temprana con su abnegada protección.
Bajo la protección de su mentor
Barezzi se hizo cargo de su formación y le ofreció la mejor educación musical posible apoyándole en sus ambiciones musicales, de tal forma fue su dedicación que el joven Verdi fue a vivir a la casa de su mentor.
Cuando cumplió dieciocho, en 1831, se mudó a Milán (Italia) gracias a la ayuda de su benefactor, donde ambos tenían planeado presentarle al examen de ingreso en el conservatorio de la ciudad.
La prestigiosa escuela no admitió al zagal músico, suspendiéndolo en su examen de acceso pues poseía una peculiar forma de tocar el piano, justificando que él era demasiado mayor para empezar a estudiar.
Hoy Giuseppe Verdi ha conseguido de esta institución el reconocimiento de su valor, pues el Conservatorio de Milán, el mismo que no lo admitió en su juventud, después de su muerte le rinde homenaje designándole su nombre.
La biografía musical de Verdi aclara que en sus comienzos no tuvo una creación sobresaliente, autodidacta componía partituras mientras buscaba la vida como organista de la iglesia de La Roncole, su pueblo natal.
Por entonces era ya un músico superdotado, aunque prácticamente desconocido.
En 1836 a la edad de 23 años, contrajo matrimonio con la hija de su protector, Margherita Barezzi.
Desencarnación inesperada
Al poco tiempo tuvo que enfrentarse a la desencarnación de sus dos hijos con aproximadamente 1 año de edad: Virginia Maria e Icilio Romano.
Pero la vida le reservaba más desafíos dolorosos. El 18 de junio de 1840, sufre la pérdida por encefalitis de su esposa con apenas 26 años. Giuseppe Verdi se sumió en una profunda depresión en la que llegó a plantearse el abandono de la carrera musical.
En ese momento, el joven Verdi era jefe de la Sociedad Filarmónica de Busseto onde ejercía la maestría y daba clases particulares, una actividad que llevó a cabo junto con la redacción de su primer trabajo, Oberto, conde de San Bonifacio. Trabajo que realizó de 1836 a 1839.
Esta ópera tuvo una gran acogida en el Teatro alla Scala de Milán. Uno de los teatros de ópera más famosos del mundo. A pesar de su desolación familiar, Giuseppe Verdi se vio obligado a respetar su contrato y seguir adelante.
Es en este periodo en el que Macbeth es compuesta, respondiendo a un contrato con Alessandro Lanari, empresario del Teatro della Pergola de Florencia.
Al obtener el suficiente éxito se asocia con el editor Giulio Ricordi que se torna su productor. Su siguiente creación operística Un giorno di regno (1840) no resultó exitosa sufriendo una verdadera decepción.
A pesar de todo consiguió refugiarse en el trabajo, sobreponiéndose a la enorme tristeza.
Política
Pocos compositores han podido escribir obras de carácter político, el fue uno activo, hizo parte como miembro de la asamblea provincial de Parma, del parlamento de 1861 a 1865 y nombrado para el Senado italiano en 1875.
Sus primeras óperas servían para exaltar el carácter nacionalista del pueblo italiano. Bajo las difíciles condiciones políticas de un país oprimido y dividido, Nabucco (1842), logró encender nuevamente la llama de la composición en su corazón, dando inicio a una etapa de grandes éxitos pues su obra I Lombardi (1843) obtuvo un excelente recorrido.
Segundas nupcias
La soprano Giuseppina Strepponi se instaló en París como profesora de canto, y el año siguiente Verdi la visitó.
La correspondencia entre ambos es una de las fuentes principales para estudiar la biografía de nuestro protagonista. Desde entonces se relacionaron, casándose en secreto el 29 de agosto de 1859 después de 17 años de convivencia.
Innovador
Escribió durante una media de ópera por año durante la década siguiente, cada cual con gran acogida del público y crítica.
Su dedicación a la música le llevó a replantearse la configuración de las óperas creando una nueva estructura escénica, momentos individualizados y compartidos, un sesgo nuevo, más realista y opuesto a toda convención que fue seguida después por muchos autores.
Se especializó en crear música para las historias en las que la vida privada y pública de los personajes entran en conflicto y compuso una serie de obras maestras, que le impulsaron a grandes éxitos de 1850 a 1853.
La conocida trilogía romántica de su autoría es compuesta por: Rigoletto (1851), Il Trovadore (1853), La Traviata (1853).
Le siguieron otras obras que le llevaron al éxito como Il Ballo in Maschera (1859), Don Carlos (1867), Aida (1871), El Réquiem (1874), Otello (1887) y Falstaff (1893).
Todas son consideradas una representación magnífica de su capacidad creativa.
De este hecho se desprende con claridad que, a la razón de los éxitos conseguidos, Verdi pudo apostar por un estilo más personal en sus óperas. Recurrió a un lenguaje musical más directo y realista, menos idealizado, lo cual diferenció su obra de otros creadores.
Fundamentos espíritas
Verdi buscó la inspiración para sus creaciones en Schiller, Byron y en el espiritista Víctor Hugo, que resultaron ser sus fuentes más preciadas.
Asimismo, los dramaturgos españoles Antonio García Gutiérrez que le proporcionó las intrigas de Il Trovatore y Simon Boccanegra y el duque de Rivas que le inspiró para la confección de La fuerza del destino, fueron fuentes seguras de inspiración.
Nuestro protagonista encontraba en estos poetas la reflexión sobre los más profundos conflictos humanos, en especial el aspecto moral.
Sin embargo, fue en la obra de William Shakespeare, con modificaciones de Francesco Maria Piave, musicalizada por Verdi dónde encontramos los tintes espíritas.
Macbeth
La obra Macbeth nos llama la atención por la acción recíproca entre los dos planos de la existencia del espíritu. Espíritu encarnado interrelacionándose de forma ostensible con espíritus desencarnados.
Desde su génesis Verdi rompe todos los cánones clásicos de unidad espacio-temporal proyectando profundidad psicológica en los personajes encarnados y desencarnados, dando un nuevo matiz alejado de su carácter y el estilo rutinario.
Esta ópera se estrenó en el Teatro della Pergola, en Florencia el 14 de marzo de 1847. Obtuvo tamaño éxito que los actores salieron hasta treinta y ocho veces a saludar al escenario, respondiendo a las aclamaciones de un público entusiasmado.
Solamente un año después el 31 de marzo de 1848 ocurriría el fenómeno de Hydesville en Nueva York, donde las hermanas Fox establecen por primera vez un código de comunicación con los espíritus, con difusión pública y que originó diferentes grupos de estudios.
Es por ello considerado los fenómenos que marcaron el comienzo del espiritismo.
Faltaban aún diez años para la publicación de El Libro de los Espíritus, sin embargo, un aspecto a destacar es que el ambiente se estaba preparando, a través de la sensibilidad popular para facilitar la acogida del espiritismo.
Nos aclara Giovanni Scognamillo en el texto Macbeth y los espíritus, que:
“Sabemos que los grandes genios musicales vinieron para dar respaldo al trabajo desarrollado por Allan Kardec, amenizando las emociones y creando o favoreciendo la creación de una psicósfera positiva, colaborando así con el misionero de la Tercera Revelación.”
Las obras de William Shakespeare (1564-1616), siempre fueron una gran fuente de inspiración para Verdi durante toda su vida.
Un amigo del músico le entrega un ejemplar del drama Macbeth escrito por el autor inglés.
Los historiadores ingleses apuntan como fuente del drama histórico la segunda edición de las The Chronicles of England, Scotlande, and Irelande, publicada en el año 1587, de Raphael Holinshed, que basaron en parte a la escritura de Macbeth.
La admiración de Verdi por Shakespeare lo llevó a encargarse él mismo de dirigir el libreto en prosa, que sería versificado por Francesco Maria Piave junto con la participación de su amigo, el poeta Andrea Maffei.
El compositor italiano exigió brevedad en los versos, así como la eliminación de cualquier palabra superflua para encontrar un tono sublime y elevado. Guiseppe tenía claro qué quería trasmitir.
El origen del personaje principal Macbeth se encuentra en estas crónicas inglesas, estaba basada en una historia británica tradicional escrita en 1587 con la que Shakespeare estaba familiarizado.
Desde el primer momento tuvo Verdi la sensación de su excepcionalidad y que deseaba adornar con su música la tragedia del escritor inglés.
Intuitivo
Dijo:
“Me encanta el arte, cuando estoy solo con mis notas, mi corazón late y el flujo de lágrimas fluye de mis ojos, mis emociones y mis alegrías son demasiadas para soportarlas”.
Verdi había leído a Shakespeare traducido desde hacía años, como señaló en una carta del año 1865:
«Es uno de mis poetas favoritos. Lo tengo en mis manos desde mi más temprana juventud».
Le resultaba el tema de esta pieza teatral muy importante:
«…Esta tragedia es una de las grandes creaciones humanas… Si no podemos sacar algo grande de ella, al menos intentemos hacer algo extraordinario».
Pudo concluir la primera versión de Macbeth en lo que Verdi consideraba sus años de cautiverio que duraron desde 1842 a 1850. Para los estándares la época de mediados del siglo XIX, esta ópera tendría un carácter insólito.
Encantado con los resultados y la recepción que tuvo, Verdi escribió a Antonio Barezzi, quién había sido su suegro:
«Desde hace tiempo quiero dedicarte una ópera a ti, que has sido padre, benefactor, y amigo mío. Era un deber que debía haber cumplido antes si las imperiosas circunstancias no me lo hubieran impedido. Ahora, te envío Macbeth a la que aprecio por encima de mis otras óperas, y por lo tanto considero la más valiosa que puedo regalarte.”
Esta versión fue representada por toda Italia, en los Estados Unidos y en Inglaterra. En 1865 se hizo una nueva versión. En Madrid tuvo su inauguración el 20 de febrero de 1848 en el Teatro el Circo.
Las manifestaciones espirituales en Macbeth
A Guiseppe Verdi le atraían las tramas que aportasen un contenido mediúmnico. Los fenómenos de apariciones, materializaciones o cualquier fenómeno paranormal le causaban gran curiosidad. El tema de intercambio entre los dos planos de la vida le resultaba seductor.
Macbeth era una obra repleta de manifestaciones espirituales lo que llenó a Verdi de entusiasmado, realizando su aportación con satisfacción.
Contextualización de la obra
La obra trascurre en la frontera entre Inglaterra y Escocia en el siglo XI, en el año 1040. Habla de asesinatos por poder y del intento de mantenerlo de manera corrupta donde los espíritus desencarnados aparecen a posteriori del crimen.
Muestra además el desequilibrio que lleva a la culpabilidad y al remordimiento con el terrible final comprometido derivado de la infracción a las Leyes de Dios.
Macbeth y Banquo, victoriosos generales del rey Duncan, encuentran en un bosque unas brujas que en realidad eran médiums que vaticinan, bajo la influencia de espíritus inferiores, que Macbeth será rey de Escocia y que los hijos de Banquo reinarían.
Contrasta marcadamente la actitud de otro personaje, el noble escocés, señor de Fife de nombre Macduff representando la integridad moral. Este personaje secundario, saca a la luz de entre los pliegues del ser la fidelidad y la honradez. Según John F. Hennedy, puede leerse en la obra como un precursor de la filosofía ética.
Médium
Es toda persona que siente en cualquier grado la influencia de los espíritus. Esta facultad es inherente al hombre, y por consecuencia no es privilegio exclusivo.
Sin embargo, en el uso espírita, esta calificación sólo se aplica a aquellos cuya facultad mediúmnica está claramente caracterizada y se conoce por los efectos patentes de cierta intensidad, lo que depende de una organización más o menos sensitiva.
También debemos notar que esta facultad, no se revela en todos de la misma manera; los médiums tienen generalmente, una aptitud especial para tal o cual orden de fenómenos, y en esto consiste que se hagan tantas variedades de manifestaciones.
Existen médiums de efectos físicos, médiums sensitivos o impresionables, auditivos, parlantes, videntes, sonámbulos, curanderos, pneumatógrafos, escribientes o psicógrafos.
El Libro de los Médiums aclara que:
Las comunicaciones instructivas son aquellas revestidas de seriedad cuyo principal objetivo es alguna enseñanza de carácter elevado que los espíritus imparten acerca de las ciencias, la moral, la filosofía, etc.
Son más o menos profundas, conforme al grado de elevación y de desmaterialización del espíritu comunicante.
Para extraer de esas comunicaciones un provecho real, es preciso que sean regulares, y que se las estudie con perseverancia, evitando de este modo los mensajes de índole inferior que pueden ser adornados con medias verdades o falsedades.
Los espíritus serios se aproximan a quienes desean instruirse, y los ayudan en sus esfuerzos, mientras que dejan a los espíritus ligeros la tarea de entretener a los que sólo ven en las comunicaciones un medio de distracción pasajera y con fines egoístas.
Sólo mediante la regularidad y la frecuencia de las comunicaciones se puede apreciar el valor moral e intelectual de los espíritus con los cuales nos comunicamos, así como el grado de confianza que se merecen.
Si para evaluar a los hombres hace falta experiencia y prudencia mucha más se requiere para evaluar las comunicaciones de los espíritus.
El personaje principal Macbeth, junto a su esposa manifiestan una intensión inferior: ser beneficiados en lo material, no importante los medios para conseguirlo.
En este caso, los espíritus que se manifestaban por medio de las médiums en el bosque aguzaron las ansias de poder de los dos, fomentando sus impulsos más bajos.
Al retornar al hogar familiar, después de la reunión con las brujas, mostrando mucho interés a este fenómeno, que le revela cosas que quiere oír, Macbeth narra sin tapujos lo ocurrido a su esposa.
¿Qué es el Espiritismo?
Es la ciencia que trata del origen, el destino y la naturaleza de los espíritus, las relaciones de éstos con la materia y de las consecuencias morales que derivan de estas relaciones.
Sabemos por medio de la enseñanza de los buenos espíritus, plasmada por Allan Kardec en el Libro de los Médiums, que los espíritus se encuentran en diferentes niveles de evolución.
Siendo los espíritus las almas de los que vivieron, expresan en el mundo espiritual las mismas cualidades buenas o malas de cuando encarnados. El codificador preguntó a los responsables de la Tercera Revelación sobre esto y ellos hicieron una clasificación general.
Escala espírita
Los espíritus son los seres inteligentes de la creación que pueblan el espacio después de su desencarnación. El mundo invisible es el verdadero y eterno constituyendo un mundo aparte. El mundo material es temporal y perecedero.
Por ser menos etéreos los espíritus pueden atravesar el aire, el agua, el fuego, penetran la materia densa y para ellos no existe la oscuridad. Utilizando recursos fluídicos pueden materializarse y es el periespíritu el que permite esta acción.
De acuerdo al grado de progreso de los espíritus se pueden clasificarlos, esta escala en ningún caso es absoluta, pues cada categoría abarca espíritus en diferentes niveles de evolución.
La pedagogía espírita que encontramos dentro del estudio de El Libro de los Espíritus nos aclara que los espíritus se clasifican:
Orden o clase
1º espíritus puros – son los ministros de Dios, aquellos que alanzaron la perfección y colaboran con Dios en Su obra.
2º espíritus superiores – poseen conocimientos de ciencia, sabiduría y bondad
3º espíritus prudentes – poseen conocimiento, buen juicio
4º espíritus sabios – poseen conocimiento científico
5º espíritus benévolos – poseen bondad y un conocimiento limitado
6º espíritus golpeadores – poseen aptitud para efectos materiales
7º espíritus neutros – no son ni buenos ni malos
8º espíritus pseudo-sabios – poseen conocimiento y orgullo
9º espíritus ligeros – poseen ignorancia y malicia
10º espíritus impuros -poseen inclinación al mal
Los espíritus puros no poseen ninguna influencia de la materia, adquirieron superioridad intelectual y moral absoluta sobre los espíritus de otros órdenes.
Espíritus buenos: predominio del espíritu sobre la materia y deseo de hacer el bien. Sus cualidades y poderes para el bien están en proporción al grado al que han llegado.
Espíritus impuros: predominio de la materia sobre el espíritu. Propensión al mal, ignorancia, orgullo, egoísmo y todas las malas pasiones que de él derivan.
Son creados simples e ignorantes y van perfeccionándose poco a poco pasando de un grado inferior a uno superior.
Sin embargo, todos llegarán tarde o temprano a la perfección relativa, pues solamente Dios es la perfección absoluta.
Son atraídos por los pensamientos y las acciones. Donde hay un interés se genera una vibración que atrae o repele a los espíritus encarnados y desencarnados.
Si la finalidad es banal, frívola y de carácter egoísta, se presentan los espíritus embusteros o farsantes que desean embaucar a los menos prevenidos, aprovechan su entusiasmo para fascinarlo. Por esto, es tan importante las intenciones de realizar el bien y de crecimiento espiritual en cualquier actitud.
En esta obra teatral en que Verdi compuso la música la señora Macbeth absorbida por la codicia, en un primero momento posee una poderosa presencia.
Está deseosa de poder decidiendo adelantar los acontecimientos sugiere asesinar al monarca, respaldándose en las afirmaciones de las hechiceras, de que su marido, amigo y general del rey, llegaría al trono de Escocia.
Se representa el egoísmo y las ansias de mando que pueden llevar a cegar a las personas, que bajo esta vibración inferior cometen los más atroces delitos. Vemos que las intenciones de los Macbeth eran de codicia, envidia y poder. ¿Qué espíritus le asistían?
En el relato del rey Duncan, después de su muerte, aparece en una sola frase la descripción de la señora Macbeth:
“También las palabras de las tres brujas (de quien ya hemos sabido antes) le alentaron en gran medida a hacerlo; pero sobre todo su esposa le amargó para que lo intentara, pues era muy ambiciosa, y le ahogaba un insaciable deseo de llevar el nombre de una reina”
Ejecución del crimen
La pareja teje un plan y lo ejecuta.
En una noche en la que el rey Duncan se aloja en su casa, la señora Macbeth aprovecha la oportunidad para perpetrar su asesinato.
Consciente de que su marido es demasiado bueno para cometer un regicidio, urge una trama criminal.
Una de sus claves es menospreciar a su marido despreciando su valor y su hombría, minando su autoestima alcanzando convencerle de sus planes. Ella no se convierte en simple espectadora de la conspiración, pues es la autora intelectual del asesinato y cómplice en la ejecución.
Tras la velada cuando el rey ya cansado se retira a los aposentos que le correspondían, su marido Macbeth, comete la nefasta acción, mata al rey mientras éste duerme.
Su esposa deja la daga junto al hijo del rey Malcolm rociándolo con sangre (algunas versiones la señora deja la daga junto a los guardias del rey). La pareja se retira sigilosamente para acostarse con el afán de restar cualquier sospecha.
Tras la muerte del rey Duncan, se reduce en la obra el papel de la señora Macbeth, sin embargo, ella no desaparece pues reflejará más adelante el desajuste emocional que le ha causado la práctica de hediondo crimen. Se deja entrever que se suicida por el arrepentimiento.
Malcolm el heredero al trono siendo inocente al ser sospechoso de parricidio, huye. Macbeth asciende al trono.
Otros crímenes se suceden, nuevos asesinatos son urgidos para asegurarse de este modo la corona.
Macbeth asiste una vez más a una reunión en el bosque, evoca a los espíritus para que le sigan prediciendo su futuro, en un ambiente lúgubre, cuyas intenciones son las más infames. Esta parte de la ópera exhibe el apego al trono y todo lo que el personaje se propone para mantenerlo.
Más tarde, después de pasar impune y asumir el trono como deseaba, Macbeth sufrirá una férrea persecución por parte del espíritu de Banquo asesinado y los demás que se unen desde el mundo espiritual para vengarse.
En la obra Holinshed original de Shakespeare no se aprecia la invocación a los espíritus que incitan los pensamientos de muerte, tan poco la escena del sonambulismo, ni los numerosos detalles sobre la muerte de la señora Macbeth que aparecen en la obra teatral a que Guiseppe Verdi pone las notas musicales.
La obsesión en la visión espírita
Obsesión en la terminología espiritista, es la influencia persistente de naturaleza negativa que se establece entre el psiquismo de dos o más espíritus de manera persistente.
La Doctrina Espírita enseña que existe la obsesión entre espíritus, pudiendo ocurrir obsesión de encarnado a desencarnado, de encarnado a encarnado, de desencarnado a encarnado y entre desencarnados.
¿Por qué ocurre? Los espíritus ejercen unos sobre otros su influencia. Se interactúa incesantemente entre los encarnados, entre los desencarnados y entre encarnados y desencarnados, ya que en esencia somos todos espíritus. Si esta influencia es prejudicial, persistente en el tiempo es obsesión.
El que ejerce la influencia negativa es el obsesor, el que la padece es el obseso. La idea debe ser persistente, una monoidea o una idea fija perjudicial.
Por ejemplo, ideas de culpabilidad, soledad, inutilidad, incapacidad, remordimiento, asesinato, suicidio.
¿Quién puede querer perjudicarnos?
Aquel ser a quien hemos perjudicado con anterioridad, que siente que le debemos algo, que le hemos dañado de alguna forma.
Por lo tanto, la clave para la desobsesión es el perfeccionamiento moral por medio del amor, con reconocimiento del error y reparación sincera de la falta cometida.
Al enemigo se lo vence ganándolo como amigo.
Podemos preguntarnos, ¿por qué Dios lo permite? Por la Ley de acción y reacción.
La Ley de acción y reacción
La Justicia Divina cumple con ella, o sea, las consecuencias que recaen sobre nosotros son el resultado de nuestros actos. Siendo una Ley Divina inalterable, todo lo que hagamos contrario a ella es una infracción, que tendrá mayor o menor gravedad de acuerdo al entendimiento de cada espíritu, no obstante, deberá ser reparada.
El funcionamiento de la Ley de acción y reacción o popularmente llamada Ley de causa y efecto está basado en dos factores: libre albedrío y reencarnación.
Libre albedrío
Es la maravillosa capacidad de poder elegir y tomar las propias decisiones.
Es la voluntad voluntaria, o si preferís, la habilidad de tomar distintas alternativas. Al principio el espíritu es creado simple e ignorante y poco a poco va adquiriendo conocimiento de lo correcto y de lo incorrecto.
Tiene libertad y su responsabilidad será proporcional a su conocimiento.
Kardec, en El Libro de los Espíritus, hace las siguientes preguntas a los espíritus:
El hombre, ¿tiene el libre albedrío de sus actos?
Respuesta:
“Dado que tiene la libertad de pensar, tiene la de obrar. Sin libre albedrío, el hombre sería una máquina”.
El hombre, ¿goza de libre albedrío desde el nacimiento?
Respuesta:
“Tiene la libertad de obrar tan pronto como tiene voluntad de hacer. En las primeras etapas de la vida, la libertad es casi nula. Se desarrolla y cambia de objeto junto con las facultades. Dado que el niño tiene pensamientos acordes con las necesidades propias de su edad, aplica su libre albedrío a las cosas que necesita”.
La reencarnación
La reencarnación es la oportunidad para corregir las imperfecciones que manifiesta nuestro espíritu con relación a las Leyes Divinas. Bajo el olvido temporal del pasado, inmerso en la materia densa tiene el espíritu una nueva oportunidad de empezar de cero, buscando progresar.
Cuando regresamos al mundo corporal nos sometemos a pruebas y expiaciones para depurar los errores pasados y actuales. Lo haremos mientras no hayamos alcanzado un nivel mínimo de progreso. La forma en la que lidiamos con los problemas de la vida nos permite evolucionar espiritualmente.
En la ópera teatralizada se expone en el pentagrama de la música perfilada por Verdi el sufrimiento causado por los actos erróneos que, grabados en la conciencia, permiten la sintonía del obsesor.
Sin pausa, día y noche, el asesino empieza a escuchar ruidos, tiene visiones, revive el momento del homicidio del rey, en un bucle enloquecedor. Atormentado por una conciencia delictiva Macbeth presenta delirios e inestabilidad emocional.
La conciencia
La conciencia, nos afirman los buenos espíritus, es un pensamiento íntimo que pertenece al hombre, al igual que el resto de sus pensamientos. Sin embargo, es aquel que advierte de una acción contraria a las normas universales.
En la conciencia están grabados las Leyes Divinas, por este motivo, cuando la infringimos es ella quien nos cobra la reparación. Dios regula cada conciencia mediante sus leyes.
El miedo a perder su estatus de rey lleva a Macbeth a cometer otro asesinato, el de Banquo intentando evitar así que la predicción de las brujas se cumpla, ya que habían presagiado que los hijos de Banquo reinarían. Debería eliminar los obstáculos para seguir reinando.
Tras cometer un nuevo crimen que agrava su destino, Macbeth enloquece aún más, el remordimiento esclavizan sus pensamientos, marcando el compás de la culpa. Su conciencia le cobra incesantemente la infracción cometida.
Los crímenes causan desajustes que pueden tardar varias encarnaciones en corregirse. Algunos piensan que se puede pasar impune al cometer una falta a las Leyes Divinas, nada más lejos de la realidad universal.
Después de este episodio, el espíritu de Banquo desde el mundo invisible se asocia al del rey asesinado, obcecando al culpable, buscando llevarlo al sufrimiento, el desajuste y la locura.
Tiempo después en el transcurso de una fiesta en el palacio real, el espíritu de Banquo se materializa, un fenómeno explicado por la Doctrina Espírita de forma clara e inteligible.
Aclaración en El Libro de los Espíritus:
El periespíritu es el lazo que une el espíritu al cuerpo, una especie de envoltura semimaterial, un cuerpo más sutil.
La muerte solo destruye la envoltura más densa, o sea, el cuerpo físico. El espíritu conserva la segunda, que constituye para él un cuerpo etéreo, invisible para nosotros en su estado normal, aunque puede volverse visible, tangible, como sucede en el fenómeno de las apariciones.
El espíritu no es, por lo tanto, un ser abstracto, indefinido, que únicamente se puede concebir con el pensamiento.
Se trata de un ser real, circunscrito, que en ciertos casos es percibido por los sentidos de la vista, del oído y del tacto.
Un estudio más profundo del periespíritu, que aporta la Codificación, nos permite entender el papel tan importante que éste desempeña en todos los fenómenos espíritas entre ellos las apariciones vaporosas o tangibles.
“¿Qué son esas apariciones sino el alma o espíritu de dichas personas, que acuden a comunicarse con el vuestro?
Cuando adquirís la certeza de que lo que habéis visto ha tenido lugar realmente, ¿no es esa una prueba de que la imaginación no intervino allí para nada, sobre todo si eso nunca estuvo en vuestro pensamiento durante la vigilia?” Libro de los Espíritus
Todos los comensales le ven y expresa directamente haber sido asesinado por Macbeth.
Voz directa
Voz directa es la facultad mediúmnica por la cual los espíritus hablan sin el auxilio directo de las cuerdas vocales del médium. Para que ocurra este fenómeno es necesario que haya presente uno o más médiums.
Hemos explicado qué es un médium, pero ¿qué es un médium de efectos físicos?
Un médium de efectos físicos es el que tiene la capacidad de provocar manifestaciones ostensibles, pueden ser:
Médiums motores: los que provocan el movimiento y el desplazamiento de objetos.
Médiums tiptólogos: los que provocan ruidos y golpes.
Médiums de apariciones: los que provocan apariciones
Entre los médiums de efectos físicos se distinguen:
Médiums naturales: son aquellos que producen los fenómenos espontáneamente y sin ninguna participación de su voluntad.
Médiums facultativos: son los que tienen el poder de provocar los fenómenos por un acto de su voluntad.
La locura toma cuenta de los protagonistas de la historia de la ópera de Verdi y es entonces cuando la nerviosa anfitriona del banquete se ve desbordada por los acontecimientos.
Durante el quinto acto la señora Macbeth camina sonámbula presa de un profundo tormento y marca un punto de inflexión en la trama.
Pronuncia la célebre frase: “¡Fuera, maldita mancha!”, refiriéndose a la mancha de sangre de sus manos que no consigue borrar de su mente. Habiendo podido evitar sus actos, no lo hizo dejándose llevar por la avaricia.
La ambiciosa esposa de Macbeth sufre también en el relato la obsesión de los espíritus, psíquicamente afectada por la responsabilidad de los funestos hechos es inducida al suicidio por los espíritus obsesores.
Nadie está solo, nadie puede alegar no tener ayuda, en el Libro de los Espíritus, Intervención de los Espíritus en el Mundo Corporal, Libro Segundo, capítulo IX, ítem 495, ellos nos advierten:
«Pensar que siempre tenéis cerca a seres que son superiores a vosotros; que siempre están allí para aconsejaros y sosteneros, para ayudaros a escalar la escarpada montaña del bien; que son amigos más seguros y abnegados que las amistades más íntimas que alguien podría tener en esta Tierra, ¿no es esa una idea muy consoladora?
Esos seres se encuentran allí por orden de Dios.
Él los ha puesto cerca de vosotros y allí permanecen por amor a Él, cumpliendo a vuestro lado una bella, aunque penosa misión.
En efecto, dondequiera que estéis, el ángel de la guarda estará con vosotros. Cárceles, hospitales, antros del vicio, soledad: nada os separa de ese amigo al que no podéis ver, pero cuyos más tiernos impulsos y sabios consejos siente y escucha vuestra alma.
¡Por qué no conocéis mejor esta verdad!
¡Cuántas veces os ayudaría en los momentos de crisis!
¡Cuántas veces os salvaría de los espíritus malos!
Con todo, en el día supremo, este ángel del bien tendrá que deciros con frecuencia:
¿Acaso no te lo aconsejé? Pero no lo hiciste.
¿No te señalé el abismo? Pero te precipitaste en él.
¿No te hice escuchar en tu conciencia la voz de la verdad? Pero preferiste seguir los consejos de la mentira’.
¡Ah! Interrogad a vuestros ángeles de la guarda. Estableced entre ellos y vosotros esa tierna intimidad que reina entre los mejores amigos. No penséis en ocultarles nada, pues ellos tienen la vista de Dios y no podéis engañarlos.
Pensad en el porvenir, tratad de avanzar en esta vida, y así vuestras pruebas serán más cortas, y vuestras existencias más dichosas.
¡Vamos, hombres, tened valor!
Arrojad lejos, de una vez por todas, los prejuicios y las segundas intenciones. Emprended el nuevo camino que se abre ante vosotros.
¡Adelante, adelante! Tenéis guías: seguidlos… No os faltará la meta, pues esa meta es el propio Dios.”
¿Cómo evitar a los obsesores?
Vigilando los pensamientos, las acciones y realizando buenos actos.
La persona que trabaja su moral, que cultiva ideas positivas y constructivas, busca elevarse espiritualmente tiene barreras vibracionales contra la obsesión, ya que el obsesor al desear el mal vibra en sintonías energéticas bajas. El amor es la energía más elevada que existe.
Tanto Shakespeare como Verdi imprimen en este personaje ficticio el estado de desequilibrio a que puede llegar una mente culpable.
Vemos la manifestación en esta obra de personajes con estados mentales alterados o condiciones anómalas de desequilibrio mental carentes de conexión racional y como Verdi supo ponerle la música idónea reflejando estos estados de manera sublime.
Verdi el epítome de la ópera italiana del siglo XIX, realiza la composición musical de Macbeth con maestría, dejando una vez más a la humanidad su ingenio creador.
Dijo Emmanuel:
“Las óperas inmortales no nacieron del lado terrestre, sino de la profunda armonía del Universo, cuyos cánticos sublimes fueron captados parcialmente por los compositores del mundo, en momentos de santificada inspiración”.
Nacionalista ferviente, fue considerado una gran figura nacional.
Lo destacable es la familiarización con los temas espíritas, la proyección alcanzada en la época, su popularidad y aceptación.
Desencarnación del compositor
Según El Gran Teatro del Liceo, de Barcelona en la conmemoración del 150 aniversario del nacimiento de Giuseppe Verdi su vida y obra, Ramón Pujol, escribe:
“El afecto y la simpatía que rodearon a Verdi en sus últimos años, fueron completos y unánimes.»
En junio de 1897, como circulase por Roma el rumor de que el célebre maestro estaba gravemente enfermo, el gobierno pregunta al alcalde de Busseto, cerca de cuya población tenía Verdi su retiro campestre, si la noticia tenía algún fundamento.
Al recibir respuesta negativa, se dio lectura a la mismo en la Cámara de Diputados, todos, puestos en pie, aplaudieron con entusiasmo.
Tres años más tarde, desaparecida ya su segunda mujer, que fue sentida con tanto dolor como la primera, pues amó a las dos, Verdi siente debilitarse sus fuerzas:
Escribe a su amigo José D’Amicis:
«Que no estoy enfermo, siento que todo me cansa: no puedo leer ni escribir, veo poco, oigo menos y, sobre todo, mis viejas piernas se niegan a sostenerme.
No vivo: vegeto.
¿Para qué estoy todavía en este mundo?»
En diciembre de 1900, Verdi se traslada a Milán y se aloja en el hotel que lleva el nombre de la ciudad.
En la mañana del 21 de enero de 1901, se levanta más animoso que de costumbre y, al intentar abotonarse el chaleco, su criado, notando que sus dedos se muestran torpes, trata de ayudarle.
Verdi le dice:
«¿Qué importa un botón más?»
Apenas pronunciadas estas palabras, cayó al suelo y ya no recuperó el conocimiento.
El doctor Caporali le presta los auxilios de la ciencia, y en la madrugada del 24, Monseñor Catena le administra la Extremaunción.
La agonía del glorioso compositor se prolongó cuarenta y ocho horas, y a las 2:50 del día 27, mientras el cura rezaba junto al lecho del anciano, éste expiró.
Causó su muerte una hemiplejia del lado derecho del cuerpo, con pérdida de los sentidos.
Motivó su gloria inmarcesible su admirable labor creadora, no interrumpida hasta su muerte.
Gabriel D’Annuncio lo expresó con suma elocuencia:
«¡Qué magnífico ejemplo para la juventud debe constituir la fuerza intelectual y el heroísmo de un hombre que, como Verdi, aunque doblegada por el peso de los años, remonta hacia lo sublime y lo bello … y los alcanza!”
En el día 27 de enero de 1901, recién comenzado el siglo XX, Verdi falleció de un accidente cerebrovascular en Milán.
Durante su entierro que causó una gran conmoción popular, las doscientas mil personas se agolparon al paso del cortejo fúnebre mientras su féretro se desplazaba hasta el Cementerio Monumental.
Como era su voluntad, un mes después, cuando sus restos y los de su esposa Giuseppina fueron trasladados, a la Casa di Riposo per Musicisti (Casa de reposo para músicos), popularmente conocida como Casa Verdi, más de trescientos mil italianos acudieron a rendirle el último homenaje, acompañando como una sola voz el Va, pensiero que un coro de ochocientos cantantes interpretó mientras la carroza fúnebre se ponía en marcha.
Los críticos atacaron sus obras por los temas de violencia, suicidio y amores libertinos, sin embargo, fue uno de los pocos autores que pudo disfrutar del éxito y notoriedad en la vida, obteniendo importantes beneficios económicos.
Caridad
A raíz de su gran éxito económico, Verdi no olvidó a sus compañeros sin recursos, consciente de que en su profesión no era fácil el reconocimiento decide ayudar. Dejó su fortuna para el establecimiento de una casa de reposo para músicos jubilados que llevaría su nombre: Casa di Riposo, popularmente conocida como Casa Verdi en Milán.
Se preocupó además por los desamparados como estudiantes, campesinos, músicos dotándolas de recursos económicos.
Esta casa activa en nuestros días, es una especie de casa de retiro para los ancianos que se han dedicado a la música.
Un lugar que rebosa de música en cada esquina, en el que figuras antiguas de la ópera disfrutan de la pensión y de las cuales Verdi se sintió particularmente orgulloso.
Dijo:
“De mis trabajos, el que más me gusta es la casa que he hecho construir en Milán para acoger a los viejos artistas de canto no favorecidos por la fortuna, o que no tenían de jóvenes la virtud del ahorro. ¡Pobres y queridos compañeros de mi vida!»
Fue nombrado Ciudadano Honorario de Milán (1887) y Roma (1893).
Precisamente es en la caridad donde radica la magnitud de la figura de Verdi.
Siempre luchó por los pueblos oprimidos, aunque buscase disimular la férrea censura de su siglo bajo supuestas historias de origen medievales e incluso bíblicas convirtiéndose en un referente para los patriotas.
Hombre de muchos dones, su legado artístico y moral le garantizó un lugar indiscutible en la historia universal. Superó las enormes dificultades de su existencia con probidad, generosidad y fuerza.
Traspasó los obstáculos críticos de su creación, logrando poner sus parámetros personales por delante.
El genial compositor italiano fue un patriota en lo político, un experimentador en lo profesional, pero, sobre todo, un hombre luchador y generoso que transmitió a través de su música no solo la belleza, sino también las grandes complejidades del alma.
Luchó para imponer nuevas condiciones a su trabajo, para que los derechos de los creadores fuesen respetados, haciendo que Italia firmase acuerdos internacionales con otros países a fin de conseguir los derechos de la propiedad intelectual.
Los italianos no solo decían adiós a un genio de la música, sino a un hombre que, con la única arma de las armonías y acordes, había contribuido a la unificación de un país con integridad y fortaleza, convirtiéndose en un gigante artístico y moral.
Lo que por encima de todo distingue a sus óperas no es solo su grandioso talento, sino el profundo conocimiento y comprensión del hombre, a los que fue capaz de retratar sus características en notas sublimes como nadie. Por medio de la partitura, controlando la dinámica fue capaz de exteriorizar la melodía del alma perturbada de los protagonistas y adornar los conceptos espíritas, haciéndolos receptivos al público.
Ha dejado con Macbeth una herencia sonora distinta y unitaria, llamando la atención a los espíritus, con los ejemplos de extremada concisión dramática, llevando al público a familiarizarse con los principios espíritas.
Cláudia Bernardes de Carvalho
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Bibliografía
Anuario Espírita 2013 Año XXVIII, Boletín SEI, Río de Janeiro, Brasil,Primera Edición,2006.
Hennedy, John F., Macduff’s Dilemma: Anticipation of Existentialist Ethics in Macbeth.
Kardec, A., El Libro de los Médiums.
Kardec, A., El Libro de los Espíritus.
Romero, F.S., Macbeth, la palabra escénica. Una visión general de la ópera de Verdi.
Xavier, F. C. El Consolador, Kier, pregunta 167.
Enlaces
https://mascultura.mx/giuseppe-verdi-bio/
https://es.wikipedia.org/wiki/Giuseppina_Strepponi
https://www.latercera.com/culto/2019/01/29/paginas-giuseppe-verdi/
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